El Ojo Público

Telemadrid sale a la calle para recuperar los buenos tiempos

Una de las retransmisiones del World Pride en Telemadrid.

La televisión autonómica madrileña ha vivido su semana más intensa con motivo de la celebración mundial del World Pride en la capital. Las múltiples horas de transmisiones en directo de los principales eventos han tenido un muy amplio reflejo en los informativos diarios, y han sido complementados con la emisión de obras de ficción, documentales y espacios de producción propia que han protagonizado una programación fundamentalmente dedicada al evento, complementada por su segunda cadena. Se ha tratado, en lo ideológico, de una fuerte y democrática apuesta por la igualdad, concretada en dar visibilidad efectiva a colectivos perseguidos en la mayor parte del mundo, y que todavía en una España que reconoce sus derechos, sufren continuos ataques y discriminación en terrenos tan sensibles como el laboral. En el ámbito interno de la empresa, el despliegue ha significado la recuperación de medios técnicos arrumbados desde hace una década, unidades móviles, cámaras, controles de emisión, y un largo etcétera de medios complementarios, que han sido puestos de nuevo a punto. Y con ellos, a cargo de ellos, profesionales expulsados de la empresa por el ERE de enero de 2013, que la Justicia consideró "no ajustado a derecho".

Nada de ello se podía predecir hace tan solo unos meses. La nueva Telemadrid, diseñada por el gobierno de Cristina Cifuentes, nacía en medio de retrasos y con una personalidad jurídica de sociedad anónima, dependiente del Consejo de Gobierno y no del Parlamento Regional. Su director general, José Pablo LópezJosé Pablo López, no contó con el apoyo de la oposición, que calificó el nombramiento como "teledirigido", después de que su elección fuera profetizada por algunos medios de comunicación aún antes de que se abriera el concurso.

 

Tampoco ayudó el golpe de mano en el Consejo de Administración, que sustituyó a la acordada presidencia rotatoria por el nombramiento de una presidenta para seis años en la persona de Mari Pau Domínguez, propuesta por Ciudadanos y apoyada por el bloque de consejeros más cercanos al gobierno del PP. En esos momentos, la cadena de radio Onda Madrid cosechaba un número insignificante de oyentes, la primera cadena de televisión se movía por debajo del cuatro por ciento de audiencia, y la segunda cadena, La Otra, ofrecía múltiples horarios en cero técnico, un número tan pequeño de espectadores que resultaba imposible de cuantificar por los medidores de audiencia. Todo ello conformaba una situación de irrelevancia, de falta de presencia entre los madrileños, que había llevado a la antigua y exitosa Telemadrid de los noventa y principios de 2000, omnipresente en la vida madrileña, al descrédito primero, y al olvido después, tras una larga década consagrada a la propaganda de Esperanza Aguirre e Ignacio González.

A mediados de mayo, y por iniciativa suya, mantuve una amplia conversación con el director general de la empresa. No se trató de una entrevista periodística, sino de un intercambio de impresiones. José Pablo López habló de un proyecto industrial para la empresa, imprescindible dado el escaso presupuesto, y de su iniciativa para devolver las cámaras a la calle para recoger la actualidad madrileña y volver a tener presencia entre los ciudadanos. Afirmó sus intenciones de recuperar producción propia y hacerlo con el concurso de personal que había sido despedido. Adelantó el fichaje de profesionales contrastados para hacer unos informativos plurales y neutrales en lo político, y aceptó que devolver credibilidad y audiencia a Telemadrid era una tarea impensable a corto plazo,pero se mostró ilusionado en conseguir esos objetivos con el transcurrir de meses y años de trabajo y dedicación. Nada publiqué de aquellos propósitos que, en aquel momento eran, al menos, un catalogo de buenas intenciones.

 

Ha pasado mes y medio desde aquella conversación, y no he vuelto a tener contacto alguno con López. He seguido con atención espacios de producción propia, como los Informativos, y he hablado con trabajadores actuales y víctimas del ERE, he seguido sus impresiones en redes sociales, y he consultado con miembros del Comité de Empresa. Los resultados de audiencia, aún muy por debajo de la media de las televisiones autonómicas, ofrecen signos de haber salido de la atonía anterior, con algunas transmisiones de fiestas y eventos que llegaban a multiplicar el seguimiento medio. Otro tanto ha ocurrido con acontecimientos institucionales en la región y en la capital, a los que se ha dado amplia cobertura, sin que pesara el color político de cada administración. Falta por ver si se produce una similar atención cuando se trate de movilizaciones y protestas que conciernan al gobierno de Cristina Cifuentes. No se ha producido una vuelta masiva de los trabajadores expulsados, algo impensable con el actual presupuesto, y que supondría una plantilla inasumible en términos, no solo económicos, sino de eficiencia... Pero se ha cambiado el signo de las contrataciones eventuales y temporales para los despedidos: donde antes había un veto radical, ahora se les otorga prioridad. Docenas de ellos han vuelto a sentarse en las mesas de edición, en los mandos de unidades móviles, en los controles de emisión; y no se trata solo de trabajo esporádico: en las últimas horas se han otorgado nueve plazas de contratos eventuales por tres meses a otros tantos periodistas despedidos, y se han otorgado por criterios profesionales de antigüedad y mérito.

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La vía emprendida por esta nueva Telemadrid otorga así alguna esperanza para los medios públicos de comunicación. Tras el acuerdo parlamentario para la reforma de RTVE, que aún tardará en plasmarse tres o cuatro meses, y las mejoras emprendidas en la radio televisión extremeña, serían las luces del sombrío panorama de los medios públicos: TV3 dedicada a la propaganda independentista; Canal Sur al servicio del gobierno del PSOE, y rodeada de escándalos económicos; TVG sometida a continuas denuncias de manipulación; la nueva Canal Nou sin terminar su refundación, o Castilla-La Mancha adelantando reformas de control, pero aún sometida a sospechas de parcialidad informativa...

Según los trabajadores, Telemadrid necesita órganos internos de vigilancia y control, como un Consejo de Informativos elegido por los implicados, pero la gran mayoría se muestran ilusionados y realistas. Saben que será largo y difícil volver al esplendor de su mejor época, pero del fatalismo de los últimos años, se ha pasado al ánimo de un trabajo con esperanza.

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