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Urgente: Dios salve a América

Lo ocurrido el fin de semana en Charlottesville (Virginia) no es un hecho aislado. Es el síntoma de una enfermedad. Donald Trump es otro síntoma, casi tan grave, de que las cosas no van bien. El vídeo que abre la columna es de 1947. Era parte de una campaña para educar a los estadounidenses contra el fascismo. Vuelve a ser necesario.

Los supremacistas blancos, mejor decir fascistas, neonazis y racistas, siempre han estado ahí, como un virus más o menos durmiente incrustado en la vida política de EEUU. Barack Obama los despertó sin desearlo de su letargo, les dio una causa: luchar contra un presidente negro.

No todos fueron tan groseros en su racismo. La mayoría optó por el circunloquio y el sinónimo. Detrás de los ataques constantes y desmedidos contra él, su familia y su política fluía un rechazo a su color. Se le discutió todo, incluso, la legitimidad del cargo. Sostenían, entre ellos Trump, que no había nacido en EEUU.

De ese magma que agitan presuntos periodistas, a los que algún tribunal debería juzgar como instigadores de la violencia, surge el odiador en jefe, Donald Trump, actual presidente de EEUU. Los neonazis de Charlottesville son la fuerza de choque de sus votantes. En este vídeo, John Oliver retrata a Trump.

Al principio, el presidente condenó la violencia “de muchos lados”,  equiparando racistas con antirracistas. Le costó dos días reprobar a los organizadores de la marcha: supremacistas, neonazis y racistas. Cuando lo hizo, parecía un autómata leyendo algo en lo que no cree. Fue la presión de los medios y de su partido lo que le obligó al matiz.

La cadena CNN, maldita para la Casa Blanca, habló de tres errores garrafales del presidente. Han sido muy generosos porque son más. En este otro vídeo, Steve Colbert no tiene pelos en la lengua. Los cómicos están firmando las mejores crónicas de actualidad.

No ha durado mucho la farsa de lo políticamente correcto. Trump aprovechó una rueda de prensa celebrada el martes para volver a la condena inicial de los dos bandos, que en realidad es la condena a uno, al que llamó la “izquierda alternativa”. También dijo que había “buena gente en ambos lados”. Es decir, entre los nazis también hay “buena gente”. Este texto de Jeffrey Toobin en The New Yorker es muy bueno: “Donald Trump, Steve Bannon and Charlottesville”.

Poco antes de culpar a la izquierda alternativa, el presidente retitueó a un personaje despreciable como Jack Posobiec, conocido por ser el inventor de la conspiración del pizzagatepizzagate: una falsa trama de supuesta prostitución infantil vinculada a Hillary Clinton que acabó en un atentado cometido por otro loco. Si quieren saber más del personaje, pinchen en Jack Posobiec: 5 fast facs you need to know.

 

Hay cuatro pilares mediáticos a tener en cuenta si queremos entender la fabricación de este clima político: la cadena Fox News, el radiofonista Rush Limbaugh, Alex Jones, de Info Wars, y Steve Bannon, aún consejero de estrategia del presidente con sueldo público y creador de la web Breitbart. Son los más visibles pero hay muchos más. En Twitter son una legión bien organizada.

Fox News ha sido el principal propagador de noticias falsas sobre Obama y Hillary Clinton. El expresidente de la cadena, Roger Ailes, otro tótem de la extrema derecha de EEUU, y alguna de sus estrellas, como Bill O’Reilly, tuvieron que dimitir por acoso sexual. Resiste uno de los peores: Sean Hannity. Este es el canal que expande el virus del odio.

Los supremacistas, es decir los neonazis estadounidenses, son el hilo conductor de los blancos que se sintieron perdedores con la abolición de la esclavitud el 1 de enero de 1863, la gran obra de Abraham Lincoln. Tres años después de que la población negra dejara de ser esclava nació el Ku Klux Klan. Su objetivo era impedir la igualdad de derechos. Tuvieron éxito durante 101 años, hasta que el presidente Lyndon B. Johnson firmó la ley de Derechos Civiles en julio de 1964. Solo han pasado 53 años. Fue antes de ayer. Las leyes han cambiado, pero no el magma, que sigue fluyendo. Como sucede con el machismo y otras tantas lacras.

Lo he escrito alguna vez en esta columna: un dirigente responsable no debe abrir jamás el baúl del odio, en el que cada país guarda sus afrentas históricas, reales y ficticias. Trump lo abrió y aireó durante la campaña electoral y lo sigue ventando prisionero de un lenguaje agresivo y duro desde la Casa Blanca.

Los baúles del odio conducen a guerras, a nuevas afrentas y a la necesidad de un formidable esfuerzo colectivo para conseguir meter de nuevo los demonios bajo siete llaves. La UE, con sus crecientes defectos, es un ejemplo de esa voluntad. También la arquitectura legal en defensa de los derechos humanos nacida después de 1945.

A Trump se le han dado de baja varios empresarios de su pomposo comité industrial, que este miércoles lo disolvió vía Twitter.

 

La Internacional del Odio

La Internacional del Odio

El presidente no destaca por su capacidad para encajar críticas. Si fuera boxeador se diría que tiene la mandíbula de cristal. A cada dimisión ha contestado con tuits que rozan el insulto y el desprecio. De momento, lleva más tuits contra los empresarios díscolos que contra los supremacistas y los neonazis.

El tercer grupo de racistas se engloba en lo que llaman Alt-right, que significa la derecha alternativa. Su líder es Richard Spencer, que participó en la marcha de Virginia. Spencer es amigo de Bannon, tiene hilo directo con la Casa Blanca. A este nacionalista blanco se le olvida en esta entrevista que antes de ellos estaban los indios.

Lo ocurrido en Charlottesville nos devuelve a la iconografía retrógrada de los años 60, sobre todo por las antorchas. Ahora que mandan, los amigos del KKK ya no necesitan llevar capucha. Dios salve a America. Lo van a necesitar.

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