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Políticas de Seguridad y Defensa

Los aviones C-101 de la Patrulla Águila, la unidad acrobática del Ejército del Aire, en el desfile del 12 de octubre de 219.

Enrique Vega

No es fácil, hoy día en España, tener claros conceptos tales como seguridad, guerra, defensa e, incluso, fuerzas armadas, porque su utilización “oficial” suele ser más restringida, y en unos pocos casos más amplia, que las definiciones que de estas palabras da la Real Academia Española de la Lengua (RAE) y, por lo tanto, a las que el público general está acostumbrado. No hay que alarmarse por ello, porque, en primer lugar, es un fenómeno prácticamente universal, y en segundo, es inevitable, ya que son conceptos cambiantes en función de consideraciones ideológicas y políticas y de avances tecnológicos de la más variada índole.

Para empezar, la seguridad es algo subjetivo. Lo que en realidad sentimos los seres humanos es inseguridad. Nadie “siente” nada cuando va por la calle tan tranquilo pensando en sus cosas o charlando con alguien. Pero si por donde nos toca ir solos es por una calle (o campo) oscura, solitaria y ambientada por ruidos difícilmente interpretables, es posible que sí “sintamos” algo a lo que solemos llamar miedo, temor o inseguridad. No digamos si en ese placentero paseo de pronto parece estar produciéndose un terremoto. Ahora sí que seguro “sentimos” algo a lo que llamamos miedo, temor o inseguridad.

Nadie, por tanto, es consciente de estar o de sentirse seguro, porque cuando uno está seguro no se siente nada, no se piensa en ello, salvo que se acabe de salir de una situación en la que se sentía inseguro y entonces, y sólo por contraste, nota la sensación de seguridad, que olvida en cuanto su vida se normaliza de nuevo.

Y es también subjetiva porque las condiciones que provocan la inseguridad no siempre son las mismas para todo el mundo. En el tonto anterior ejemplo de una calle solitaria, oscura y de ruidos difícilmente interpretables, la sensación de inseguridad no será la misma para un niño o una jovencita que para un/a fornido/a karateca. Cada uno tenemos nuestros miedos y nuestras inseguridades, en función de nuestras características físicas también, pero fundamentalmente de nuestras características psíquicas, nuestra experiencia vital y nuestra mentalidad. Como bien ha demostrado la actual pandemia, en la que grupos de jóvenes desenfadados están dando prioridad y preferencia a su necesidad de expansión lúdica, desinhibida y libidinosa, a la posibilidad de mantener la general preocupación y disciplina social que se les estaba demandando desde las autoridades y el ambiente general que les rodeaba. Por poner sólo un ejemplo, de los muchos que se podrían poner.

Este esquema es, por supuesto, también válido para las colectividades, los Estados-nación, por ejemplo. Por eso las políticas de seguridad nacionales deberían llamarse en realidad políticas de inseguridad, porque lo que tratan de determinar es precisamente qué contingencias hacen sentirse “inseguros” a sus autoridades y/o ciudadanos.

Y es en esta idea donde podría residir el talón de Aquiles de las políticas de seguridad: ¿quién se siente inseguro y frente a qué? Porque ese quién será quien determine los peligros, quien determine el riesgo de que se presenten esos peligros, quien determine cuándo se han presentado ya y quien determine cómo hacerles frente, como antes habrá determinado cómo prepararse para hacerles frente: que es donde entra una de las principales ramas de la “inseguridad”: las políticas de defensa.

La actual Política de (in)Seguridad española es la definida en la Estrategia Nacional de Seguridad (ESN) de 2017, que titulándose precisamente “Un proyecto compartido de todos y para todos”, está elaborada por el Consejo de Seguridad Nacional con la participación del Gobierno (y sus diferentes Ministerios), el Centro Nacional de Inteligencia y de un Comité Asesor compuesto por profesores universitarios, analistas de centros de pensamiento y representantes del sector privado y de asociaciones relacionadas con los ámbitos de la Seguridad Nacional.

En ella se establece el cómputo de “inseguridades” a los que tiene que enfrentarse la actual sociedad española, rotuladas bajo dos tipos de epígrafes: amenazas y desafíos. Siendo las amenazas aquellas contingencias que comprometan o puedan comprometer la Seguridad Nacional; y los desafíos aquellas contingencias que incrementen la vulnerabilidad, provoquen situaciones de inestabilidad o puedan propiciar, agravar o acelerar las amenazas.

Mientras que las amenazas pueden estar originadas por conflictos armados fuera del territorio nacional, terrorismo, crimen organizado, proliferación de armas de destrucción masiva, espionaje, destrucción o inhabilitación de infraestructuras críticas físicas y acción en los llamados 'espacios comunes globales' (“dominios de especial vulnerabilidad”), el espacio marítimo, los espacios aéreo y ultraterrestre y el ciberespacio; los desafíos pueden estarlo por inestabilidad económica y financiera, escasez energética, flujos migratorios irregulares, emergencias y catástrofes, epidemias y pandemias o efectos derivados del cambio climático.

Ahora bien, si nos fijamos en las preocupaciones (inseguridades) que principalmente “sienten” los españoles en las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas y otros sondeos de opinión demoscópicos, y con base en tres estudios de epdata.es: el correspondientes al año 2017 (año de publicación de la Estrategia Nacional de Seguridad); el de los tres primeros meses del año 2020 (actualidad no contaminada por la pandemia del covid-19); y a un compendio de las principales preocupaciones de la población española desde que hay registros de las mismas, encontramos que las preocupaciones (inseguridades) que afectan a más del 10% de la población española son: en el año 2017, el paro, la insuficiencia económica, el fraude fiscal, la corrupción, la calidad de los políticos y los partidos políticos, y la posible independencia de Cataluña. En los tres primeros meses del 2020, el paro, la sanidad, la insuficiencia económica, el empleo precario, la corrupción, el fraude fiscal, las pensiones y la calidad de los políticos y de los partidos políticos. Y, finalmente, en el compendio de la serie temporal desde que existen registros (www.newtal.es), el paro, el terrorismo de ETA, la insuficiencia económica, la corrupción, el fraude fiscal, la calidad de los políticos y los partidos políticos y la inmigración.

Ninguna de estas preocupaciones (inseguridades) está considerada “amenaza” por la ESN 2017, salvo el (ya inexistente en 2017) terrorismo de ETA de la serie histórica. Por su parte, la correspondencia entre los “desafíos” previstos en la ESN 2017 y las inseguridades detectadas por los estudios sociológicos se limita a los flujos migratorios irregulares de la ESN 2017, que aparecen en la serie histórica, pero no en los baremos actuales (2017 y 2020) y la pandemia (del covid-19) que indudablemente está presente en las inseguridades de la población española a partir de marzo de 2020. Pudiendo quedar la duda de si la inestabilidad económica y financiera de la ESN 2017 puede corresponderse con el paro, la insuficiencia económica y los problemas de empleo citados en las encuestas sociológicas o, más bien, la primera hace alusión a una crisis financiera y/o económica de nivel nacional, mientras la segunda lo hace a crisis económicas personales, simplemente no tenidas en cuenta.

Tampoco por esta no-coincidencia hay que alarmarse, al menos demasiado. Porque hay diferencias conceptuales. Las inseguridades ciudadanas, como buenas inseguridades, son directamente “sentidas” por la población, de forma presente e inmediata, mientras las inseguridades oficiales (las de la ESN 2017) no son “sentidas” tan explícitamente porque o bien son “indirectas”, como el posible terrorismo relacionado con conflictos armados fuera del territorio nacional, o bien actúan de forma “oculta”, como el espionaje o los peligros del ámbito de los espacios cibernético o ultraterrestre, o bien son solo “posibles”, como la proliferación de armas de destrucción masiva, la escasez de recursos energéticos o las epidemias y pandemias.

Pero, quizás, sí haya que alarmarse algo, porque da la impresión de que la ESN 2017 (las Estrategias de Seguridad Nacionales en general) son más bien solamente las inseguridades de las élites: altos cargos oficiales, profesores universitarios, analistas, etcétera, ideológicamente seleccionados por el gobierno de turno y alimentados entre sí a través de encuentros (reuniones de alto nivel, congresos, jornadas, seminarios, etcétera) y publicaciones, en las que se citan y refuerzan unos a otros. Sin, al parecer, tener demasiado en cuenta las inseguridades de los ciudadanos de a pie, en cuanto estas puedan entrar en colisión con el pensamiento dominante y establecido o con los intereses de dichas élites. Algo que llama la atención en un documento que se auto-subtitula: Un proyecto compartido de todos y para todos.

De modo que, finalmente, sí parece adecuada y realista la pregunta inicial, posible talón de Aquiles de las políticas de seguridad nacionales: ¿quién se siente inseguro y frente a qué? Y adecuados y realistas algunos de sus corolarios: ¿Quién determina que las posibles amenazas y los posibles desafíos detectados se han presentado ya? ¿Quién determina cómo hacerles frente? ¿Quién determina cómo prepararse para hacerles frente? Que es donde entra una de las ramas principales de la inseguridad: las políticas de defensa, para cuyo análisis ya no hay espacio, pero que, quizás, pueda haberlo en el futuro.

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Enrique Vega Fernández, Coronel de Infantería ahora retirado.

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