Plaza Pública

Buenas noticias

Thierry Maliniak

Buenas noticias para el PSOE: la línea Iglesias se ha consolidado (¿definitivamente?) en la dirección de Podemos. Y buenas noticias para el PP: Susana Díaz se perfila como futura secretaria general de los socialistas. Buenas noticias, en resumen, para el viejo sistema del bipartidismo (hoy muy desigual a favor de la derecha) que rige todavía España.

Vamos por partes: Podemos primero. Profundamente dividido desde el golpe palaciego contra Pedro Sánchez, incómodo por su vergonzante apoyo a la carta al PP, sin programa definido y machacado por la crisis de la socialdemocracia europea, el PSOE parecía más vulnerable que nunca en su flanco izquierdo. Vulnerable frente a la posible consolidación de una nueva opción de izquierda que se presentara como una alternativa creíble, con un programa redistributivo sólido. Un programa susceptible de atraer a la mayoría social que ha sufrido los efectos del desmantelamiento progresivo del Estado de bienestar. Vulnerable, en resumen, frente a una fuerza política que aúne a todos los sectores dañados por la política neoliberal, y que son socialmente (y electoralmente) mayoritarios si son capaces de unirse.

Pero no: Podemos no aspira a ganar en este reino, sino a tomar el cielo por asalto. Aunque las realidades terrenales sean ya algo distintas de las de Karl Marx y la Comuna de París. Aunque en un Estado de la Europa Occidental del siglo XXI parece ilusorio soñar con alcanzar el poder principalmente desde la calle. O, siquiera, influir así sobre él de manera determinante: para eso existen los sindicatos, los movimientos ciudadanos. No puede uno incorporarse a las instituciones sólo para negarlas, o despreciarlas. Si los Verdes alemanes hubieran seguido esta estrategia radical (es decir si hubieran ganado los fundis frente a los realos, lo que felizmente no ocurrió), probablemente habrían caído en la insignificancia en vez de convertirse, como hoy, en una fuerza política relevante.

Nadie niega que la línea Iglesias ha permitido a Podemos consolidarse como una fuerza política que, según todos los sondeos, se sitúa por encima del 20% de la intención de voto. Pero a este nivel, precisamente, se ha estancado, como lo demostró la pérdida de votos de Podemos entre las elecciones de diciembre y las de junio. Los electores se acaban cansando frente a una opción política más preocupada de tener razón sola y de mirarse en el espejo para maravillarse de su virginidad política y su pureza ideológica, que de intentar contribuir a cambiar el país.

Pasemos a los socialistas. Aunque Susana Díaz y Pablo Iglesias aparecen como los dos grandes enemigos mutuos, comparten por lo menos una característica común: ambos parecen más interesados en ser la fuerza hegemónica en la izquierda que en ganar a la derecha. Ambos parecen más preocupados por el sorpasso que por el gobierno. Ambos fingen ignorar un dato que, por más que les disguste, es inapelable: si no hay alguna forma de unión, de la forma que sea, entre las diversas fuerzas de izquierda (y por tanto entre PSOE y Podemos), en España habrá Mariano Rajoy para rato. A la hora de la verdad importa más, para el futuro de este país, quién llega primero en las elecciones que quién llega segundo.

Pero la probable llegada a la secretaría general del PSOE de una candidata presa de obsesión antipodemita es también una buena noticia para el PP por otros motivos (no es casualidad que Susana Díaz sea la candidata favorita a dirigir el PSOE no para los electores de su partido sino… ¡para los del PP!). Cuando el tema de la corrupción se ha convertido en una preocupación clave de los electores españoles, parece cuando menos arriesgado aupar a la secretaría general a una persona puro producto de un socialismo andaluz enredado en los escándalos de los ERE y de los cursos de formación. Y arriesgado también pensar que el modelo clientelar que caracteriza todavía, por desgracia, el socialismo en el sur del país (algunos consideran que Andalucía es al PSOE lo que Galicia es al PP) es extrapolable al conjunto de España: los electores de Madrid, Cataluña o el País vasco se guían por otros parámetros.

En resumen: malos tiempos para la izquierda al sur de los Pirineos: más luchas cainitas en perspectiva. Una buena noticia para Mariano Rajoy, que podrá así dedicarse a su deporte político favorito: esperar tranquilamente, sin despeinarse, a que el adversario se agote solo.

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Thierry Maliniak, periodista, fue corresponsal en España de Le Monde y La Tribune de Paris.

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