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Muros sin Fronteras

El momento procesal oportuno

En el tardo-franquismo aprendimos que detrás de la frase “no soy de derechas ni de izquierdas” se esconde un tipo muy de derechas. La Transición se hizo como se pudo, y deberíamos estar agradecidos a quienes la protagonizaron desde los valores democráticos. La alternativa era un golpe militar, como los de Videla y Pinochet, con estado de excepción y miles de detenidos.

Los tiempos avanzan; las frases, menos, pero el caldo de cultivo es el mismo. Cuando dicen que hay que dejar el Valle de los Caídos como está, con el dictador festejado, defienden la memoria de una dictadura que causó cientos de miles de muertos y desaparecidos.

Joaquim Bosch, ex portavoz de Jueces para la Democracia, lo resume bien: “Si el franquismo fuera cosa del pasado no habría tanta resistencia a quitar sus símbolos”.

En este tipo de asuntos es fácil distinguir los bandos y los matices. Las izquierdas, por ejemplo, deberían defender a las víctimas de la dictadura, no dejarlas en las cunetas de la memoria. Igual que sucede con las víctimas de otras violencias tan execrables como las de la ETA y el Grapo, o las del 11-S.

Las izquierdas que tanto callaron (menos Zapatero al final de su segundo mandato) deberían aprovechar que están en el Gobierno para mejorar la ley de Memoria Histórica, y presupuestar. Es urgente que se busque a los desaparecidos y que se entreguen los restos a sus familias. Es un asunto de justicia y de dignidad colectiva, un paso imprescindible para elevar el nivel de exigencia ética en España. Una de las madres de las corrupciones es la desmemoria.

Es algo que no se pudo hacer en la transición, un pacto entre victimarios y representantes que decían hablar en nombre de las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura. Como sucede en el Mediterráneo, triunfó la realpolitik sobre los valores, el pragmatismo sobre la decencia.

En la calle Conde Peñalver de Madrid, esquina con Juan Bravo, se yergue un edificio de ladrillo estilo neomudéjar que acoge una residencia de ancianos. Al lado, el colegio José Calasancio. Ambos eran parte de la cárcel de Díaz Porlier, donde estuvieron presos entre otros Antonio Buero Vallejo y Marcos Ana. En la fachada de la residencia, una placa recuerda que en ese lugar Miguel Hernández escribió en septiembre de 1939 Las Nanas de la Cebolla. La fecha de inauguración: 1985, con el PSOE en el poder y sus 202 escaños en el Congreso. Falta un detalle: Hernández estaba preso. ¿No se podía escribir esto en 1985?

En mayo de 2017, el Congreso de los Diputados aprobó por mayoría la exhumación de los restos del dictador del Valle de los Caídos. No hubo votos en contra. El PP se abstuvo. Existe un mandato de los representantes de la soberanía popular para poner fin a este disparate ético e histórico.

Si retirar al general golpista Millán-Astray del callejero de Madrid ha supuesto un calvario de demandas, con el concurso de algunos jueces creativos, imaginen lo que vendrá con la momia. En primera línea de defensa legal está la Fundación Francisco Franco, que honra su memoria desde la historia fake. No hay Fundación Adolfo Hitler en Alemania porque los nazis perdieron la guerra. ¿Siguen ganando la guerra cada día después de casi 80 años?

Existe en Derecho, y en la vida, el llamado momento procesal oportuno. Algo que deja de ser imposible, por las circunstancias o la escasez o debilidad de los apoyos. Sucedió en la moción de censura a Mariano Rajoy. Los mismos apoyos que no sirvieron para formar gobierno de izquierdas con apoyo de PNV, ERC y PdCAT tras las elecciones de noviembre de 2015, llevaron a Pedro Sánchez a La Moncloa. ¿Qué cambió? El ambiente, la sentencia de la Gürtel, el goteo de corrupciones. Es la suma de detalles.

Es el mismo momento procesal oportuno que ha llevado a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en volandas a la victoria en las elecciones presidenciales de México. Es el ganador con mayor respaldo popular en la historia de su país. Era su tercer intento. Perdió en 2006 frente al conservador Manuel Calderón en unas circunstancias tan extrañas que todo el mundo –menos el ganador, claro– dio por sentado que hubo un fraude. Su segundo fracaso fue en 2012 frente a Enrique Peña Nieto, el hombre que solo leyó tres libros. La campaña del miedo funcionó.

En 2018, los mexicanos ya no están para milongas en un país zarandeado por la corrupción, el crimen, el narcotráfico y la narco-política. Durante los mandatos de Calderón y Peña Nieto han muerto más de 170.000 personas por actos violentos relacionados con el narcotráfico.

El momento procesal de 2018 es la hartura, sobre todo de los jóvenes. Y Donald Trump, con el que ya ha conversado según reveló en su cuenta de Twitter @lopezobrador_. Si se fijan en los likes y retuits, López Obrador va a ser una seria competencia para @realDonaldTrump. Al menos en esta red social.

 

La izquierda española, y lo que queda de la europea en este viraje a la derecha, ha recibido la victoria de AMLO como una señal celeste de que los tiempos van a cambiar. A mucha de esa misma izquierda le cuesta horrores, como se dice popularmente, renegar de Daniel Ortega en Nicaragua, que hace muchos años y muchos muertos que nada tiene que ver con el sandinismo. No deja de ser otro sátrapa corrupto aferrado al poder. De Venezuela hablamos otro día para que nadie se atragante.

AMLO es una buena noticia para América Latina. Gervasio Sánchez lo comparaba con la llegada de Lula al poder en 2003. Otro líder de izquierda, líder del sindicato metalúrgico, que despertaba temores entre la clase dirigente de Brasil. Perdió tres veces antes de ganar. Después pasó lo que pasó, seguramente a mitad de camino entre las acusaciones de corrupción y la defensa de que todo es un montaje para que no pueda volver a presentarse. De momento, pueda o no, Lula lidera las encuestas.

Aunque aún no es el momento procesal oportuno para derrotar en las urnas a Trump (toca esperar a 2020), una parte de EEUU lo pide a gritos. En estos días ha sucedido algo –que de momento es muy local–, que muestra la existencia de una movilización del electorado de izquierda en EEUU, que tradicionalmente ha votado a los demócratas o se ha abstenido.

Me refiero a la victoria de Alexandria Ocasio-Cortez en las primarias del Partido Demócrata en el Distrito 14 de Nueva York. Ha derrotado a uno de los popes del partido en la Cámara de Representantes, Joe Crowley, que se lo tomó con deportividad, dedicándole una canción. Son primarias, aún no ha ganado el escaño, para eso tendrá que esperar a noviembre.

¿Tiene Putin algo sobre Trump?

Antes de seguir, aclaremos algo: en EEUU se llama socialistas (sinónimo subyacente de comunista) a lo que en Europa llamábamos socialdemocracia; es decir, defensa de la Sanidad Pública universal y 'esas cosas' del Estado del bienestar.

Ocasio fue voluntaria en la campaña de Bernie Sanders en 2016, derrotado por el aparato demócrata que prefirió a una de los suyos, Hillary Clinton. En política, y en la vida, las cosas no son inmediatas. Se liberan fuerzas que tardan años en mostrarse. Hoy padecemos una ola reaccionaria y xenófoba que todo lo cubre. Viene de la crisis de 2008, de la globalización y de la ausencia de controles.

Pero hay esperanza más allá de los nombres. Enamorarse de AMLO o de Pepe Mujica en Uruguay no es más que un síntoma de esta era del espectáculo, una renuncia irresponsable a aceptar lo esencial: es la sociedad activada lo único capaz de cambiar el mundo. Depende de usted, no de los salvadores.

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