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Caníbales

La vida en 'selfies'

El domingo, después de perder la liga semanal de deberes contra madres, puse el móvil en silencio y me abandoné en el kindle hasta que acabaron por deslumbrarme los fogonazos insistentes de T.

Tengo dos noticias que darte.

La primera es que soy adicta al móvil.

La segunda, que tú también.

¿Estás viendo a Évole?

Tienes que verlo.

Me hubiera venido bien el socorrido pulgar levantado, pero T. y yo no nos enviamos emoticonos. Hice un esfuerzo y escribí tres palabras: “Estoy leyendo. Mañana”.

Confesé al día siguiente.

  ***

- ¿ Cómo que las memorias de Alfonso Guerra?

- Sólo el último volumen de la trilogía…

- ¿Pero por qué?

- No te lo puedo explicar por teléfono. No soy tan adicta.

- Alucino con tus perversiones…

***

No soy adicta al móvil pero sí a la conexión. Vivo con cachorritas que no tienen teléfono y todavía saben mirar a los ojos mientras yo las escucho a medias, siempre contestando un mail, siempre queriendo sentirme imprescindible...

Conectados, todo parece urgente.

  ***

Obedecí a T., vi el programa y me volví a enamorar de Bauman. ¿De verdad queremos vivir siempre disponibles para cualquier cosa, lo más importante, lo más nimio?

  ***

Esa noche soñé con la cámara de fotos que me regaló mi padre a los ocho años. Mi padre nos enseñó a mirar. Las fotos eran nuestros ojos, nos recordaban el mundo, lo que veíamos, lo que escuchábamos. Los selfies, en cambio, consolidan el espejo: así me quiero ver. A mí y sólo a mí.

  ***

“A veces no”, interviene mi cerebro desvelado. “Acuérdate de Jackie”. La hipnótica peli de Pablo Larraín cuenta el inteligentísimo y delicado relato que –a una semana del asesinato, en 1963, sin móviles, sin Twitter, sin instagram- diseñó Jacqueline Kennedy para que su marido (y, por tanto, ella) quedaran grabados en la historia con una imagen y un mensaje muy concretos. Jackie intuyó que había que saber contarse y concedió una única entrevista que ella misma corrigió y editó:

“For one brief shining moment there was Camelot”.

Y ahí está, conseguido: ya todos añoramos un Camelot que nos han contado, que no hemos vivido, que quizá no existió y que, desde luego, no fue como lo imaginamos.

  ***

A algo parecido apunta Cercas en El monarca de las sombras.

“Escribo para no ser escrito”.

Cuenta en esta ¿novela? que, al hablar del pasado de su familia, está hablando de él. Cierto: todo lo que decimos es (también, un poco) nosotros. El libro fascina, pero no entiendo una obsesión. “No soy un literato”, insiste cada pocas páginas. Y cada vez que lo dice, “literato” va sonando más a cantamañanas, a algo chungo y no muy edificante.

Literato: .

1. Dicho de una persona: Versada en literatura.

2. Persona que profesa o cultiva la literatura.

Javier Cercas -un hombre que muy merecidamente vive de la literatura- afirma con contundencia que no es un literato. Suena raro, pero hay que respetarlo porque en esta novela se escribe; esta novela es su selfie y es él quien elige sus filtrosselfie .

  ***

Igual que elegimos los amigos. Esta semana mis amigos eligen buen teatro (Panorama desde el puente, Primitals) como aperitivo para sentarnos a comer, beber, mirarnos, hablar…

Las calles, otra vez

Siempre desenrollan hilos seductores, y los dejan ahí colgando para que los vaya atando: E., por ejemplo, quiere explicar lo de su bisexualidad prohibida; su amiga el rechazo que siente a la palabra “pareja”; C. quiere, a toda costa, que le incluyamos en un grupo del que siempre ha sido parte…

Es la vida, que se abre paso entre la espesura claustrofóbica del móvil, las opiniones rápidas sobre sentencias lentas, los tuis sarcásticos y los titulares falsos.

 

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