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El 'chungobús' de Hazte Reír. Que no nos engañen

Os paseáis por la vida de los demás en ese chungobús cargado de ignorancia y vacío de empatía. Avanzáis sin freno y atropelláis “a conciencia” la convivencia, la tolerancia y la compasión. Os empeñáis en hacer oír vuestras barbaridades, pero hacéis oídos sordos a la ciencia y a la razón. Herís con vuestras soflamas a un colectivo débil y vulnerable. Y, a pesar de todo ello, se os considera oficialmente asociación de “utilidad pública”. Esto sí que es humor negro. Muy fan.

En estos días, mi cabeza le ha dado más vueltas que vuestro chungobús a la idea de “utilidad pública” como etiqueta para una asociación como la vuestra. Y solo he encontrado una razón que podría justificar los beneficios fiscales que obtenéis: los miles de chistes, los muchísimos memes que habéis inspirado y que circulan de timeline en timeline, de muro en muro, como un vendaval de inteligencia que arrasa con la estulticia.

Subvencionaros no, con las cosas de comer no se juega, pero quizás tendríamos que daros las gracias por haber sido fuente de inspiración de toneladas de humor, hay chistes como para colapsar la memoria de nuestros smartphones y la memoria episódica que almacenamos en el hipocampo.

Puede que no haya herramienta más potente contra la contaminación que genera el tour abyecto, el abyectour, que reírse. Y hay que hacerlo fuerte, muy fuerte, a mandíbula batiente, enseñando la campanilla sin pudor, con carcajadas sonoras y ensordecedoras, para tapar vuestra sinrazón con las risas, para que los niños transexuales y sus familias dejen de escuchar el ruido del motor que os mueve, ese que os empuja a dañarles sin sentido.

En el lado duro y negro de esta historia, los porcentajes, las tasas altísimas de suicidios o intentos de suicidio dentro del colectivo transexual en todas las edades. Adultos que fueron niños incomprendidos, menores que son hoy acosados y agredidos. Personas arrinconadas por seres, presuntamente humanos, enfermos de ignorancia e intolerancia. Los que tiran la toalla, los que no pueden más.

Y en el lado luminoso, los niños que sonríen al obtener su verdadera identidad. Y sus padres y sus hermanos y sus amigos, todos los que los aman, todos los que los protegen, todos los que se plantan entre el mundo hostil y ellos como un escudo humano de amor y humor. Los que consiguen continuar con su camino, esquivando chungobuses.

Mientras debatimos sobre los posibles límites de la libertad de expresión, sobre lo tipificado en nuestro Código Penal, que no moral... Mientras intentamos construir una sociedad lo suficientemente madura como para tolerar incluso lo que no comprende. Mientras soñamos con una educación que, desde niños, nos enseñe a respetar y a respetarnos,  podemos aprovechar para echarnos unas risas acerca de los múltiples chungobuses que atascan la evolución e impiden que fluya y circule la vida de cada uno en paz.

A reírse. Que a los que no les duele el dolor ajeno, la risa suele escocerles como una herida en salmuera.

Humor contra la intransigencia, grafitis callejeros y camisetas donde ponga: “Prefiero morir a carcajadas que vivir amargado por tu incomprensión”. ¿Lo habéis cogido? No creo, vosotros solo cogéis el autobús naranja.

Nos reímos y nos vamos a seguir riendo porque lo que hacéis no es serio. Que no, que no nos engañáis.

Nota de la autora

Esta columna está dedicada a mi amiga la de la risa contagiosa, la de los ojos verdes, la madraza de una niña que era niño a la vista de todos, sin serlo.

A esa nena idéntica a ella, que ha llenado su armario de faldas y vestidos –como siempre deseó– y su vida de amor del bueno, todo el que le dan los que entendiendo su realidad, o incluso sin entenderla, la quieren por encima de cualquier duda.

A su hermano pequeño que, con muy poquitos años, ha comprendido mucho más que tantos adultos a lo largo de toda una vida...

Dijsselbloem

A mi amiga, sí, la que está llena de luz, la madraza valiente, divertida y generosa, con una vida tan llena de sentido, incluso cuando duele, que jamás tendría tiempo de poner en marcha un autobús para pasar por encima de otros.

Y, por supuesto, a todos los niños transexuales, a sus familias y a todos los que los quieren y los apoyan.

Hazte reír y que no te engañen.

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