Desde la casa roja

Carta abierta a Pablo Casado

Compartimos 1981 como año de llegada al mundo. Tú, días antes de que Tejero intentara el silencio a disparos contra el techo del Congreso; yo, después de que la colza hiciera tirar a mi madre un queso entero que flotaba en aceite en su despensa. Ni somos generación X, ni somos millenials. No recordamos el franquismo, algunas cosas eran tan recientes que para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Me pregunto si reconoces esta referencia universal y de qué otras lecturas podríamos hablar. El caso es que aquellas cosas ya no son tan recientes, es cierto. Pero aún existe un empeño en que carezcan de nombre. Aquí están entre nosotros, seguimos hablando de ellas, tú lo llamas “monotemas”.

Me pregunto también si lo has pensado con profundidad. Si pudieras salir por un momento del traje de candidato a nuevo rostro de la derecha conservadora, con permiso de Albert Rivera, para preguntarte realmente por qué más de 100.000 familias siguen cuestionándose dónde la justicia y dónde los cuerpos. En 2009, ya llamaste “carcas” a la gente que exige reparación para aquellos que tienen familiares perdidos en fosas olvidadas y bajo tierra. Te vuelvo a escuchar en aquel contexto y el contexto tampoco te ayuda. Entonces, pediste disculpas por la desafortunada declaración, pero parece que ahora que te sabes delante de aquellos que piensan lo mismo que tú manifestaste sin sensibilidad alguna, te reafirmas y vuelves a despreciar la herida públicamente. Sabemos que no gastarías un euro en desenterrar a Franco. Pero también por qué incides en el gasto que supondrá. Como te decía al principio, ninguno nacimos antes de ayer.

Me ha parecido que tu lenguaje se ha vuelto durante las últimas semanas un poco más evidente. Estás en medio de una batalla. Y así se anima a las tropas: sin metáforas ni sutilidades. Y se te escapa una vieja amenaza en versión 3.0. Pensé que la gente que pasa de la mitad de la treintena tendría esto un poco más trabajado. Pero no estás hablándonos a nosotros, en realidad, no te diriges a nuestra generación. También creía, no sé, que el feminismo o “la ideología de género”, como tú la has llamado en los últimos días, no iba a ser para nadie de mi edad un “colectivismo social” a combatir. Sí, has usado colectivismo. Me cuesta pensar en la amenaza que te supone el avance en derechos para las mujeres, la sensibilización frente a la discriminación y la revolución que ha supuesto el grito del 8 de marzo en este país que te gustaría dirigir. Estás muy lejos de sus ciudadanos si crees que el feminismo es solo cosa de significarse políticamente. Que todas las feministas son de radical izquierda: que vienen los rojos.

Hasta el año en que tú y yo nacimos, las mujeres tenían que pedir permiso a sus maridos para poder trabajar, cobrar su salario, abrir cuentas en bancos o sacarse el pasaporte o carnet de conducir. Hasta entonces, no se aprobó la Ley del Divorcio. Y fueron mujeres quienes reclamaron sus derechos y fueron hombres los que entendieron que aquella situación no era propia de una democracia. Seguramente esto sí lo comprendas. Me pregunto por qué ahora el feminismo te parece otra cosa. ¿Estás hablando a aquellos que entonces tampoco estuvieron de acuerdo?

Carta abierta a Felipe de Borbón

El 15-M no quería una segunda residencia en la playa, pero sí pidió que los políticos no tuvieran varias pagadas del saqueo público. No eran solo hijos treintañeros, como tú y como yo, los que estaban en la calle. Fue un movimiento transversal y transgeneracional que bien sabes que movió el tablero e hizo huecos en lo que parecía una democracia para dos. El 15-M nos politizó y a vosotros, los que os dedicáis a la política, os dio un toque de atención.

No somos una generación heroica, hemos extendido la juventud hasta el límite, no hemos sabido cortar el cordón umbilical con firmeza, pero tenemos nuestras batallas y hemos padecido varias derrotas. Sabemos que al sacrificio de nuestros padres para darnos la libertad de elegir se nos respondió con una puerta cerrada. Que una buena parte de los que nacimos ese año, no viven en este país, que se marcharon sin billete de regreso. No fuimos lo que deseamos ser, sino lo que nos dejaron.

Hoy es 18 de julio, Pablo, espero que no tengas ni mucho ni poco que celebrar. Tener una edad, la tuya, la mía, no significa regenerar nada. Y poco me mueve si tú o Sáenz de Santamaría encabezáis el partido, pero no creo que su mérito sea ser mujer, ese debate que abres también es viejo y los demás lo tenemos superado, sino que estuvo ahí en su silla en las horas bajas del expresidente del Gobierno, que fueron varias, y fue su cara en los momentos de cobardía. De todas formas, suerte. Y un poco de empatía.

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