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Es pensar en María y sonreír

Desfile de la Pascua Militar en Sevilla. Imagen de archivo.

Felices primeros días de 2021. Es tiempo de repasar el año que dejamos atrás y de fijar objetivos. La reflexión que traigo hoy se remonta a la muerte de Jesús de Nazaret y el objetivo tiene que ver con las mujeres y el futuro.

Decía Ramón Jáuregui, respecto al tándem Iglesia-Ejército, que “un acto militar no puede empezar con una misa y es cuestión pendiente en España”. Sobre esto, Gaspar Llamazares decía también que “no se está respetando la separación entre Iglesia y Estado”, y “la relación que tiene la primera con las Fuerzas Armadas (FAS) es herencia del nacionalcatolicismo”.

Comparto estas conclusiones. El debate está servido y vuelvo sobre él. ¿Por qué tenemos más de 100 capellanes, llamados páters, aún hoy día en las fuerzas armadas españolas? ¿Sólo porque su presencia existe en ellas desde el siglo XVII?.

En este país hay demasiados aspectos donde no progresamos. Por ejemplo, pensemos en el ejército. Nos llamamos sociedad avanzada pero, ay, no es así siempre. Esta relación Iglesia-Ejército, que lleva arraigada siglos, tuvo de 1932 a 1939 un paréntesis. El Gobierno de la República la suprimió en 1932, pero en la Guerra Civil, en la zona bajo el mando del general Francisco Franco, que se levantó en armas contra el sistema democráticamente establecido, la restauró poco a poco y, cuando finalizó la guerra, dicha relación la impuso por ley.

Dicen que el ejército de hoy nada tiene que ver con el que era, y aluden siempre a la incorporación de las mujeres en las FAS, (acuérdense de esta idea) pero, seamos serios, decir esto es poco profundo. Tiene mucho que ver con lo que era, más que con lo que pudiera haber sido, debería ser o será.

Defiendo la separación entre religión y Estado. Pienso que militares, profesorado, personal sanitario, quienes trabajen para el Estado, deben disfrutar de su religión en el ámbito privado. Considero un sinsentido que el Tribunal Constitucional diga que no se puede obligar a un militar a participar en un acto religioso, pero que obligarlo no es delito, porque podéis imaginar qué consecuencias puede implicar esto para aquella o aquel militar que decida desafiar al sistema.

Hay firmado un acuerdo para que las entidades evangélicas y las comunidades israelita e islámica puedan asistir religiosamente a militares que profesen estas religiones y no se cumple dicho acuerdo. Mientras la católica campa a sus anchas con escoltas militares en procesiones de Semana Santa, más de 100 páters, cumpliendo con el régimen interior propio de la unidad donde están destinados en función de su rango, vestidos de uniforme militar de campaña en operaciones y dando, en definitiva, apoyo religioso y moral a las tropas. Un sinsentido.

Pero quizá tenga todo el sentido de la Historia patriarcal de la humanidad y todo este tinglado responda sencillamente al ninguneo que le hicieron a María Magdalena por ser mujer poderosa, lideresa y capaz de encabezar, junto a Jesús de Nazaret, un movimiento destinado a la igualdad que ahora nos deja a las mujeres como meras espectadoras y destinatarias de la palabra divina interpretada únicamente por hombres.

María Magdalena existió, fue real. Y he descubierto, a raíz de los estudios con perspectiva de género realizados por Juan José Tamayo, profesor de Teología y Ciencias Religiosas, que a través de los hombres que interpretaron los evangelios, de la literatura e imágenes, tenemos en nuestro ideario a una María pecadora, sirvienta, amante de Jesús. Pero la realidad es que disponía de autonomía económica, tenía capacidad para reunir a personas en comidas que se convertían en encuentros de reflexión teórica. La realidad es que perteneció a un movimiento de lucha contra la opresión política y militar que había en ese momento, y ese movimiento formado por todo un grupo de seguidores de Jesús estaba basado en la igualdad entre hombres y mujeres.

Ante un fenómeno revolucionario de esta envergadura, observamos la valentía de quienes se quedan hasta el final apoyando una causa, haciéndola suya. María Magdalena permaneció junto a Jesús hasta el final, hasta que le condenaron a muerte por blasfemo, por pretender alterar el orden social del momento. A quienes se comportan con valentía (muchísimo más si son mujeres), el sistema les pretende aplastar. Ella fue valiente hasta el final.

María Magdalena tuvo una posición privilegiada como discípula, junto a la madre de Jesús (las dos le acompañaron en los momentos más duros, los del ajusticiamiento y luego en los de la resurrección), y ello le otorgaba poder e influencia, también igualdad. Cuando contó lo que había presenciado, los discípulos de Jesús no la creyeron, la ningunearon y si nos detenemos a analizar esto, lo que sucedió fue que los hombres se pusieron al frente del grupo de mujeres que trasladaban ideas de igualdad, y convirtieron lo que gracias a María Magdalena sería el nacimiento de la Iglesia, en un sistema de poder patriarcal piramidal.

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Ella es la heredera de la autoridad espiritual en la Iglesia Cristiana, como apunta J.J. Tamayo en sus estudios. Ella, mujer. Es ejemplo de la emancipación de las mujeres que creen en la construcción de una sociedad sin violencia y sin discriminación. Y observad con detenimiento cómo la ha tratado la Historia, cómo el sistema sigue siendo patriarcal piramidal, cómo los hombres hacen y deshacen. ¿De verdad el ejército que tenemos hoy en nada se parece al que teníamos antes? Demasiado de lo que ahora tenemos se parece a lo que había antes, y todo lo que hoy no se le parece es gracias a la lucha feminista, sí, por ejemplo, la tímida presencia de las mujeres en los ejércitos, otro sistema históricamente patriarcal piramidal que estamos haciendo nuestro por derecho.

¿Cuándo dejará de ser sagrada y venerada la masculinidad?

Sigo avivando el debate en este principio de año después de veinte siglos de Historia: las religiones deben profesarse fuera de nuestras fuerzas armadas Y, desde luego, debe hacerse justicia con el papel de las mujeres en ellas y cambiarlo por completo porque el objetivo es el mismo que nos une a las mujeres, de la milicia y de todas las profesiones y ámbitos del mundo: despatriarcalizar los sistemas, volverlos igualitarios.

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