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Ciudadanos toma las encuestas y los ciudadanos la calle

Vivimos tiempos extraños. La semana pasada el movimiento feminista consiguió invadir las calles de las principales ciudades de España. Las multitudinarias concentraciones han sido recogidas por medios de todo el mundo. Para este sábado, hay prevista una nueva convocatoria que volverá a ser noticia. Los pensionistas de todo el país salen a la calle acompañados esta vez por otros importantes colectivos. Todo parece indicar que España volverá a ser el centro de la atención mundial. No hay apenas precedentes de una movilización a gran escala de personas jubiladas en toda la historia de los movimientos sociales. Las calles en nuestro país parecen agitadas. Los ciudadanos salen a mostrar su malestar, su hartazgo, su indignación.

Estas concentraciones parecen tener un denominador común, la inexistencia de un partido político que pueda considerarse el promotor o el agitador principal. Todo indica que, a cambio, sí que existe un objetivo claro en las protestas, la política desarrollada por el Gobierno de Rajoy. Para cualquier estudioso de la política o la sociología sería sencillo deducir que este tipo de movilizaciones populares deberían coincidir con un crecimiento de las expectativas electorales de las formaciones de izquierda o de las bautizadas como fuerzas populistas, de reciente eclosión en las sociedades occidentales. Sin embargo, en el caso español debemos atender a una peculiaridad. Cuanto mayor es la movilización popular y mayor es el nivel de la crítica al Gobierno del PP, el partido que más crece es Ciudadanos, una formación a la que sus detractores califican como la simple versión actualizada de los populares. Es decir, cuando más importante parece ser el deterioro de un gobierno de derechas, más crece la expectativa electoral de la derecha en España.

Todos los estudios coinciden. El PP parece caer de forma muy importante. El PSOE ha dejado de crecer y empieza a marcar un retroceso en sus posiciones. Podemos sigue sumergido en posiciones muy alejadas de las que hace dos o tres años llegó a tener en las encuestas electorales. Ciudadanos, finalmente, no para de crecer y varias investigaciones publicadas por medios de diferentes líneas ideológicas indican su tendencia a convertirse en la primera fuerza política del país. En paralelo, tanto los líderes de la derecha como los de la izquierda coinciden en tratar despectivamente a la formación de Albert Rivera y utilizar siempre un cierto tono displicente cuando hablan de ellos. Aquí hay algo que no cuadra.

El debate sobre la cuestión se puede abordar desde distintas perspectivas imposibles de desarrollar en una columna periodística. Sería una absurda simplificación pretender justificar el fenómeno basado en una única razón. Sin embargo, sí que parece posible encontrar algunos hechos indiscutibles que coinciden en el tiempo con este fenómeno. La crisis del PP es más que evidente, sedimentada según todos los análisis en la falta de reacción y de liderazgo frente a la corrupción interna, frente al conflicto territorial desatado en Cataluña y, finalmente, frente a la opinión extendida de que las medidas promovidas para superar la crisis económica han derivado en un aumento de la desigualdad, la injusticia y el abandono de los más desfavorecidos. Si el PP quisiera realmente pelear la actual batalla sólo tiene un camino, el de abordar una profunda renovación que pueda revertir su desgastada imagen. Parece que esta es la única medida que de ninguna manera quieren llevar adelante.

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Más complicado es el problema de la izquierda. Es una constatación tan simple como contundente decir que si los sectores progresistas de este país aspiran realmente a gobernar sería necesario encontrar un espacio común de acuerdo que haga realidad el deseo de la mayor parte de los votantes que se mueven desde el centro izquierda hasta la izquierda más clásica. A la vista de las declaraciones que día a día escuchamos a dirigentes del PSOE y de Podemos, parece evidente que la búsqueda de un acuerdo global es también la única medida que de ninguna manera quieren llevar adelante.

Es decir, tanto desde la derecha como desde la izquierda las únicas vías que pueden posibilitar una mejora de sus expectativas actuales parecen firmemente cerradas. La magnífica posición de la que disfruta Ciudadanos tendrá que ver con aciertos en algunas de sus estrategias. Lo que no parece menos cierto es que buena parte de esa envidiable coyuntura que le toca vivir se debe a la ausencia de competidores reales en la actualidad. Albert Rivera y el resto de líderes del partido aparecen a diario en todos los medios atendiendo cualquier invitación. Mientras, Rajoy siempre ha detestado estar frente a los medios, seguramente porque no se le da muy bien. Pedro Sánchez había descubierto una fórmula mágica en los últimos meses. Cuanto más tiempo estaba desaparecido mejor iban las encuestas del PSOE. Parece que este “efecto Guadiana” ya no funciona. Pablo Iglesias también parece haber abandonado su omnipresencia mediática que tanto rédito le dio en sus orígenes políticos. No sabemos si es por decisión propia o por estrategia de la formación. Rajoy tiene la más baja valoración que nunca alcanzó un presidente en España. Ni Felipe González, con el GAL y Filesa a sus espaldas; ni Aznar en plena guerra de Irak, ni Zapatero en el peor momento de la crisis, llegaron a una valoración tan baja. Hoy en día, Pablo Iglesias es el único líder nacional peor valorado que Rajoy.

Todo parece indicar que las estrategias seguidas hasta la fecha por PP, PSOE y Podemos deberían revisarse o, cuando menos, someterse a discusión. Otra posibilidad es seguir despreciando y minusvalorando condescendientemente a Ciudadanos y que siga creciendo. En la actualidad, hay millones de españoles que miran al partido de Rivera con una difusa idea en la cabeza. Es la misma que cantaba el grupo barcelonés Astrud hace unos años: “Todo nos parece una mierda, menos lo vuestro”.

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