Buzón de Voz

RTVE y la amnesia selectiva

Asistimos en los últimos días a uno de esos ejercicios de desinformación que, al menor descuido, terminan convirtiendo lo negro en blanco y el agua en vino. La fórmula es muy conocida y la técnica muy practicada, de modo que lo sorprendente es la facilidad con la que se instala un determinado marco de pensamiento que logra dar la vuelta al problema de fondo y hasta lo hace desaparecer, siempre que desde el otro lado del tablero alguien colabore a facilitar la tarea. Viene ocurriendo en asuntos tan distintos y distantes como el anuncio de retirar los restos de Franco del Valle de los Caídos o la polémica renovación de RTVE.

No hay un solo debate radiofónico o televisado en el que no se alcen voces revisionistas que manifiestan su “respeto” o “indiferencia” ante la intención del Gobierno de trasladar el cuerpo embalsamado del dictador a donde su familia decida, pero que inmediatamente empiezan a hablar de que la guerra civil no fue provocada por el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, sino por un régimen republicano criminal que a su vez habría protagonizado otro golpe en el 34 con la revolución de Asturias, y que luego asesinó a José Calvo Sotelo, de modo que el ‘alzamiento’ habría sido una reacción poco menos que inevitable ante la "provocación comunista", etcétera, etcétera.

Los datos no importan. No les importa que España sea el país del mundo con más desaparecidos después de Camboya, ni que más de 114.000 personas sigan enterradas en fosas comunes o en cunetas ignotas, ni que el régimen franquista no pusiera fin a sus crímenes hasta pocas semanas antes de que su caudillo muriera en la cama. Simplemente les interesa equiparar a víctimas y verdugos, en un intento de reconvertir un golpe de Estado y una dictadura que duró 38 años en una especie de duelo a garrotazos en el que todos eran víctimas y culpables en el mismo grado. (Lean aquí una pertinente reflexión de Luis García Montero sobre el tema).

¿Niegan acaso los historiadores, y los propios actores políticos de la época, que hubo crímenes en la retaguardia de la República, sobre todo en los primeros meses de la guerra? Al contrario, desde Manuel Azaña a Juan Negrín dejaron testimonios de esa violencia y de las medidas que se fueron tomando para intentar ponerle fin. Pero da igual: lo que importa es difuminar el marco moral, legal y racional de quienes exigen memoria, verdad y reparación para sustituirlo por otro marco en el que se confrontan víctimas y verdugos, democracia y dictadura, en igualdad de condiciones y responsabilidades. El revisionismo y la manipulación de la historia encuentran un pariente muy útil en la amnesia selectiva. Cuanto menos sea recordada y contrastada la realidad más posibilidades hay de instalar una realidad paralela.

La técnica sirve para cualquier cuestión política de fondo, y lo estamos comprobando con la gestión del proceso para la renovación de RTVE. Para que no haya dudas, escribámoslo pronto y claro: la gestión del PSOE y Podemos para acordar una nueva dirección de la radiotelevisión pública ha sido nefasta. Las propuestas, contrapropuestas y filtraciones de nombres de periodistas para el cargo han sido vergonzantes y vergonzosas, porque llevan a la conclusión de que ninguno de los dos partidos ha entendido en realidad lo que significa un medio público de calidad, gestionado con autonomía y profesionalidad frente a la permanente tentación de manipularlo desde el poder. Tenían un modelo claro del que partir, que era el que funcionó durante la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero, de quien se podrá criticar lo que se quiera, pero que fue el único presidente de Gobierno que facilitó y respetó una RTVE plural e independiente pese a que desde su propio Gobierno y desde su propio partido hacían lo posible y lo imposible por manejarla. Ese fue el modelo de consenso que Rajoy se cargó a los tres meses de llegar a la Moncloa, para imponer una dirección partidista de la radiotelevisión pública utilizando como cantera el periódico La Razón y la emisora Intereconomía, de donde salieron los principales directivos para culminar en un presidente, José Antonio Sánchez, que nunca se molestó en disimular su militancia, hasta el punto de aparecer como “cobrador” del PP en los ‘papeles de Bárcenas’.

Tienen toda la razón PSOE y Podemos, o viceversa, cuando denuncian que si no ha habido antes un cambio consensuado en RTVE ha sido por la negativa radical del PP y por los bandazos de Ciudadanos, que tan pronto apuesta por el concurso público como se alía con el PP para evitar que el cacareado cambio se ejecute con una comisión de expertos realmente plural. ¿Justifica esa evidencia la actitud mostrada por los negociadores de Podemos y PSOE a la hora de acordar un nuevo Consejo de RTVE, por transitorio y provisional que sea? Claro que no, porque ni siquiera tuvieron la inteligencia y la generosidad de contar no sólo con los otros partidos cuyo respaldo necesitaban, sino sobre todo con los profesionales de la radiotelevisión pública que, a través de sus Consejos de Informativos, han batallado durante los últimos seis años por mantener la dignidad de una empresa que pertenece, y debería demostrarse cada día, a toda la ciudadanía.

A la manipulación practicada por el PP (y documentada a través de decenas de informes de los periodistas de RTVE) hay que sumar ahora los múltiples esfuerzos por aplicar una amnesia selectiva. Como la exhibida por José María Aznar este martes ante los micrófonos de Carlos Alsina en Onda Cero. Ha tenido el cuajo de denunciar que “se está haciendo un reparto de RTVE entre los partidos” que le produce “cierta tristeza”. Pero dice que no recuerda que él nombró presidente del ente público a un diputado del PP, Fernando López Amor. Tristeza es lo que produce revisar la cobertura que los comisarios de turno ordenaron entonces sobre las protestas por la guerra del golfo o sobre la huelga general convocada por los sindicatos.

Lo triste es que la votación de este miércoles en el Congreso se produce después de diez días en los que sólo hemos leído o escuchado los nombres que unos proponen y otros vetan, pero apenas hemos oído o leído nada sobre proyectos. Si se ha llegado a este punto es por la resistencia del PP a abandonar lo que ha considerado desde siempre como si fuera su cortijo particular y la negativa de Ciudadanos a facilitar un cambio profundo hacia la independencia (con control parlamentario) de los medios públicos. Era una oportunidad magnífica para que los grupos que forman la nueva mayoría parlamentaria demostraran su respeto a la función esencial de los medios públicos en democracia. Y se ha desperdiciado en parte facilitando a los conservadores ese marco del “todos somos iguales” que tanto les favorece.

Lo mejor que le puede ocurrir a RTVE es que la etapa que ahora se inicia dure sólo el tiempo necesario para acordar un modelo de radiotelevisión pública plural, tan respetuoso como  exigente con el trabajo de los periodistas y sostenible en su gestión empresarial. Hay propuestas (aquí pueden leer por ejemplo la planteada por el grupo de estudio Teledetodos) y hay precedentes. Para avanzar, eso sí, se precisa creer honestamente en lo público y vacunarse contra los sectarismos y la desinformación.

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