Qué ven mis ojos

Esa gente que hace de una montaña un grano de arena

“El más débil es siempre quien no sabe lo que piensa el otro”.

El matiz es un arma de doble filo, puede usarse para concretar o para difuminar; esclarecer o enturbiar; definir o confundir. En España eso se ve claro en todo lo relativo a nuestra época más siniestra, la del levantamiento militar de 1936, la Guerra Civil que provocaron los militares golpistas y la sanguinaria dictadura que mantuvo nuestro país treinta y ocho años bajo las botas de los asesinos; porque hay quienes llevan toda la vida defendiendo la equidistancia, que en estos casos no es más que una manera de justificar el crimen, de igualar las víctimas con los verdugos o hasta poner a estos por encima: aquí a los torturadores no se los encarcela, se los condecora. No sé si en el año 2018 todavía hay quien preferiría el palacio de El Pardo al de La Moncloa, pero sí que aquí y hasta hace dos días ha habido ministros del Interior cuya gestión ha tenido tres pilares: condecorar vírgenes, darle pagas extras a Billy el Niño y apalear catalanes. Menos mal que lo de la vergüenza ajena es sólo un modo de hablar, porque si no, medio país nos habíamos muerto de eso.

Ahora, parece que por fin se puede hacer realidad el traslado de los restos del Funeralísimo, como lo llamaba Rafael Alberti, desde su Valle de los Caídos a una tumba privada y, en cualquier caso, mucho mejor que las cunetas donde aún siguen muchas de las personas con las que él y los suyos se mancharon las manos de sangre. Ese mausoleo ofensivo lo construyeron en régimen de trabajos forzados los presos republicanos, porque el megalómano general se consideraba un faraón y, por lo tanto, qué menos, se hacía sus pirámides con esclavos. Parece mentira que se haya permitido hasta este momento que siguiera ahí, como si nada, porque no se entiende ni se puede justificar que el microrrelato que nos defina sea: cuando la democracia se despertó, el genocida aún seguía allí. Estaría bien que ese espacio se transformara en un centro de la memoria, que es lo contrario de la impunidad mientras que ésta es lo opuesto a la justicia y, por extensión, a la democracia.

Pero aquí vuelven los equidistantes. El PP acusa al PSOE de “alentar la confrontación” y uno de sus aspirantes a la Presidencia del partido habla de “medidas que separan, en lugar de unir”, aunque no se nos ocurre qué pueda unir Franco, excepto al ala moderada del partido con la ultraderechista. Es verdad que esa idea la expresó en una entrevista en la que también dijo que “el legado del presidente Rajoy es insuperable”, o sea que, al parecer, su línea argumental estaba de rebajas.

Y luego viene Albert Rivera y sostiene que sí, que apoyará la iniciativa parlamentaria y que no le gusta la apología de la dictadura, pero “que se prohíban también los homenajes a terroristas”. Estaría bien saber si para él la Falange fue exactamente eso, un grupo terrorista. Para mí, sin duda. Su idea de que “hay que convertir el Valle de los Caídos en un cementerio nacional, como el de Arlington” es peligrosa, porque ese camposanto se una para enterrar a los soldados caídos en las guerras, y aquí no hablamos de eso, sino de personas ajusticiadas en tapias de cementerios y descampados; y su aviso de que el Gobierno no puede usarlo para “dividir a España en dos bandos artificialmente, con una ley que ponga a una parte de España contra el resto”, no se entiende. ¿Es que hay dos Españas y una de ellas aún justifica aquel régimen totalitario? Mejor se lo vuelve a pensar y lo explica un poco mejor.

Otras dos medidas complementarias a la anterior, son la ilegalización, tantas veces pedida y desde tantos sitios, de la Fundación Francisco Franco e incluir en el Código Penal el delito de apología del fascismo y del franquismo, algo normal en Europa. El jefe de esa Fundación ha apelado al rey y a la Iglesia católica, propietaria de la basílica, y ha tirado con bala hacia el tercer palacio en discordia, La Zarzuela: “Quien ordenó enterrarlo allí, fue su Majestad el Rey, así que difícilmente veo cómo se le puede sacar sin que él lo mande”, ha declarado ese hombre, el general Chicharro, que fue Ayudante de Campo del monarca emérito. Sumas dos y dos, y te salen estas cosas.

Pero, de momento, qué alegría que estas cosas estén sobre la mesa, aunque en Ferraz digan que se hará "sin precipitaciones". Frente a ellos, hay quienes se van por las ramas con lo de siempre: hay cosas más importantes. Son así, especialistas en relativizarlo todo, en quitarle hierro a lo que no les interesa, en convertir montañas en granos de arena. No son de fiar.

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