Qué ven mis ojos

¿Y si en lugar de poner o quitar lazos amarillos los desatamos?

La mayoría de los enemigos no lo son porque estén contra ti, sino porque quieren ser tú”.

Nunca se sabe dónde puede ir a parar lo que se nos escapa de las manos. Por ejemplo, el asunto de los lazos independentistas por los que antes se discutía y ya se pelea en Cataluña, que han pasado de símbolos a armas porque unos los ponen y otros los quitan, pero ni los primeros ni los segundos los quieren desatar. En eso, al amarillo-Puigdemont y el naranja-Rivera los separa apenas un tono, sin duda porque los dos piensan más en lo que les interesa que en lo que importa y están convencidos de que lo mejor para ellos es todo lo contrario de lo que dicen querer evitar: el desorden, el enfrentamiento, la violencia a pequeña escala y si es necesario, la batalla campal. No quieren deshacer el nudo, quieren tensar la cuerda.

El Defensor del Pueblo pide que se retiren esos lazos de la discordia que no atan nada y lo estrangulan todo, algo que se demuestra por el hecho de que en alguna ocasión ya se hayan puesto boca abajo, en forma de horca, lanzando una advertencia que a muchos les habrá recordado épocas que a todos nos da miedo recordar. En general, la impresión es que para los combatientes en esta guerra de nervios, un puñado de votos bien vale un puñetazo que, en cualquier caso, se van a llevar otros. La mayor parte del ruido son tiros al aire, pero a nadie le importa gastar munición cuando dispara con pólvora ajena.

El Gobierno es lo que es y su circunstancia, porque no le dan los escaños para que le cuadren los números y porque ha formado una familia a base de matrimonios de conveniencia. El resultado es la inestabilidad, porque lo que está en equilibrio es muy fácil echarlo por tierra. Así que, a veces de cara a la galería, porque ya se sabe que aquí la política no se hace para convencer a los rivales sino para que te aplaudan los tuyos, y en otras ocasiones con fuego real, las exigencias se han tensado, las navajas están afiladas y de cada diez palabras una es una amenaza.

ERC le dice al Gobierno que lo apoyará si “orienta” a la fiscalía sobre cómo actuar con los dirigentes encarcelados por el procés. ¿Pero en una democracia creen que se puede hacer eso, dar un golpe en la mesa, que llegue un ministro y le diga a un juez que encierre o deje libre a alguien? Hay argumentos de sobra para sostener que Junqueras y el resto de los que siguen en prisión preventiva no deberían estar allí, pero es necesario hacerlos dónde, cómo y a quien corresponde, porque en un Estado de Derecho no se puede utilizar la separación de poderes como grieta, como puerta falsa. Citando una frase que ha hecho fortuna: así, no.

Hay gente que apela a aquello en lo que no cree, siempre y cuando le beneficie. Hasta los herederos del Funeralísimo, defensores a ultranza de un dictador, apelan a la ley, la Constitución y la justicia para evitar que se saque del vergonzoso Valle de los Caídos lo que uno de ellos ha definido como “la momia” de su abuelo, aunque a mí se me parece más al conde Drácula o al hombre-lobo. Y en ese asunto, como en los demás, al presidente Sánchez le van a tirar de una manga Rivera y de la otra Casado, que ya puestos a quitarse el disfraz ha llegado a decir que habría que suprimir la Ley de Memoria Histórica, sin duda porque es contraria a la impunidad que han exigido siempre, en 1975 y ahora, los defensores a las claras o bajo cuerda de aquel régimen criminal.

¿Dónde está el diálogo? ¿Dónde está aquel famoso espíritu de los pactos y el entendimiento? Me temo que sólo en los discursos, tal vez porque aquí hay más mítines que reuniones y más ocurrencias que ideas. Lo que haga falta, con tal de hacerse con el poder. ¿Se acuerdan de la alianza de Sánchez con Rivera? Pues escuchen ahora al aspirante y vean lo que dice de su antigua media mitad. No hay camino malo si va a dar a La Moncloa, deben pensar. Ni precio demasiado alto que pagar para sentarse en los bancos azules del Congreso. Por eso combaten con tanta furia y tan poca limpieza. No es nada personal, se dirán mientras forcejean, es el objetivo de esta competición en la que los que van segundos, terceros o cuartos, envidian al que va en cabeza y lo quieren alcanzar. La mayoría de los enemigos no lo son porque estén contra ti, sino porque quieren ser tú.

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