¡A la escucha!

¿Oportunismo o solidaridad?

Es un placer poder contar buenas noticias: no suele ser lo habitual en nuestro oficio. Nunca te llegas a acostumbrar a contar sucesos trágicos, asesinatos terribles, pero cuando tienen final feliz, entonces sí agradeces ser periodista y poder ser portador de buenas noticias, de esperanza.

Durante dos semanas todos hemos vivido con el corazón en vilo, pendientes de esos doce niños atrapados en una cueva con su entrenador. Primero cuando les buscaban, después cuando les localizaron, agachados en un montículo casi tres kilómetros adentro. Llevaban 10 días sin comer, ni ver, ni apenas beber agua. Esperando. Pacientes. A oscuras, con los pies llenos de polvo y alguna herida. No había dejado de llover y seguramente el ruido del agua cayendo fue su peor compañera. Sabían que cuanto más lloviera, más difícil sería localizarlos. Por eso recibieron a los primeros buzos con una sonrisa. Y con la misma paciencia con la que aguantaron esos 10 días, esperaron a que les dijeran cuándo y cómo les iban a sacar de allí.

Doce chavales y un entrenador que seguramente en una pésima decisión, se refugiaron en esa cueva para protegerse del chaparrón y que generaron una ola de solidaridad y de ayuda internacional. El mundo entero vivía pendiente de lo que ocurría allí. Cientos de cámaras y corresponsales de la zona se desplazaron hasta la falda de ese monte y contaron minuto a minuto lo que estaba pasando, cómo se diseñaba el operativo de rescate, cómo les hacían llegar los primeros alimentos, cómo se discutía cuál era el mejor método para recuperarlos a todos. La operación era complicadísima, había mil impedimentos: zonas anegadas por el agua, trayectos impracticables incluso para los buzos más experimentados, falta de oxígeno, falta de luz, cansancio, nula preparación física de los pequeños. Pero allí había mucha gente dispuesta a hacer lo que fuera necesario para que esa historia tuviera un final feliz. Y se logró.

Durante días muchos nos preguntábamos por qué el operativo de rescate se estaba retrasando. Había que confiar en la experiencia de quienes viven allí, de los que han estado en esas cuevas, de los que saben cómo son los accesos. Se planteó perforar la montaña, incluso dejar a los críos allí un par de meses hasta que pasara la época de los monzones. Ambas decisiones muy arriesgadas.

¿Pero todos intentaron sumar su experiencia y sus ganas? ¿O algunos vieron la oportunidad para posicionar su marca? Muchos se preguntan si la ayuda que ofreció el presidente de Tesla fue desinteresada y humanitaria o si realmente vio la oportunidad de conseguir publicidad gratis. Durante días estuvo publicando en sus redes cómo estaban probando una nueva tecnología de su marca capaz de sacar, en teoría, a los chavales de la cueva. Una cápsula que empujada por dos buzos aislaban a los pequeños. Con esa cápsula se fue hasta la entrada de la cueva. Le dijeron que no la necesitaban pero él la ha donado por si en el futuro les sirviera. Sólo su conciencia sabrá con qué interés lo hizo. Lo que sí sabemos es que los que los sacaron, los buzos, se jugaron la vida sólo por la sonrisa de esos doce niños.

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