Muros sin Fronteras

Posperiodismo y Posdemocracia

Abro el ordenador, que es abrir una ventana al mundo, y escucho un ruido ensordecedor. Los medios de comunicación éramos los responsables de descodificar ese ruido, que no es nuevo, de transformarlo en información veraz para que la ciudadanía pueda tomar sus decisiones, votar o botar a un Gobierno.

Es uno de los pilares de una democracia sana. Los otros serían un sistema judicial independiente, un Parlamento elegido por el pueblo y un gobierno sujeto a vigilancia que se mueve por el interés general.

Fuera (o no tan fuera) de la cuadratura estarían los intereses económicos, de personas y empresas. no siempre sujetos al debido control democrático. Me refiero a grupos multinacionales con un enorme capacidad de presión directa o indirecta. Piensen en los ataques de “los mercados” al euro o a Grecia.

Ese poder económico puede comprar cualquiera de los cuatro pilares (incluidos los medios, claro), no en su totalidad, pero sí de manera selectiva para obtener beneficios. Todo esto es evidente después de la crisis de 2008 unida a la globalización. Han desaparecido las caretas.

La irrupción de Internet, que es anterior a esa fecha, y la mala gestión de la mayoría de los medios, que no supieron manejarse con las nuevas tecnologías, han creado un nuevo público presuntamente lector que solo se informa a través de las redes sociales, que ha dejado de pagar por un periódico o por una revista. Esto es relativamente cierto, porque la lectura de periódicos nunca fue masiva. Quizá solo en los tabloides británicos y medios similares en los que prima el escándalo y el sexo sobre la noticia.

Sobre Internet y los medios, relean esta entrevista de Pedro de Alzaga a David Simon; contiene todas las claves. Es de julio de 2010 y parece que se publicó ayer.

En este programa de John Oliver, que es de agosto de 2016, se alaba el papel de los medios locales:

David Remnick, director del The New Yorker, una de las grandes revistas de siempre que se ha adaptado al nuevo ambiente digital, me dijo en una entrevista que en proporción no fluye más basura por Internet que antes, pero que ahora es masiva. La última trinchera de resistencia del periodismo es demostrar a la ciudadanía que somos necesarios en la era de Internet para separar lo bueno de la mierda, comprobar los hechos, jerarquizar la información y ofrecer un contexto que permita entenderla. Es un proceso más costoso que el de cortar y pegar y hablar de las Kardashian.

¿Qué es el contexto? Un ejemplo sencillo. Si reproducimos las palabras del presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, sobre la necesidad de mejorar la seguridad de nuestras fronteras en las que cita como una de las amenazas la “inmigración ilegal”, debemos recordar que fue fundador de Forza Italia y portavoz de Silvio Berlusconi. No le invalida, pero le sitúa: no es San Francisco de Asís descendido de los cielos limpio de polvo y paja. Un ejemplo más complejo sería que al hablar de los refugiados y los migrantes explicáramos cuál es nuestra responsabilidad en sus desgracias.

Tenemos más información que nunca para conformar nuestro punto de vista pero a la vez estamos más desarmados ante los embustes del poder. Es una paradoja. La información masiva sin contrastar es una forma de manipulación.

Un paso más en esta desaceleración democrática sería igualar las noticias veraces que publican medios serios como The Washington Post o The New York Times con los tuits del presidente Donald Trump, que son de parte, cuando no insultantes o xenófobos. De alguna manera hemos caído en su juego, como en España caemos en el juego del PP.

Es complicado enfrentar con la realidad a quienes la niegan. Trump tilda de fake news todo aquello que le desagrada. Tiene sus altavoces en la cadena Fox News y en los medios ultraconservadores de EEUU. En España, cuando se habla de corrupción, el Gobierno responde que son asuntos del pasado y que las urnas han resuelto. Si gano elecciones estoy perdonado por la ciudadanía. No hay un periodismo que investigue durante meses las cloacas del poder. Volvemos a la diferencia esencial entre Spotlight y el periodismo declarativo; el primero es caro, el segundo (que es propaganda) te lo mandan enlatado.

En este vídeo, Allan Little, de la BBC, explica la importancia del lenguaje y la lectura. Recuerda una de las reglas de oro que aprendió en la Universidad: tener algo que decir:

¿Son la globalización y la crisis económica los que están socavando los cimientos de la democracia? ¿Han perdido los votantes el control de sus Gobiernos si es que alguna vez lo tuvieron de verdad? ¿Se han impuesto los mercados a las soberanías nacionales? ¿Es Internet la herramienta salvadora que permitirá redefinir el sistema, la participación ciudadana y el control del poder?

Dos enlaces sobre este tema:

Uno del The Washington Post: “¿Puede la democracia sobrevivir a Internet?”.

Y otro del MIT Technology Review Insider: “Internet no tiene por qué ser malo para la democracia.

En los primeros años de la revolución tecnológica pensamos que las nuevas herramientas ayudarían a cambiar la manera de entender la democracia. Algunos lo llamaron e-democracia (democracia electrónica). Los visionarios auguraban referendos por Internet sobre cualquier asunto. Las nuevas herramientas permitirían una ágora en tiempo real. La democracia podía regresar a su origen puro en Atenas donde los ciudadanos decidían sus asuntos.

En esa idealización olvidamos que los ciudadanos libres que decidían en Atenas eran una minoría. Pero la imagen nos vale. Es posible que en un futuro más o menos lejano sea así, pero en la transición a ese mundo feliz, esperemos que no el que describía Aldous Huxley, hay más problemas que beneficios.

Los cambios tecnológicos podrían mejorar también el control del Gobierno. Solo es necesario una ley de transparencia verdadera y no el simulacro que tenemos en España. El ejemplo debería ser Suecia.

La suma de la crisis económica, la globalización y la revolución tecnológica amplía la brecha entre ricos y pobres, tanto personas como países.

¿Qué Italia, qué Europa?

Ha socavado la estabilidad de los medios de comunicación tradicionales, que en teoría controlaban al poder. En las democracias con menos tradición, como la española, el poder Ejecutivo puede controlar el Legislativo con cierta facilidad para que actúe como una corriente de transmisión. Lo mismo sucede con el Poder Judicial. Si se domina, el consejo de gobierno domina los nombramientos.

La novedad es que algo parecido empieza a suceder en el EEUU de Trump. Resisten mejor los jueces (los del Supremo habrá que verlo) y los medios. El huracán del fake news conecta con los  votantes menos preparados, las teorías de la conspiración y la barra libre de Internet. Incluso pueden encontrar en las redes sociales a personas que defienden que la tierra es plana.

La actual revolución tecnológica, que incluirá la llegada masiva de los robots y la desaparición de cientos de empleos y oficios, podría compararse con otras grandes revoluciones, como el descubrimiento de la Agricultura, que marca el final de la Prehistoria, la invención de la escritura, la imprenta de Gutenberg o la revolución industrial. Estamos al comienzo de un gran cambio, en plena fase de choque entre el mundo viejo y el nuevo. Todos vamos a sufrir; la democracia, también. Siempre estará la frase de Hobbes, “el hombre es un lobo para el hombre”, para alertarnos.

Más sobre este tema
stats