El vídeo de la semana

Ahora que son pijos

En las vísperas de lo de Vistalegre de hoy –matanza, faena, duelo a la sombra… utilícese cualquiera de los muchas imágenes que ha sugerido el sonido ambiente previo a la cita– salía un servidor aturdido por el golpe de talento recibido como espectador de El Cartógrafo, de Juan Mayorga, con unos inmensos Blanca Portillo y Jose Luis García Pérez, cuando al conectar la radio del coche sufrí otro golpe que por unos instantes me arrancó de la dulce conmoción del gran Teatro –con mayúsculas– para situarme ante la insolente presencia de la demagogia más cutre.

Conversaba mi  compañero David del Cura en La Brújula de Onda Cero con alguien a quien no pude reconocer en principio, sobre  la fiesta de Podemos de este sábado y la actitud poco coherente, a juicio del interlocutor, de una parte de los responsables del partido. Les afeaba su sobrevenido gusto por la moqueta y añadía literalmente para apoyar tal afirmación: “Hay gente de Podemos que ha variado profundamente en su forma de vestir”. Sorprendido, Del Cura preguntaba si es que se había producido una mutación al llegar al Parlamento.  “Mirad –respondía el invitado-  mirad las diez diferencias, que la gente haga ese ejercicio”. Y ahí quedaba la cosa.

Me pareció una observación intolerable y de la indignación pasé a un punto de ansiedad por saber quién era el sujeto que lanzaba semejante consideración en el contexto de una conversación crítica con Podemos.

No es Podemos, lo sabe cualquier lector medianamente atento a lo que se publica cada semana en esta columna, un partido cuya esencia y objetivos pueda compartir o entender, entre otras cosas porque desconozco cuáles son, pero una afirmación de ese tipo utilizada como argumento crítico se me atragantó absolutamente y me llevó a pensar en alguien ejerciendo de mamporrero de alguna nueva campaña contra Podemos, otra más basada en decir tonterías, a cual más grande, por ver si cuela y cala. Bien que demasiado tosca, demasiado frívola, sí, pero cosas peores se han visto y se han oído. ¿Quién sería? ¿Alguien del PSOE en campaña? ¿Algún dirigente del PP con ganas de titulares? ¿Quién de Ciudadanos podría decir esto?

En pocos segundos pasé de la sorpresa al estupor. El autor de la frase era Juan Carlos Monedero. Sí, Monedero, el padre fundador de Podemos, el ideólogo de la rectitud política, el guardián de las esencias, fumigaba con semejante argumentario a la muchachada errejonista que había osado convertirse en alternativa a Iglesias. Venía a decir que se habían “apijado” al tocar poder, que se habían acomodado a la estética parlamentaria. Poco antes el mismo Monedero –he escuchado posteriormente los más de tres cuartos de hora de diálogo en la radio- había subrayado que la estrategia de la formación debería pasar por hacerse más fuertes en la calle, “con la gente”, que en el Parlamento: “ningún cambio importante llega sin la presión popular”. Y establecía esa consideración como diferenciadora con esos errejonistas acomodaticios hasta el pijerío. En otro momento de la entrevista afirma que le hubiera gustado un debate “más estratégico”, pero durante el diálogo cultiva sin pudor la crítica ligera y hasta el ninguneo, como cuando recuerda que quienes “inscribimos Podemos como partido sacándolo del 15-M fuimos Pablo Iglesias, Carolina Bescansa y yo”. Errejón debió librar ese día.

El tono amable del señor Monedero en el diálogo no impedía que trascendiera el fondo que cimenta su argumentario –insisto, pobre a mi juicio-, que no es otro que el de “quien no está conmigo está contra mí”. Algo muy leninista pero que casa poco con lo que debiera ser el debate político en general y el de quien aspira a innovar en particular. De hecho, ese suele ser el fundamento de los populismos, amigos también de pensar que tienen la razón absoluta y el conocimiento real de las necesidades ciudadanas más allá de los propios ciudadanos, o inclinados a considerar que todo es un error fuera de ellos. En eso coinciden con gente como Trump, ya lo estamos viendo. Y subrayo la coincidencia consciente de que me va a caer la del pulpo, que es lo que suele pasar cuando uno osa defender posiciones críticas con Podemos. Salvo si son de Podemos, claro.  Si cualquier de los que hemos sido y somos críticos con ese partido hubiéramos osado escribir lo que se han dicho entre ellos por muy profesores o filósofos que sean, hubiéramos sido fusilados en el amanecer constante de las redes sociales que todo lo pueden y todo lo manchan.

Pero, en fin, no es esa la cuestión, sino lo de hoy en Vistalegre, que pudo haber sido –así lo planeó Iglesias hasta donde yo se-  la Asamblea de la refundación y el impulso y suerte tendrán si es la de la supervivencia y no la de la división.

El paciente gallego

Podemos ya está roto antes de que los menos avezados lleguemos a saber lo que era realmente. Quizá es una crisis de crecimiento, quizá un paso necesario para madurar, quizá el inevitable dolor del parto final. Quizá. Pero mucho me temo que dado el nivel argumental de los combatientes, sobre todo en estas fechas previas de calentamiento, no cabe esperar que el recorrido histórico alcance niveles medianamente aceptables.

No es una buena noticia para la izquierda, no es una buena noticia para la política española. Pijos contra puristas…no parece el gran debate.

Eso sí, puestos a aceptarlo, no sé realmente quién está en cada bando. Quizá desde hoy empiece a aclararse.

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