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Aquí me cierro otra puerta

La pandemia, Almeida y la batalla neoliberal

Quique Peinado

Querido lector, querida lectora. Haced memoria y tratad de pensar en cualquiera de las conversaciones que hayáis tenido en estos días sobre el comportamiento de la gente en la pandemia. Reflexionad si vosotros/as o alguien a vuestro alrededor ha dicho: “Pues yo lo hice mal”. Posiblemente no lo hayamos dicho ninguno, nunca.

Y lo hemos hecho mal todos, en algún momento. Por no saber decir que no a alguna situación social, por relajarnos, por lo que sea. Pero una de las cosas que he sacado en claro de esta pandemia es que la tendencia a socializar los errores y privatizar los éxitos la tenemos muy extendida en esta sociedad. Pasamos de la época de la policía de balcón, en la que la rabia por hacerlo bien en primera persona nos llevaba a descargar cierta ira contra los que pensábamos que no se sacrificaban, a un estadio mucho más mezquino: nosotros lo hacemos mal, no lo reconocemos y ponemos el grito en el cielo por todos los demás.

La victoria semántica y filosófica del neoliberalismo en los últimos 30 años es tal, la extensión de su poder en todos los estadios de nuestras relaciones es tan abrumadora, que quizá esto sea el mayor exponente. Otro ejemplo, también con la pandemia: queremos ser cada vez más individualistas, queremos que cada vez se nos controle menos, pero acudimos al Estado para echarle la culpa. En lo malo que nos pasa estarán las instituciones y la sociedad, en lo bueno de lo que se hace estaré yo. No quiero pagar más impuestos pero quiero una PCR por cada español. Aplaudo a los sanitarios, que es gratis y puedo mostrar lo bueno que soy, pero no quiero un duro más para sus sueldos. Y me comporto mal porque el Estado me lo permite. Siempre gano.

El yo está en el éxito, el tú está en la culpa. No hay un “nosotros” real, solo asumimos la solidaridad si no nos cuesta un esfuerzo. Y este es el caldo de cultivo ideal para que el neoliberalismo se imponga aún más. Yo tengo mis objetivos, que son accesibles porque los consiguió el de enfrente, y asumiré todos los méritos que me lleven a acercarme a ellos y echaré la culpa a los demás de que no los logre. Y en el camino me dejaré el sentimiento de grupo, la solidaridad entre iguales, el compañerismo, el sindicalismo… qué sé yo.

Cuando Martínez Almeida accedió a la alcaldía de Madrid, dejó claro, en connivencia con sus socios, que retiraría subvenciones a lo que llamaban “chiringuitos políticos” como la Federación de Asociaciones Vecinales de Madrid. En realidad contra lo que se lucha es contra el asociacionismo, porque si se cortan esas redes, lo que se fomenta es el individualismo atroz, la casa en Las Tablas, tu coche, tu piscina, tu pádel, no conocer a tu vecino. Y si no conoces a tu vecino, lo temes. Y si lo temes, votas a quien te soluciona los temores.

Cortar ese círculo neoliberal requiere políticas valientes y sin miedos, pero también ganar la batalla del discurso. Hacer valer que el de enfrente importa. Que el de al lado eres tú. Que tus fracasos también son tu culpa y que en tus éxitos participan todos. Que nadie se hace a sí mismo. Que la solidaridad también es sacrificio. Que, de hecho, solo es sacrificio. Y que sí, en la pandemia todos lo hemos hecho mal de una forma o de otra.

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