El Ojo Público

TVE: ¡Dios qué buen vasallo, si tuviese un buen Señor!

Jaime Olmo nueva.

Jueves noche. Telediario 2 de TVE. Tal y como se había anunciado, el Hospital del Mar, en Barcelona, se utiliza como plató. A su entrada, Carlos Franganillo recibe al espectador para guiarnos por el recorrido interior. A partir de ahí se inicia una radiografía de las realidades de la pandemia, sin tópicos, sin caminos trillados, sin cortapisas; se trata de un viaje al corazón del "bicho", de mostrar la vida en el corazón -otra vez el corazón- de los protagonistas: las víctimas -lo primero los enfermos, que luchan por sobrevivir-, los médicos, enfermeros, celadores; ese conjunto que denominamos "personal sanitario". Pero va más allá en su recorrido por lo que es una auténtica factoría de salud: ingenieros, limpiadoras, camareros y cocineros, psicólogos, animadores, personal de mantenimiento, farmacia... aunque con frecuencia podamos colegir que se trata de un solo cuerpo en el que especialidades y oficios se entremezclan con una sola función: salvar vidas.

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Pero hablamos de un telediario, un tiempo informativo de televisión, que pretende mostrar la verdad de la pandemia. Y Franganillo lo sabe. Está omnipresente en los planos, pero sabe difuminarse (como todo buen guía) para que destaquen los testimonios -¡qué testimonios!- de los protagonistas. Rezuman humanidad. Están llenos de realismo, de cotidianidad, de normalidad (en un tiempo y circunstancia tan alejados de lo que eran antes de explotar la pandemia). Se muestran momentos de "bajón", de ansiedad, de desánimo.., pero también de lucha continuada para mantener precauciones hacia las propias familias, de consuelo anímico a los enfermos, de lucha -otra vez lucha- para que nadie se rinda a la enfermedad. Y no se hurta al espectador los fallos, las críticas a los más altos responsables; los mismos a los que hemos visto trabajar con intensidad son protagonistas de las reivindicaciones de más y mejores medios; denuncian las condiciones laborales y los recortes en la sanidad, que han demostrado que "la mejor sanidad del mundo" era un concepto propagandístico, mientras el austericidio detraía personal y camas hacia el negocio privado. Y esa realidad se mostraba con datos rigurosos, comparativas esclarecedoras, el mejor arma contra bulos de unos y propagandas de otros.

Pero hablamos de un telediario, de un tiempo informativo de televisión. Leo, mientras escribo, múltiples mensajes de elogio a Carlos Franganillo; sumo el mío con entusiasmo. Pero un telediario es más, mucho más, que un presentador convincente, y hasta brillante. Sería muy injusto no destacar al equipo de redacción que ha dedicado muchas horas a documentar el conjunto, a obtener los mejores testimonios, a completar cada aspecto del relato; junto a ellos, y sin olvidar el operativo de producción que ha dispuesto los medios necesarios, la gente de imagen y realización que ha vigilado el ángulo de cada plano, de cada tiro de cámara, las transiciones de una sala a otra del complejo hospitalario, de unos protagonistas a otros... y con todos los ingredientes obtener un ritmo televisivo a lo que se ve y se escucha, sin saltos que rompan el relato en su conjunto, que conformen un programa compacto y no una sucesión de reportajes parciales. Y el broche, como es habitual, de Carlos del Amor. La pequeña anécdota individual de ver el mar elevada a categoría universal de vida y libertad. Sensibilidad, humanidad: palabras justas que quieren ser poesía, imagen plena de lirismo, música adecuada... y la esperanza como mensaje final.

Este telediario se emitía pocas horas después de que la máxima responsable de RTVE compareciera ante la Comisión de Control Parlamentario. Allí, ante los miembros de las distintas fuerzas políticas, Rosa María Mateo ha señalado que hace trece años que no se convocan oposiciones en RTVE, que la edad media de la plantilla es muy alta frente al vertiginoso cambio tecnológico, y ha concluido que la empresa pública necesita, precisa, de una financiación estable y una renovación de su actual plantilla. Entretanto RTVE se enfrenta a críticas internas por la proliferación de productoras externas y los responsables políticos se enredan en acusaciones -ciertas o infundadas- de manipulación informativa, mientras llevan tres años sin ser capaces de consensuar una dirección estable que acabe con la provisionalidad. Unos y otros pretenden utilizar en su beneficio este medio de comunicación; a unos y otros se les olvida que se trata de un medio público, que sus dueños somos los ciudadanos. Los trabajadores de RTVE han demostrado este jueves, a través del Telediario 2, que hay talento, ilusión y capacidad de trabajo para ofrecer un ejemplo de buena televisión pública; que son, como glosó el cantar de Mio Cid, "¡Dios, qué buen vasallo, si tuviese un buen Señor!".

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