En Transición

Mujer, negra, musulmana, lesbiana, niña o anciana y de un país del cuerno de África

El 8 de marzo de 2018 ya ha sido un éxito. Independientemente de las mujeres que ese día hagan huelga en sus trabajos, paros de dos horas, declaraciones simbólicas, u organicen sus tareas como cuidadoras para que se cubran de otra forma, ya se ha creado el debate público imprescindible para que la brecha salarial, el techo de cristal, las agresiones machistas y otras tantas evidencias del patriarcado trasciendan la efeméride y se empiecen a tomar en serio las reivindicaciones feministas.

Y si esto ha sido así es porque se ha conseguido transcender los habituales círculos militantes para saltar a ámbitos más amplios de la sociedad, que ya han hecho suyo el 8 de marzo. Lamentablemente han hecho falta muchos asesinatos y violencias machistas, muchos informes que demuestran a las claras la brecha salarial, muchas evidencias del techo de cristal, y muchos micromachismos para que se haya tomado conciencia, pero el debate hoy está en la calle y será imparable si conseguimos que incorpore a todos los sectores sociales. El siguiente paso será profundizar en la propuesta feminista, que va más allá de la equiparación salarial o del derecho a decidir sobre nuestro cuerpo.

La sociedad patriarcal que se encuentra en la base de lo que denunciamos no sólo supone una discriminación para las mujeres, sino para todas aquellas formas de vida que se escapen de los criterios de los que hoy detentan el poder. Y es esto, y no otra cosa, lo que explica el machismo en todas sus dimensiones. Hombres blancos, occidentales, de clase alta, católicos, padres de familia y que viven en el centro de las ciudades o en exclusivas urbanizaciones residenciales son el prototipo de los que ocupan de forma mayoritaria las esferas de poder en nuestro entorno. Y como es obvio, estamos hablando de una ínfima minoría que deja fuera a la enorme diversidad de la sociedad en la que vivimos. En este marco es en el que hay que entender el machismo y todas sus violencias.

Es hora de superar el estado de perplejidad

Las reivindicaciones que se plasman en la convocatoria del 8 de marzo, si son feministas, no pueden ser, por definición, elitistas, sino que tienen que dar cabida –como están haciendo– a las múltiples discriminaciones que van dejando por el camino a cualquiera que se aleje de los patrones del poder. De ahí que sea fundamental la explosión de iniciativas que han surgido en pocos días y que recogen la enorme heterogeneidad de discriminaciones: De #LasPeriodistasParamos, que, con este manifiesto, a la hora de escribir estas líneas había superado ya las 5.200 firmas, a #LasAcademicasParamos, que hace propias las reivindicaciones de la convocatoria y las concreta en la realidad académica en este manifiesto, pasando por @Ganaderasenred, –un grupo de mujeres ganaderas que se han organizado como red y vía Facebook y Twitter para compartir experiencias, debates y reivindicaciones–, enfermeras, profesionales de las artes escénicas, educadoras... o el anuncio de paros de diputadas, consejeras de gobiernos autonómicos, y el apoyo en sus distintas versiones de partidos políticos y sindicatos.

Las reivindicaciones del 8 de marzo lo son, en el fondo, por la incorporación de la mujer a los ámbitos de toma de decisiones, haciendo de éstas esferas más democráticas, más horizontales, más transparentes y de forma que integren al conjunto de la población. Porque la cuestión no es que haya algunas mujeres que ocupen puestos de poder. Os aseguro que ni Thatcher, ni Merkel estarían de acuerdo con estos manifiestos, como no lo están las dirigentes del Partido Popular ni de Ciudadanos. Efectivamente, como bien dijo Inés Arrimadas, hay algunas de estas reivindicaciones que van "contra el sistema capitalista", y como bien entendió el PP, quieren "romper el modelo de sociedad occidental". Así es, se trata de romper ese modelo patriarcal que nos deja fuera a nosotras y que ejerce múltiples discriminaciones en la medida en que te vas alejando del prototipo de éxito. Si además de mujer eres negra, musulmana, lesbiana, pobre, niña o anciana, y vives un país del cuerno de África, tu suerte está echada, porque cada uno de estos atributos será una losa que acabará por lapidarte. Y sin necesidad de irse tan lejos: si has nacido en España, pero eres mujer y pobre, o eres mujer y lesbiana, o eres mujer y musulmana, tienes doble ración de discriminación.

La lucha del 8 de marzo es la pelea contra este modelo de sociedad que va añadiendo piedras en el camino a las mujeres por serlo, y más a las mujeres más pobres, y más si tienen un color de piel distinto, y todavía más si además profesan una religión no católica, y muchísimo más si tienen una opción no heterosexual, y por supuesto si son niñas o ancianas, y no os cuento si encima viven en un país del cuerno de África o de esos en los que el cambio climático está provocando sequías, inundaciones, hambrunas y éxodos masivos. Las mujeres y los niños y niñas serán el 80% de entre los 50 y 200 millones de refugiados que, hasta 2050, se prevé que intentarán escapar de los impactos del cambio climático en su entorno. Eso lo dice todo.

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