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Guardia Civil compartida

La decisión del ministro del Interior Grande-Marlaska de no renovar en el cargo al director general de la Guardia Civil tiene sentido y era una medida previsible y deseable. Sin duda han debido ser varios factores los que han contribuido a que tal cese se haya producido. La campaña de las asociaciones profesionales con toda seguridad ha sido uno de ellos. Es cierto que la política de personal en la Guardia Civil es la más importante porque afecta a todas las mujeres y hombres que integran la Institución, que son los que vertebran el día a día de la seguridad. A bote pronto, cuestiones como el intento de retroceso en la jornada laboral, la falta de regulación de un reparto justo de la productividad, la nefasta gestión de los destinos, el ingreso en prisión militar de guardias civiles por la aplicación del Código Penal Militar, la incompleta regulación de los protocolos de acoso sexual y laboral, los obstáculos al ejercicio del derecho a la conciliación, la parálisis de las modificaciones de la ley que rige la carrera profesional y la utilización de la potestad disciplinaria contra los representantes asociativos, son razones para el malestar asociativo y para cuestionar la manera en que se ha dirigido la Guardia Civil en este periodo.

Añádase, a todo ello, la falta de diálogo con las asociaciones, la imposibilidad de generar un clima de participación y el absoluto error en la elección de los colaboradores más cercanos. Todo ello solo podía terminar en un cese de quién ha sido el responsable máximo de tales desatinos. Y es que, la experiencia demuestra que para dirigir con éxito la Guardia Civil hay que huir del boato, de la displicencia, de los halagos y de los “secuestros” del aparato que suponen y contribuyen, –eficazmente por lo que se ha visto hasta el momento– a la separación de la realidad del Cuerpo y de los problemas e inquietudes legítimas de sus componentes. Hay que rodearse de colaboradores fieles, leales y que además conozcan el singularísimo universo cual es la Dirección General de la Guardia Civil. Menos moqueta y más pisar cuarteles y hablar con los y las guardias civiles que prestan a diario diferentes servicios en beneficio de la ciudadanía.

Un gabinete a cuyo frente esté una persona que no tenga la condición de militar es esencial como figura básica para apoyar la gestión de la Directora General, en todos los frentes; singularmente para apoyar la dirección política de la Guardia Civil y la coordinación con la Dirección Adjunta Operativa y los distintos Mandos de Operaciones, Personal y Apoyo, sin olvidar la Secretaría del Consejo de la Guardia Civil.

Quien llega a este cargo ha de saber que el objetivo es que la Guardia Civil sea una Guardia Civil compartida. Me explico. La gestión de la política de personal ha de construirse escuchando a todos y cada uno de los que tienen cosas que decir y aportar. El diálogo y la participación de los legítimos representantes de los y de las guardias civiles en la configuración de los elementos necesarios para la toma de decisiones es absolutamente imprescindible. Todo ello ha de asumirse como una estrategia permanente, que ha de ser permeable a toda la organización y a todas las unidades, estableciendo cauces adecuados, según los criterios desde los cuales se configura la gestión administrativa y pública abierta, potenciando los mecanismos de diálogo y participación. En todas aquellas decisiones que incidan en aspectos que afecten a lo social, lo económico y lo profesional han de haber opinado y haber sido escuchadas las asociaciones profesionales como elemento básico de buen gobierno y de respeto a la condición de ciudadanos que tienen todos los guardias civiles.

Quien gobierne la Guardia Civil ha de tener capacidad de aguantar presión en todos los ámbitos del ejercicio del cargo, escuchando a todos los interlocutores que le rodean y le piden y proponen, simultáneamente, soluciones dispares para los mismos problemas. Tiene que tomar decisiones después de saber lo que dicen unos actores y otros, desde su posición privilegiada y estratégica, impulsando un nuevo modelo de ejercicio del mando, que no olvide su carácter servicial y la necesidad de atender al interés general. Los instrumentos de planificación estratégica han de potenciarse integrando las diferentes sensibilidades e intereses, siempre puesto todo ello en relación con el superior interés del cumplimiento de la misión y del respeto de los derechos fundamentales y profesionales de los miembros de la Guardia Civil, derechos que deben integrarse en lo estratégico como elementos vertebradores del futuro.

El nuevo nombramiento de María Gámez es sin duda una oportunidad para el cambio. Uno de los retos de la nueva directora y de su equipo ha de ser la redacción y elaboración del Plan Estratégico de la Guardia Civil para los cuatro próximos años. Entre los aspectos que se han de abordar ha de figurar la reconfiguración del despliegue territorial, que tiene aspectos estrictamente operativos y otros de gran calado que inciden de manera directa en la vida personal y familiar de los y de las guardias civiles. El plan estratégico, por ello, en relación con estas líneas de acción, no puede elaborarse sin contar con la participación y colaboración de las asociaciones profesionales. Es decir, es estratégico considerar y actuar desde la concepción de la Guardia Civil como algo compartido entre todos los que han de velar por su mejora en todas sus dimensiones, desde un compromiso exigente por conseguir el mejor futuro interno y externo y el mejor servicio para la sociedad española. Nos hace falta una Guardia Civil compartida.

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Mariano Casado es miembro del Observatorio de la Vida Militar (OVM) y asesor jurídico de la Junta Directiva de AUME.

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