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Pascua Militar, ¿qué Pascua?

La reciente Pascua Militar vuelve a poner sobre la mesa la necesaria renovación de algunas celebraciones de las Fuerzas Armadas. Entiéndase que no estoy contra las celebraciones. Creo que son un momento ideal para reunir a compañeros y personas que comparten objetivos comunes y que homenajean a los suyos. Cualquier celebración debe seguir ciertos ritos y eso es justamente lo que llama la atención de la celebración de la Pascua Militar y lo que, consecuentemente, propongo cambiar.

La palabra Pascua tiene un significado netamente religioso. Deriva del momento en que los judíos abandonan la tierra de Egipto por intercesión de Yavé según cuenta la biblia. De ahí, y por la incorporación que hace el cristianismo, la Biblia judía como el antiguo testamento de la cristiana, las grandes fiestas del cristianismo son conocidas como Pascuas. La palabra empezó aplicándose solamente a la celebración de la resurrección de Jesucristo, dado que se celebra la última cena durante la celebración de la Pascua judía. Hoy en día se aplica a cualquier fiesta mayor del rito cristiano.

El primer contrasentido es, en un Estado aconfesional como el nuestro, mantener la denominación Pascua, cuya última etimología (la hebrea) confiere al término el significado de “pasar”, posiblemente porque el ángel exterminador pasaba de largo de las viviendas en cuyo dintel aparecía la sangre del cordero pascual sacrificado por orden de Jehová. Y justamente eso es lo único que no debe ocurrir en la Pascua Militar: Pasar.

Lo cierto es que esta celebración debería abrirse más, mucho más a la sociedad civil. Quienes postulamos la existencia de unas Fuerzas Armadas imbricadas en el tejido social, no como un estamento al margen, sino como unos funcionarios que deben cumplir un deber de extraordinaria importancia como es la defensa de nuestro país, por otra parte cada vez más subsumido en organizaciones supranacionales, echamos de menos una mayor participación de esa sociedad civil en la celebración. Incluso algunos preferiríamos que cambiara su nombre, eliminando el concepto Pascua. De ese modo se alejaría la imagen de unas Fuerzas Armadas demasiado cerca a una confesión religiosa para un Estado aconfesional.

La Pascua Militar es un momento idóneo para pedir, una vez más, la modernización de las Fuerzas Armadas. No sólo en su equipamiento y en el material militar, sino en la realidad intrínseca de las mismas. Debería cundir el ejemplo de Carlos III, que redactó unas Ordenanzas Militares que han mantenido su vigencia más de dos siglos y de las que se oye hablar con un orgullo y una pizca de nostalgia a ciertos jefes militares lo que no casa bien con los tiempos actuales y la necesidad de un ejército del sigo XXI en sus funciones y funcionamiento interno.

Los poderes públicos, que tanto presumen de la cercanía con los países de nuestro entorno, harían bien en copiar modelos de leyes que tratan a los militares como ciudadanos normales, imponiéndoles, en tiempos de paz y fuera de misiones pacificadoras, el mismo régimen disciplinario, retributivo y laboral que a cualquier otro funcionario del Estado. Carece de sentido que faltas administrativas se castiguen, en tiempo de paz, con penas privativas de libertad, por poner sólo un ejemplo.

La modernización debería así mismo llegar hasta las instalaciones militares. Circulan con demasiada frecuencia fotografías y comentarios por las redes sociales mostrando el pésimo estado en que se encuentran muchas de ellas, o la calidad de las comidas que se reparten. El anuncio reciente de un plan alimenticio para los integrantes de la Legión debería extenderse a todos los cuerpos y armas pero no sólo para evitar obesidades, sino para dignificar la alimentación general, para que no vuelvan a aparecer las citadas fotografías y comentarios. Y sobre todo que a quienes denuncian incorrecciones de ese tipo no se les sancione, como es habitual.

Sería también conveniente que se reconociera de una vez por todas a las asociaciones que agrupan sensibilidades diferentes dentro de las Fuerzas Armadas, y que esas asociaciones fueran invitadas a la celebración anual, llámese Pascua o llámese como se llame, para que se apreciara la necesaria democratización dentro de las Fuerzas Armadas. Y una mayor transparencia a la hora de otorgar ascensos y en general en la carrera militar, como en cualquier carrera de cualquier servidor público funcionario de este país.

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He huido voluntariamente de comentar esta última Pascua Militar. Pero no me resisto a señalar dos cuestiones y hacer una reflexión. La primera, muy seria a mi juicio. Que la ministra del ramo hable de un “nuevo ciclo presupuestario de 15 años para modernizar las Fuerzas Armadas” me parece un escándalo. Hay problemas urgentes que sólo los recortes y una muy mal entendida disciplina están afectando a la calidad de vida de nuestras tropas. Es urgente que se resuelven los problemas detectados y que las investigaciones tanto de incidentes como de accidentes que afectan a las Fuerzas Armadas sean lo más transparentes posible, siempre respetando el necesario secreto de cuestiones que puedan afectar a la seguridad nacional. Que pese a lo manido del argumento, no son todas, ni tantas como señala el gobierno.

La segunda es una pregunta. ¿Qué ocurrió el 2016 para que, emulando a Mariano Rajoy, que nos felicitó el 2016 en su discurso de fin de año, el rey haya hablado del “año pasado 2016” hablando del tercer centenario del nacimiento de Carlos III? ¿No quieren que pase el tiempo? Por cierto, los redactores de los discursos reales deberían ser cuidadosos con las expresiones porque en una primera escucha del discurso, Felipe VI cuando habla del “tercer centenario” parece referirse al de la Pascua Militar y no al nacimiento del rey que fue considerado “el mejor alcalde de Madrid”. Celebremos, pero con todos los ciudadanos o al menos con una representación nutrida de la sociedad civil y las asociaciones militares.

En cuanto a la reflexión, en el inicio de su discurso, el rey habló de “desear lo mejor para el próximo año”, pero ni él ni Cospedal hicieron grandes referencias a ese futuro que se desarrollará para las Fuerzas Armadas en los próximos doce meses. Referencias al pasado, la tradición y cierto olor a naftalina. Y la ministra retrotrayendo todo a los Reyes Católicos, y dejando claro que entonces España era aún algo larvario al reconocer que Isabel creaba las guardias viejas de Castilla y Fernando modernizaba sus ejércitos aragoneses. Nulas referencias al futuro que pasa por una auténtica modernización en profundidad que haga de nuestras Fuerzas Armadas un elemento más dentro de la modernización y democratización de España. Que falta les hace.

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