Foro Milicia y Democracia

El elogio de la Constitución en la Pascua Militar

Joaquín R. López Bravo

El año pasado me correspondió hablar de la Pascua Militar en este mismo foro. Es curioso porque soy civil y con muy escasa vocación militar así que posiblemente el análisis que hago de tan fausta celebración tiene más que ver con la sociedad que deseo que con la que me ha tocado vivir. Así son las cosas y así debemos tratar de cambiarlas. Mantenerlas igual supone un inmovilismo conservador con el que no estoy de acuerdo. Son muchas las cuestiones que del año pasado a este no se han cambiado, o si han cambiado ha sido a peor. Por eso no me resisto a glosar los discursos de la ministra de Defensa, doña Margarita Robles, y de su majestad el rey Felipe VI.

El discurso de la ministra, de casi diecisiete minutos de duración, se ha articulado en tres grandes ejes: Fuerzas armadas como institución, balance del presente año y predicciones para el que viene. Por lo que se refiere al primero, me han preocupado especialmente dos afirmaciones. La primera, que las FAS son los “principales garantes del ordenamiento constitucional” para, un poco más adelante, asegurar que las FAS se “mantienen como garantía de libertad, justicia, pluralismo y solidaridad”. Posiblemente por la necesidad de establecer un discurso laudatorio (quizá no puede ser de otra forma) haya olvidado que muchos militares (según algunas fuentes más de mil) han exaltado la figura del “militar Franco”. Naturalmente olvidan que ese militar traicionó su honor y su juramento alzándose en armas contra un Gobierno constitucional y legítimamente elegido en unas urnas.

Que quienes admiran ese comportamiento y afirman que se ajusta a lo que debe hacer un militar, toda vez que defienden la figura militar del dictador, sean los garantes de la libertad, la justicia, el pluralismo y la solidaridad, y del ordenamiento constitucional, me eriza el vello. Pienso que el Gobierno debería tomar buena nota sobre la necesidad de fomentar los valores constitucionales en las Fuerzas Armadas para que sus miembros lo hagan por convicción y no solo por imperativo legal. La falta de pronunciamiento oficial contra ese manifiesto choca con otra de las afirmaciones de la ministra: que se mantiene a “las FAS y Guardia Civil alejadas de decisiones partidistas y coyunturales”. No creo que la actuación del Gobierno haya contribuido a mantener ese alejamiento.

Habla la ministra del compromiso de España y sus FAS con la paz en el mundo. Y hace bien. Hace treinta años intervinieron por vez primera en una misión de paz de la ONU, y no han dejado de hacerlo en este tiempo con el balance de 336 fallecidos a finales de 2017 (serán, por tanto, más) y un número indeterminado de heridos. Eso sin conocer, por tratarse de asuntos de Defensa nacional, cuántos miembros del CNI hayan podido caer en el desempeño de sus misiones. Nuestras FAS son las que mayor número de personas tiene desplegadas en misiones de paz de la Unión Europea, más de tres mil. Por todas esas personas nos debemos sentir orgullosos de ese papel pacificador, más cuando sabemos que suelen contar con un equipamiento manifiestamente mejorable, las más de las veces anticuado, y sólo su valor y su experiencia ha conseguido mantener la paz en lugares tan difíciles. Esas son las FAS de las que me siento orgulloso. Y creo sinceramente que nuestro país también se defiende con misiones en esos conflictos externos en este mundo globalizado.

Pero hasta en esto la ministra ha tenido un desliz. “De estos hombres, y de sus mujeres y de sus familias, nos sentimos orgullosos”. También de esas mujeres militares y de sus maridos, y así mismo de quienes son simplemente parejas de hombres y mujeres sin haber alcanzado el estatus de esposos o esposas. Las palabras son importantes porque además de describir, crean realidades. La antigua fábula de la rana sorda que se atribuye a Hsien-Sheng Liang es un ejemplo clarísimo de ese poder. No comparto el uso indiscriminado de femenino y masculino como signo de “corrección política”, con estulticias como miembros y miembras, pero sí me parece que cuando se reconoce algo a un género debe reconocerse al otro si efectivamente se dan las mismas circunstancias para ambos. Sería bueno que la ministra (o quien le escribe sus discursos) lo tuviera en cuenta, porque en el resto del discurso sí se ha sido extraordinariamente cuidadoso con la mención por igual a mujeres y hombres, lo que es de agradecer.

Aseguró la ministra que lo más importante son las mujeres y hombres que constituyen nuestras FAS. Y no se puede estar más de acuerdo. Por eso llama la atención que se les escuche tan poco. Que las peticiones que las diferentes asociaciones llevan al Consejo de Personal de las FAS (las que tienen la suerte de llevarlas) parezcan caer en saco roto. Ha hablado la ministra de “potenciar políticas de igualdad”. Es de suponer que no volveremos a ver casos como los de la aspirante a psicóloga militar desestimada por lucir un tatuaje que sólo se veía con el “uniforme femenino” porque, tal y como el Ministerio aseguró, se cambiarán las bases de las próximas convocatorias de procesos selectivos de acceso.

Cabe preguntarse, además, si seguirán existiendo uniformes femeninos y si los chalecos antibalas se diseñarán, por fin, para cuerpos femeninos. Y si por fin llegará una mujer a general de brigada, ya que el empleo más alto alcanzado por una mujer es el de coronel y sólo dos mujeres, tenientes coronel, tienen mando operativo. O si aumentará el número de oficiales femeninos, acorde con el porcentaje existente entre tropa y marinería o entre las funcionarias y los funcionarios civiles donde la mayoría son mujeres, un 57,8%. Y si se estudiarán con más rigor los casos de acoso y no se ascenderá al acosador mientras se expulsa (o casi) a la acosada si protesta, o si acabarán las marginaciones por expresar su opinión como la cabo Teresa Franco. Esas son políticas relativamente sencillas de aplicar si hay voluntad. Ojalá se cumpla lo expresado por la ministra.

En cuanto al futuro, poco más que seguir como estamos, mejorando nuestra participación en organismos militares internacionales y europeos, potenciar los sistemas masivos de tratamiento de datos y de Inteligencia Artificial y dos promesas más esperanzadoras: la digitalización del patrimonio documental de las FAS para que los investigadores tengan un acceso más fácil al mismo, y la potenciación de la cultura en Defensa, con la implantación de un Plan de cultura en la defensa. Nada sobre las reivindicaciones de los militares que a los 45 años son despedidos sin que se les tenga en cuenta ninguno de los cursos que han realizado durante su servicio en las FAS porque nadie se los convalida. Quizá debería haber hecho mención si existe un plan para cumplir lo dispuesto en la Ley 8/2006, de 24 de abril, de Tropa y Marinería: “el Ministerio de Defensa gestionará y convendrá con instituciones públicas y entidades privadas acciones orientadas a la incorporación laboral de los militares profesionales de tropa y marinería”.

El rey Felipe VI no introdujo grandes novedades sobre el discurso de la ministra. Los discursos institucionales es lo que tienen. Hizo un recordatorio del V Centenario de la vuelta al mundo (como la ministra) calificándolo como el primer gran hito de la globalización, e hizo una encendida defensa de la bandera, como símbolo de la nación, unidad e integridad, símbolo de todos. Y no obvió que el año pasado se han cumplido los 175 de la adopción de la bandera por todos los ejércitos de España, convirtiéndose así en la Bandera de España, “símbolo de su unidad e integridad”. Es lógico que el rey de una nación llame a la unidad e integridad de la misma, pero en los momentos que estamos atravesando, convendría pensar si no habría sido más prudente hacer alguna referencia a la diversidad y un llamamiento a la unidad desde esa diversidad que una afirmación tajante sobre la integridad.

Me ha llamado la atención el empeño de la ministra, y del rey, de señalar la “profunda identificación con la Constitución que han demostrado los integrantes de las FAS y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.” A lo largo de los cuarenta años desde la aprobación de la Constitución, no ha cesado un “bulle bulle” en los cuarteles, a veces muy descarado, como el intento de golpe del 23 de febrero de 1981, otras más tranquilo y algunas con exaltados pronunciamientos como los del general Mena con motivo de la pascua militar de 2006. Algo no debía estar yendo demasiado bien cuando ese mismo año 2006 el entonces ministro José Bono dijo que por fin se había superado el ruido de sables en España.

El rey ha insistido en el papel de garante de la Constitución que se otorga a las FAS. A nadie se le oculta, cuarenta años después, que el artículo 8 de la Constitución, que muchos militares se empeñan en leer de forma separada del resto, fue una concesión a unas FAS que en 1978 estaban más pendientes de no perder su papel de privilegio que de alentar la democracia en España. Y que el artículo 97 pone a toda la Administración del estado bajo el mando del Gobierno que es quien “dirige la política interior y exterior, la Administración civil y militar y la defensa del Estado”. Igual que las FAS no podrían por sí mismas declarar la guerra a otro país, tampoco podrían intervenir sin las órdenes específicas del Gobierno dentro del territorio nacional.

Quizá tanto llamamiento a la constitucionalidad de las FAS se deba a los crecientes rumores internos en las FAS sobre la necesidad de intervenir en Cataluña, que los nostálgicos del autoritarismo ven con tan buenos ojos. Sin el ascendiente de su padre sobre sus compañeros de las FAS, Felipe VI parece asumir más un papel pacificador que uno de autoridad que posiblemente grandes sectores de las FAS no le reconozcan como sí le reconocían a su padre. En cualquier caso un poco más de firmeza y no de aquiescencia no habría venido nada mal. La cultura democrática no ha calado en los cuarteles en donde los militares no son considerados ciudadanos de uniforme sino actores de una política de defensa que parece disgustar al mando cuando proviene de una socialista y además mujer.

Como ya dije el año pasado, y perdón por la autocita, es necesario modernizar esta celebración, sin duda necesaria, pero alejándola del significado que tiene hasta ahora y dando pasos hacia una mayor imbricación de las FAS en la sociedad civil. No cabe duda de que muchos españoles nos sentimos muy orgullosos de la defensa de la paz y la concordia que hacen nuestras FAS por el mundo adelante. Pero tampoco cabe duda de que, sobre todo gente de mi generación, seguimos sintiendo ante una concentración de uniformes más miedo que sensación de seguridad. Ojalá sea cierto que se va a intentar profundizar en una cultura de Defensa, pero sería muy bueno también conseguir que la cultura penetrara en Defensa, y no me refiero al conocimiento o a la erudición, sino a ese cultivarse del ser humano que le hace más libre y responsable y dueño de su propio destino. Para que nadie sienta la tentación de hacernos la Pascua.

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