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¡A la escucha!

Monitorizando el acoso

40 veces cada hora. 40 veces en las que un hombre, no es que le rozara, sino que la manoseó, le tocó el culo con mucho descaro, le apoyó su mano sobre la cintura, le metió literalmente la cara en el escote y la abrazó por detrás mientras ella bailaba. 40 veces. Y así durante 4 horas. Es decir: 160 manoseos en una sola noche. 160 ataques sexuales sin mediar palabra, de completos desconocidos. De tipos con los que ni siquiera cruzó media palabra. Eran tipos que se vieron con todo el derecho del mundo a tocar ese cuerpo como si fuera un objeto puesto ahí para reclamo de todos. Y esta vez no fue ella quien lo contó. No fue su relato el que se puso en duda. Lo contó su vestido.

Para aquellos y aquellas que ponen en duda que salir por la noche para una mujer es una tortura aquí va una demostración científica, con un estudio tecnológico que lo demuestra. Para que nadie más lo dude. Para que nadie más acuse a una mujer de inventarse agresiones sexuales.

En Brasil han decidido traducir a cifras esas agresiones: han monitorizado en tiempo real el acoso que sufren las mujeres. ¿Cómo? Con un vestido que a simple vista podía parecer un vestido más de fiesta, negro, de tubo, manga larga y falda corta. Pero ese vestido ocultaba algo más: llevaba cientos de sensores entre la tela que mandaban información en tiempo real a un ordenador. Un vestido que se pusieron 4 mujeres diferentes. Las cuatro estuvieron monitorizadas durante toda la noche y grabadas también con cámaras ocultas. Y a las cuatro les ocurrió exactamente lo mismo: manos de desconocidos que tocaron su cuerpo de forma descarada, sin pedir permiso, que se acercaron demasiado sin mediar palabra. Porque no se trataba sólo de que el sensor diese positivo, hiciese saltar la alarma de que de nuevo una manaza se había apoyado sobre su cuerpo. Se trataba de ver también cómo se hacía, cómo reaccionaban ellos y ellas. Siempre de una forma educada ellas pedían que el tipo respetara la distancia mínima, que le quitara la mano de encima, que se apartara porque ella está bailando en una discoteca y que es lo único que quiere hacer. ¡Y hay más de uno que no lo entiende! “¿Cómo una mujer así de guapa, con ese vestidazo va a querer estar bailando sola?” Les llegan a decir. Pero las imágenes, además de los sensores, demuestran una vez más que una mujer en una discoteca con un vestido ajustado es una presa en mitad de una jauría.

En Brasil casi 9 de cada 10 mujeres ha sufrido acoso sexual, en concreto el 86% de las mujeres. Cifras que en el resto de países no andan muy lejos. En la Unión Europea más de la mitad de las mujeres, el 55%, denuncia que lo ha sufrido en alguna ocasión. No estamos hablando de violaciones, estamos hablando de mujeres que en algún momento han sentido miedo porque la actitud de ese hombre que tenía en frente la estaba intimidando, acosando, coaccionando. Y las denuncias crecen cada año, según los expertos porque cada vez hay menos miedo a denunciar, lo cual es tranquilizador.

Seguramente las imágenes las verán muy pronto porque son, además de un experimento y parte de un estudio, imágenes de una campaña de una bebida. Pero bienvenida sea esa publicidad si lo que busca es demostrar de una forma tan clara y tan científica que las mujeres son acosadas cuando salen de fiesta. Que una mujer sola, arreglada, con un vestido ajustado no es sinónimo de mujer esperando a que le entren. Que nos gusta bailar solas o acompañadas, pero sin sentirnos manoseadas.

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