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El conservadurismo cruel

Ayer las televisiones nos mostraban a decenas de miles de pensionistas concentrados en las calles de las principales ciudades de España. Llevan semanas repitiendo la convocatoria, pero nunca como ayer habían conseguido reunir a tal cantidad de manifestantes. Se trata además de un colectivo, difícil de movilizar, que sale a las calles con un mensaje de protesta transversal, sin contenido ideológico o partidista. Aunque la protesta es evidentemente de forma prioritaria contra la política económica del Gobierno de Rajoy, entre los manifestantes debía haber votantes del PP o, en caso de no estar presentes, seguidores que apoyan la justa reivindicación.

Hablamos de una generación que superó las penurias de la posguerra; que tuvo que vivir la triste experiencia de ver condenada su infancia y su juventud bajo la losa de una dictadura; que apenas tuvo acceso a una educación que les permitiera desarrollar su potencial; que trajo al mundo a los que formamos parte de la generación del baby boom desde finales de los 50 hasta casi el final de los 70; que acabó con la dictadura; que aceptó la reconciliación y que sentó las bases de una España democrática repleta de las oportunidades que a ellos nadie les concedió. Y en estos últimos años, después de haber trabajado como animales, de haber superado todos los obstáculos que la vida les puso delante, tenían la sensación de que se acercaba la hora de empezar a disfrutar de unos años de tranquilidad y de poder recuperar parte del tiempo perdido.

La crisis económica ha deparado a nuestros mayores la penúltima de sus torturas. Con sus exiguas pensiones han tenido que sostener a sus hijos y nietos atrapados por el desempleo y la falta de oportunidades. Han tenido que ver cómo los servicios públicos se han deteriorado y cómo sus planes de futuro debían ser aplazados una vez más. Por supuesto, le han hecho frente al temporal y han sacado adelante los peores años del desplome económico y del aumento de la desigualdad. La poderosa estructura de solidaridad familiar ha sido el soporte que nos ha permitido salir vivos del desastre padecido. Ahora, se les dice que su derecho a una pensión digna puede no cumplirse; que agradezcan que se les suba cada año un par de euros su retribución; que se hagan a la idea de que son unos privilegiados porque ni sus hijos ni sus nietos podrán disfrutar de una ayuda similar cuando lleguen a jubilarse; que empiecen a ahorrar niños, jóvenes, adultos y ancianos para poder sobrevivir cuando llegue su retiro.

Desconozco el grado de preocupación que el Gobierno tiene en relación a este asunto. Sea el que sea, seguro que es bajo en comparación con el que deberían tener a la vista de la situación. Los españoles no han salido a la calle a manifestarse contra la corrupción que ha putrefactado la política de estos últimos años. Frente al conflicto separatista, salvo en el territorio catalán, la gente se ha quedado en casa. Pero la profunda preocupación de nuestros pensionistas se ha transformado primero en angustia y ahora en protesta pública. No hay partidos políticos detrás, ni corrientes ideológicas.

Ciudadanos toma las encuestas y los ciudadanos la calle

El pasado año, el Gobierno de Trump se planteó reducir el gasto público en cumplimiento de su programa electoral. En un amplio listado de recortes previstos aparecían grandes cifras que afectaban a la sanidad pública o a la educación. Pero, además, había presupuestos específicos dedicados a programas concretos de asistencia social como el Low Income Energy Assistance Program (ayuda frente a la pobreza energética), el Meals on Wheels (llevar comida a ancianos que viven solos con dificultad de movilidad) o el Housing Assistance (ayuda económica para los ciudadanos casi abandonados a su suerte).

En consecuencia, en la prensa estadounidense se recuperó un concepto acuñado en el año 2000 y que fue bautizado entonces como compassionate conservatism (conservadurismo compasivo). Hacía referencia a una campaña lanzada por George W. Bush destinada a mostrar su sensibilidad hacia importantes colectivos sociales tradicionalmente poco cuidados por los republicanos. Bush se dedicó a halagar el esfuerzo de integración de los inmigrantes mejicanos o llegó a calificar la actividad de las madres solteras como “el trabajo más duro de América”. Las agresivas y discriminatorias medidas impulsadas por la Administración Trump han servido para acuñar la expresión de conservadurismo cruel, para definir las políticas impuestas bajo un supuesto principio de pragmatismo ideológico olvidando cualquier atisbo de sensibilidad social.

El Gobierno de Rajoy debería reflexionar al respecto. La dureza de la crisis y su deseo de aplicar las recetas económicas avaladas por su victoria electoral no deberían servir de licencia para olvidarse de la situación real de los españoles. ¿De verdad, a alguien le puede extrañar que nuestros pensionistas acaben por inundar las calles de España y se lleven por delante el actual modelo económico? Posiblemente a partir de la próxima semana a las concentraciones se sumarán miles y miles de nuestros mayores. Todo terminará el día que sus nietos les acompañen en solidaridad con su situación y sean conscientes de que sus abuelos están en la calle luchando por sus propios derechos y, sobre todo, luchando por ellos.

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