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Buzón de Voz

Del manuscrito de González al auto del juez Llarena

La lectura del manuscrito secreto incautado a Ignacio González y desvelado en los últimos días por infoLibre ha puesto de los nervios a unas cuantas decenas de políticos, empresarios, editores, policías y periodistas. No me refiero exclusivamente a los 39 nombres que aparecen citados por el expresidente de la comunidad madrileña imputado por graves delitos de corrupción, sino a muchos más que se preguntan si aparecerán en algún otro documento intervenido y con qué datos y apuntes adjuntos. Este retrato telegráfico de relaciones de poder viene a interpretarse como una especie de boceto a lápiz que pudiera simplemente anticipar (o avisar de) la existencia de posteriores cuadros completos, en vivos colores, del establishment y sus ramificaciones.

Hay gente que no toma nota de nada y hay personas que lo apuntan todo. Es posible que alguien afectado, preocupado u obsesionado con un asunto concreto recopile por escrito todas sus sospechas, indicios y conjeturas acerca de ese tema, aunque no lo vuelva a hacer con ningún otro. Pero cuesta pensar que Ignacio González limitara sus anotaciones a la investigación de su ático de lujo en Estepona, cuando ese escándalo es uno más de los muchos que jalonan su biografía personal y política, caracterizada por un galopante enriquecimiento patrimonial y una constante guerra de poder como mano derecha de Esperanza Aguirre contra enemigos políticos indisimulados como Alberto Ruiz Gallardón o el propio Mariano Rajoy, por no mencionar al ínclito Francisco Granados, primero colega y después competidor infatigable en el latrocinio, ambos a la sombra de una Jefa que miraba hacia todas partes menos hacia la charca de ranas que la rodeaba por los cuatro puntos cardinales.

Lo que más me interesa de esos folios escritos a mano por González no es tanto lo que insinúan como lo que simbolizan. Porque insinúa su autor (en ocasiones afirma incluso tajantemente) que hay periodistas, editores, políticos y policías que le brindan su “apoyo” al margen de que fuera o no cierto que el ático de Estepona le llegara vía soborno o astilla por facilitar un pelotazo de la trama Gürtel. Y sugiere que hay dirigentes políticos, por ejemplo María Dolores Cospedal o Alfredo Pérez Rubalcaba, que mientras públicamente se tiraban todos los trastos a la cabeza andarían pactando por detrás determinados nombramientos policiales u objetivos de investigación. Lo niega Rubalcaba y calla Cospedal. Pero lo que hace el escrito en cualquier caso es dibujar las cañerías que conectan la cúspide del poder con las alcantarillas del Estado. Eso es lo importante y lo más preocupante.

El manuscrito no procede de un encarcelado que empieza a tomar notas de venganza contra quienes él cree que lo han traicionado o delatado. Es una especie de ‘informe de situación’ redactado en 2012, cuando aún era vicepresidente y delfín de Aguirre, a la que meses después sustituiría en la presidencia de la comunidad de Madrid. Es decir, que González despacha esas notas desde el poder ejerciente y casi omnímodo que ostenta en el PP madrileño, una china enorme en el zapato ya sucio de Mariano Rajoy. ¿Escribiría González también otros informes personales relacionados con la Gürtel, con Granados y la Púnica, con la batalla a muerte en Caja Madrid, con la gestión del Canal de Isabel II o con la guerra interna contra Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría? ¿Anotaría datos concretos sobre su ex amigo íntimo Ignacio López del Hierro, marido de Cospedal y perejil de un montón de salsas político-empresariales? ¿O de Enrique Cerezo, inefable productor no sólo de cine sino de fructíferos negocios que suelen partir de las arcas públicas para acabar milagrosamente en sus compañías?

Puede que sean todos los que están, pero en ese manuscrito no están todos los que son. Se trata de un retrato incipiente del capitalismo de amiguetes que habría que identificar como el principal grupo antisistema de la democracia española, y del que forman parte no sólo políticos corrompidos y empresarios corruptores, sino también medios de comunicación (en papel y digitales) que durante muchos años han callado o desviado la atención a cambio de suculentos y opacos ingresos publicitarios de origen institucional (vía ministerios, comunidades autónomas o empresas públicas como el propio Canal de Isabel II) o empresarial (vía acuerdos también opacos con grandes compañías que blindan así sus intereses y sus correspondientes corruptelas). No debe extrañar, por tanto, que los medios que se han hecho eco del manuscrito conseguido por nuestra compañera Alicia Gutiérrez se cuenten con los dedos de una mano.

Ese ecosistema de intereses mutuos es el que empezó a resquebrajarse con la apertura del caso Gürtel que el juez Baltasar Garzón dictó a principios de 2009. Ocho años después han empezado a juzgarse causas que de una u otra manera contienen una misma fórmula, que incluye financiación ilegal del PP, dinero negro, cuentas en paraísos fiscales, adjudicaciones amañadas de concursos públicos o trampas para facilitar el negocio a determinados empresarios, además de una evidente y constante competencia electoral ilegítima en las principales citas con las urnas.

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Todo esto es lo que puede y debe leerse en y entre las líneas escritas a mano por Ignacio González, si queremos ser conscientes del verdadero estado de salud de esta democracia nuestra. Creer que el mayor y casi único enemigo democrático es el independentismo es a mi juicio caer en una enorme trampa para elefantes tendida desde hace años por la derecha y ese capitalismo de amiguetes al que protege. Por eso a decenas o centenares de nombres que figuran en ese manuscrito o que podrían aparecer en otros les preocupa mucho su divulgación, cuando a su entender todos deberíamos estar exclusivamente pendientes de Cataluña, de los mensajitos de Puigdemont a Comin y aplaudiendo alegremente cada novedad judicial contra los separatistas.

Lo saben bien socias y socios de infoLibre. No soy independentista y discrepo de muchas de las actuaciones unilaterales y de desobediencia practicadas desde el soberanismo. Hace unos días escribí una opinión crítica sobre la resolución del Tribunal Constitucional (cuya unanimidad, como explica muy bien en este artículo el profesor Javier de Lucas, está peligrosamente  sobrevalorada), y hoy quiero finalizar esta reflexión expresando mi absoluta estupefacción con el auto que este viernes ha firmado el magistrado del Supremo Pablo Llarenael auto que este viernes ha firmado. Justificar el riesgo de reiteración delictiva de Joaquim Forn sobre mimbres como “un contexto político en el que no hay certeza de que haya desaparecido la intención de alcanzar la independencia de Cataluña” (folio 13) me resulta una patada donde más debería dolerle al Estado de derecho. Y no es la primera. Es más, ya se encarga el propio ministro de Justicia de anticipar que habrá más y a toda velocidad (no con la lentitud con que se han investigado los casos de corrupción).

Seguiremos muy atentos a esas patadas, tan atentos como deberían estar las formaciones políticas que de verdad tengan interés en una regeneración y un fortalecimiento de la democracia y no en hacer el juego a quienes han preferido convertir una materia netamente política en una cuestión penal, quizás con el objetivo de extirpar el más mínimo brote futuro de desobediencia. A costa, eso sí, de atropellar por el camino derechos fundamentales como la libertad ideológica y de pensamiento. A fuerza de demostrar la potencia del Estado, no se cansan de debilitar la solidez de la democracia. Conviene que pongamos ojos, oídos y todos los altavoces posibles.

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