Qué ven mis ojos

Los ladrones se comen el turrón en verano

“Qué difícil es resolver un crimen en el que el cómplice del asesino es el asesinado”.

En el fútbol, cuando un equipo no consigue buenos resultados, las derrotas se acumulan y tras las primeras jornadas empieza a parecer difícil salir del fondo de la clasificación, se suele pronosticar que el entrenador no va a comerse el turrón en su vestuario; o sea que, en diciembre, como mucho, lo van a echar. En España, por razones misteriosas, la política funciona justo al revés, al menos de un tiempo a esta parte: por mal que lo hagan algunas formaciones, por mucho que mientan y roben, blanqueen y hagan trampas, prevariquen, malversen y evadan, siempre se les renueva el contrato. Igual es que los votantes son más bien hinchas, no ven más colores que los de su camiseta y están con su escudo a las duras y a las maduras, jalean a sus jugadores cuando les brindan victorias y cuando sólo les dan disgustos.

Benjamín Prado no abandona Rota en agosto "llame quien llame"

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Que el PP siga en la Moncloa es raro. Que no lo desalojen de allí quienes podrían, ni los ciudadanos ni las otras fuerzas parlamentarias, es absolutamente increíble, dado el nivel de corrupción que sale como un humo negro por las chimeneas de la calle Génova, donde llegan a diario titulares de periódico y citaciones judiciales que acusan a los dirigentes conservadores de haber saqueado el país, haber cometido un fraude electoral continuado al financiarse de forma ilegal o, en resumen, de estar a partir un piñón con mafias de toda clase que les pagaban desde las bodas de los hijos hasta los coches que aparcaban en sus garajes y los bolsos que llevaban a las fiestas, quién sabe si con un sobre de dinero negro en su interior. Lo que debería merecer un castigo en las urnas, merece un aval en ellas y en el Congreso, donde ellos se sacan en procesión a sí mismos y los demás, según el caso, los esconden, los sujetan o miran para otra parte, todo en nombre del mismo Estado que esa gente ha dinamitado, del mismo sistema que ha devorado igual que una plaga, igual que la carcoma hace con la madera.

Las últimas investigaciones, llevadas a cabo por infoLibre, se centran en lo que han hecho con la sanidad pública, algo que debería ser sagrado para cualquiera que no fuese un canalla, porque ahí hablamos de la vida de las personas. Pero ellos no lo ven así, sino como otro simple negocio, algo con lo que se puede especular a gusto, del modo en que lo intentan, y por lo general consiguen hacerlo, con todo lo que al ser de primera necesidad, como el agua, la recogida de basuras o hasta los servicios funerarios, es inevitable. Lo que pasa es que en esos y en este caso, no tenemos escapatoria, porque podemos comer menos para que sus neveras estén bien abastecidas; llenar menos el carro de la compra para que no falte de nada en sus despensas y hasta formarnos menos y peor en las escuelas y en los institutos para que unos cuantos se aseguren el dominio intelectual y económico del presente y del futuro; podemos vivir a oscuras o con frío para que los presidentes de las compañías eléctricas cobren cuarenta y cinco mil euros al día y los ministros entren en sus consejos de administración a través de la puerta giratoria que hay tras la tribuna del Congreso; incluso podemos irnos a vivir a casa de un pariente cuando nos desahucian los mismos bancos a los que hemos rescatado y cuyos directivos se ponían antes de saltar por la borda sueldos y pensiones astronómicas que les pagamos sus clientes, esos a los que abrasan con comisiones fraudulentas, cláusulas suelo, hipotecas con gato encerrado y demás: para nosotros los recargos y para ellos las tarjetas black; pero lo que no podemos conseguir, por mucho que nos apretemos el cinturón, es no enfermar. Al contrario, las restricciones miserables que le han impuesto a la Sanidad pública sirven para empeorar nuestra vida, acaban con nosotros, nos llevan en línea recta desde el ahorro de medicamentos que han dictado en las consultas hasta la entrada de urgencias del hospital. Y aún quieren cobrar el transporte en la ambulancia.

Mientras todo eso ocurría, se cerraban sanatorios como el Puerta de Hierro en Madrid y los pacientes se morían en los pasillos de las clínicas, el PP de la capital, según se ha sabido gracias a las investigaciones de infoLibre, se llevaba una mordida del uno por ciento en la construcción de nuevos hospitales y también en la de nuevas carreteras. Esa comisión la enmascaraban en un supuesto presupuesto, por decirlo con una aliteración, necesario para desarrollar unos fantasmagóricos Planes de Información, que es un nombre de la familia de las indemnizaciones en diferido con que Cospedal justificaba el sueldo del tesorero Bárcenas y la movilidad exterior, como llamó Fátima Báñez a las oleadas de emigrantes que se ven obligados a cruzar nuestra frontera para buscarse la vida en otro sitio. La técnica para arañar dinero, en este caso, era sencilla: imponer a los adjudicatarios de obra de la Comunidad de Madrid que destinasen el 1% del presupuesto a anuncios institucionales que, en realidad, no eran otra cosa que actos electorales del PP. El resultado es el de siempre: gigantes de la privatización como IDCSalud han ingresado 2.608 millones de dinero público en cuatro años, porque los favores se pagan, y a las radiales que trataron de imponernos y los conductores se resistieron a utilizar, les vamos también a sacar las castañas del fuego, se las va a rescatar, algo que aquí y ahora significa que se mandarán lanchas para salvar a los almirantes y a los marineros se los arrojará a los tiburones. Todo esto es parte de la trama Púnica, una de las incontables redes de corrupción en las que está implicado el partido al que aún, y al menos por ahora, más se ha apoyado en las últimas elecciones. Quién sabe por qué. Quién sabe hasta cuándo.

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