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Telepolítica

¿Qué pinta Platón en el lío catalán?

La respuesta es sencilla. Nos aclara con nitidez la raíz del problemático debate político que se desarrolla en torno al conflicto catalán. Porque, curiosamente, la gran dificultad que rodea lo vivido en los últimos meses no tiene como eje central la independencia respecto al Estado español. Desde hace meses, he mantenido públicamente que la independencia no era un objeto real de debate, porque no había forma alguna de que se pudiera instaurar en el actual marco legal. Para mí, la independencia nunca ha sido el problema. Lo realmente preocupante ha sido y es la confrontación social que pudiera derivarse de la tensión política generada. Y es aquí donde viene a cuento traer a Platón.

Es indudable que el procés ha aportado interesantes reflexiones sobre el papel del debate en los medios como arma política. Hemos visto estas últimas semanas toda una larga serie de usos del marketing como base fundamental de la propaganda secesionista. Hay que destacar la alta calidad técnica y creativa de esas acciones, aunque parece apreciarse que el resultado final no ha dado los resultados deseados. Ni hay independencia, ni hasta ahora, según las encuestas, tampoco ha crecido el apoyo social en Cataluña al soberanismo. De hecho, cabe plantear una reflexión sobre lo sucedido: ¿Hasta qué punto el abuso de las técnicas de marketing ha podido ser contraproducente, al dibujar un mundo virtual bien distinto de la realidad? Según acaba de reconocer el exconseller de Salud huido a Bruselas, Toni Comín, “se insistió poco en la parte más inquietante del relato y demasiado en las partes que sonaban mejor porque así tenías a la gente más cohesionada”. El marketing fue demasiado lejos con un auditorio que parece haber pecado de inocencia.

En efecto, en los últimos días se ha abierto una encendida polémica sobre la inexistencia de una organización capaz de llevar adelante la tan solicitada independencia. Lo más llamativo de esta comprobación no es sólo la de recordar la cantidad de veces en las que diferentes líderes habían asegurado que todo estaba más que preparado, desde Artur Mas hasta el propio Carles Puigdemont. Resulta llamativo recordar la fe con la que los ciudadanos independentistas creían benévolamente, a finales de septiembre, lo que les decían, según el barómetro de Invymark para LaSexta:

 

¿Cree usted que Cataluña está preparada para independizarse totalmente de España?
Total 25/9/17 ERC PDeCat PSC CSQEP PP Cs CUP
42,6 93,6 84 8,6 50,6 0,8 1,1 96,5
No 50,0 3,2 6,9 85 41,9 96,9 95 2,4
Ns/Nc 7,4 3,2 9,1 6,4 7,5 2,3 3,9 1,1

Como puede verse, casi la totalidad de los votantes de la CUP (96,5%) creía hace apenas unas semanas que todo estaba preparado para la secesión. Porcentajes no muy lejanos alcanzan los seguidores de ERC (93,6%) y del PDeCat (85%). Por el contrario, era la mayor parte de los catalanes no independentistas la que no tenía confianza alguna en lo que prometían los líderes soberanistas.

Ante la proliferación de voces críticas dentro del independentismo respecto a la falsedad de las expectativas planteadas, se ha producido un nuevo golpe con toda la apariencia de tratarse de una nueva operación de marketing político, visto desde la mejor de las interpretaciones. Marta Rovira ha afirmado que tuvieron que ser cautos y frenar sus intenciones ante las amenazas de ocupación militar por parte del Estado español que desembocarían en baños de sangre de población civil inocente. Las declaraciones las ha hecho a medios afines al independentismo y nadie le planteó una pregunta evidente: ¿Qué cautela tuvieron? ¿Qué parte del procés se detuvo? Basta recordar que la DUI se hizo efectiva y la república catalana se declaró unilateralmente. Y, por supuesto, el ejército no llenó de sangre las calles.

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Si analizamos la mayor parte de los argumentos planteados en defensa del soberanismo comprobamos que la citada declaración de Comín se ajusta a lo sucedido. Casi siempre se ha tendido desde el secesionismo a centrarse en las partes que sonaban mejor porque así tenían a la gente más cohesionada. Para ello, de forma reiterada, se ha insistido en discursos emocionales alejados del uso de datos comprobables. Así, desde el principio, se diseña el discurso en favor no de la independencia (manifiestamente ilegal) sino que se reivindica el derecho de los ciudadanos a decidir sobre su futuro. En la etapa actual, no se habla de las acciones por las que están encausados los líderes independentistas, sino de la anacrónica existencia de “presos políticos”, pese a la evidencia jurídica absolutamente demostrable de que ninguno de los cargos que pesan sobre ellos tiene que ver con delitos de conciencia política.

Y aquí aparece Platón. El filósofo desarrolló la que bautizó como Teoría del Conocimiento. Hoy mantiene una extraordinaria vigencia. Según su teoría, es necesario siempre distinguir entre la doxa y el episteme. La doxa es un concepto utilizado por Parménides que puede traducirse como opinión y que diferencia marcadamente de la verdad. Para Platón, la opinión es un estadio que se sitúa entre la ignorancia y el conocimiento. La gente suele opinar cuando tiene un mínimo conocimiento de un asunto. Pero se trata de una aparente verdad particular carente de comprobación científica. Por eso, pueden convivir una multitud de opiniones que se justifica como pluralidad democrática. Evidentemente, no estamos ante la verdad. Cuando las afirmaciones se basan en el conocimiento científico no estamos ante opiniones, sino ante certezas (el episteme).

El problema en Cataluña ha sido el empeño en intentar confundir las opiniones con las certezas, dejando entrever que se trata sencillamente de puntos de vista diferentes y discutibles. No es así. El soberanismo ha desarrollado una intensa campaña de marketing basada en el mundo de las ideas, es decir en opiniones interesadas alejadas de toda comprobación y centradas en la explotación de aspectos sentimentales que buscan la empatía con sus seguidores a través de la emoción y no de la razón. Cuando alguien intenta contrarrestar una opinión con el conocimiento contrastado, se le acusa de traición a los valores patrióticos y del intento de destruir los honorables sentimientos que les movían. El Parlament cometió indiscutibles ilegalidades, pero se justificó como un mandato ciudadano ineludible. Los bancos se iban a pelear por llegar a Cataluña, pero en realidad se han ido más de dos mil empresas. Europa no podía rechazar el nacimiento de la nueva república y ni un solo país del mundo la reconoció. Era la lucha entre el bien y el mal, como decía Junqueras. A Platón no se le consultó en el debate.

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