Directo
Ver
La gran paradoja del 21A: un Parlamento más soberanista, una ciudadanía menos independentista

Telepolítica

Trumpdemont

Carles Puigdemont ha conseguido convertirse en noticia diaria desde Bruselas. No se recuerda un líder político en nuestro país que haya congregado tal nivel de seguimiento mediático desde su huida a Bruselas hace unas semanas. Su protagonismo ha llevado incluso a sus rivales electorales de ERC a utilizarlo como justificación para pedir la excarcelación de su líder, Oriol Junqueras. Consideran, con evidente razón, que no parece una competencia equilibrada la actividad propagandística que desarrolla el expresident con la que puede desarrollar el cabeza de lista de Esquerra Republicana desde prisión.

Cada una de las impactantes y desmedidas declaraciones de Puigdemont parecen subir la intensidad de su tono. Resulta difícil determinar qué puede llegar a defender al final de la campaña si antes de que ésta se inicie ha superado ya la etapa del delirio. En algunos casos, su actitud manifiestamente provocativa, en el intento de garantizarse su presencia en los medios de comunicación, recuerda al estilo marcado por Donald Trump desde su llegada a la política. En realidad, si reflexionamos un poco en la comparación, encontramos significativas conexiones más allá de la broma de partida.

La irrupción de Donald Trump en la vida política norteamericana ha supuesto una auténtica convulsión entre los estudiosos de la comunicación política. Abundan las investigaciones que intentan entender las claves y, sobre todo, las consecuencias que se derivan del peculiar estilo impuesto por el hoy presidente de Estados Unidos. Curiosamente, algunas de las estrategias practicadas por la administración republicana son perfectamente comparables con las seguidas por quienes han dirigido la estrategia de marketing del procés y que, hoy en día, sigue marcando el método de trabajo de Puigdemont.

Básicamente, podemos hablar de tres aspectos principales que caracterizan su forma de entender la utilización de la comunicación como herramienta de propaganda:

1/ La declaración de guerra. No hay mejor manera de aglutinar en una causa común a un buen número de seguidores que convencerles de que el grupo se encuentra en una batalla contra un peligroso enemigo que busca su aniquilación. “Soy candidato contra los medios corruptos”, declaraba Trump durante su campaña. En Cataluña, el grito popular más coreado en cuantas manifestaciones se han desarrollado ha sido el de “¡Prensa española manipuladora!”.  Para hacer creíble una afirmación tan ridículamente generalizada se ha seguido una técnica eficaz. Se han ido seleccionando ejemplos de burdo periodismo hecho desde Madrid y se han convertido en paradigmas de toda la actividad de los medios españoles. Si se consigue convencer a alguien de que esos casos son en realidad la norma generalizada, ya está hecha buena parte de la labor. A partir de que esa convicción está asumida, cualquier crítica contraria que llegue desde cualquier medio no será considerada como una opinión a tener en cuenta, sino como un ataque malintencionado que forma parte de una indigna campaña de descrédito basada en falsedades. “No leas, ni escuches, ni veas nada contra el independentismo, porque te quieren manipular”.

2/ El uso de la comunicación directa. Para que esta estrategia se pueda mantener en el tiempo es necesario crear un circuito alternativo que permita comunicarse con los seguidores. El trabajo de Puigdemont en Bruselas muestra algunas evidencias. Se niega a hablar con medios españoles no independentistas que, al conocer la situación con detalle, tendrán posibilidad de formularle las preguntas que ponen en entredicho sus posiciones. Sin embargo, la prensa extranjera es más receptiva y siempre tiene menos información sobre los asuntos que se abordan. Se limitarán a hacer de altavoz de sus mensajes.

Así ganaron las elecciones Puigdemont y Arrimadas

En paralelo, se implementa una intensa actividad de comunicación que busca el contacto directo con los ciudadanos, sin que la prensa pueda hacer su obligado trabajo de análisis que enmarca las declaraciones y actuaciones de cualquier político. Trump hizo famosa su utilización diaria de Twitter para lanzar sus consignas unidireccionales a sus seguidores y para marcar a los medios cuáles debían ser los asuntos sobre los que debían hablar cada jornada. Puigdemont, todos los días, tuitea, sube vídeos a la red o utiliza los medios afines para hacer llegar sus mensajes sin filtro alguno.

3/ La simplificación del lenguaje. La utilización de canales que carecen de filtros intermedios se acompaña siempre de un tipo de mensajes determinado. Se trata de lanzar afirmaciones cargadas de aspectos emocionales y combativos. Nunca se aportan datos o se utilizan razonamientos basados en certeza alguna. Suelen ser gritos enérgicos de protesta, de denuncia, de indignación. Como única alternativa, difunde mensajes de optimismo, de ánimo en la batalla, de convocatoria a la resistencia. Las intervenciones están siempre cargadas de adjetivos calificativos que, aunque no aportan información alguna, buscan condicionar el estado emocional de quien le escucha.

Trump, según los estudios realizados por la Carnegie Mellon University, utiliza un lenguaje accesible para un niño de 6º de primaria. Con ello, consigue transmitir la sensación de que cuando no hay periodistas manipulando en medio, habla claro y todos le entienden. Puigdemont explica cada vez que tiene ocasión que los medios españoles quieren desacreditarle y que son un frente común contra el pueblo catalán. Él mismo lo resumía en su último vídeo subido a la red hace pocos días, en el que no dudaba en pedir “un trato correcto, decente y humano por parte de los medios de comunicación”. Quien le escuche hablar en esos términos y no conozca la situación real puede pensar que se trata de una víctima maltrecha de una injusta y cruel persecución. ¡Pobre Trumpdemont! Perdón, quería decir ¡Pobre Puigdemont!

Más sobre este tema
stats