Desde la tramoya

El increíble anónimo del 'New York Times'

El diario más prestigioso del mundo se ha prestado a un experimento inédito en la historia política de Estados Unidos. The New York Times publicó este miércoles una columna de opinión anónima. El periódico conoce la identidad del opinante, pero ha respetado su deseo de no desvelarla. Quien escribe resulta ser “un funcionario de alto rango del Gobierno de Trump, cuyo empleo estaría en riesgo por divulgar la información”.

El autor o autora del escrito señala que, como él mismo, hay muchos funcionarios que están trabajando desde dentro de la Administración de Donald Trump para “frustrar partes de su agenda y sus peores inclinaciones”. “La raíz del problema es la amoralidad del presidente. Cualquier persona que trabaje con él sabe que no está anclado a ningún principio básico discernible que guíe su toma de decisiones”, dice el artículo. El estilo de liderazgo del presidente, añade el alto cargo, es “impetuoso, conflictivo, mezquino e ineficaz”. El texto es, básicamente, una defensa de quienes están trabajando desde dentro del Ejecutivo estadounidense y en secreto para parar a quien les nombró, la persona más poderosa de la tierra. Por supuesto, el artículo ha generado de inmediato un encendido debate, que también ha alimentado el propio Trump, tuiteando de manera desaforada contra el “cobarde” artículo del “fracasado New York Times”.

Más allá de las motivos últimos que orientan al alto cargo para autonombrarse explícitamente “héroe no reconocido de la resistencia callada”, el artículo confirma lo que ya sabemos. El mismo día de la publicación del artículo Bob Woodward (uno de los reporteros del Watergate), andaba de promoción de su nuevo libro, Fear, en el que describe la inestabilidad de Trump, su errático y contradictorio comportamiento en la toma de decisiones, y el desprecio que merece a sus colaboradores, que le consideran un idiota: “Sólo puedes hacer el 10 por ciento de lo que te dice. El 90 por ciento restante es una puta locura”, dice uno.

Artículo anónimo y libro hiperpromocionado (llega a las librerías la semana que viene) confirman a su vez lo que ya leímos en Fuego y furia, de Michael Wolff: que estamos ante un auténtico imbécil. Pero para mí el libro más esclarecedor sobre el comportamiento de Trump, no sobre lo que hace, sino sobre por qué lo hace, es un título más improbable y aparentemente ingenuo. Se titula Win Bigly (Ganar a lo grande) y lo ha escrito Scott Adams, el creador de las viñetas de Dilbert, que publica en un millar de periódicos americanos. El subtítulo lo dice todo: “La persuasión en un mundo en el que los hechos no importan”. Adams ni defiende ni critica a Trump en sus políticas: se limita a explicar por qué semejante personaje ha llegado a la Casa Blanca contra todo pronóstico.

'The New York Times' cancela su edición en español por no ser rentable

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Las “habilidades” de Trump para persuadir a su público son muchas. Trump localiza rápidamente al enemigo concreto, sea éste México, Kim Jon Un, la Unión Europea o los fake-news media (todos, menos la ultraconservadora Fox). Los seres humanos construimos nuestra identidad siempre con respecto a otras identidades, y nos movilizamos más contra enemigos concretos. Trump infunde miedo. Y cuanto más intensa sea la amenaza, mayor es el miedo y mayor la reacción del público. Haga lo que haga, Trump nunca pierde. No reconoce jamás un error. Es tan miserable que despreció el heroísmo militar de John McCain. “A mí me gusta la gente que no es capturada”. Para Trump el mundo básicamente establece dos categorías: los perdedores y los ganadores. Trump califica siempre. Clinton era “corrupta-Hillary” y Ted Cruz era “mentiroso-Ted”. Trump no matiza ni admite grises. Repite y repite, enfatiza como un vendedor sin escrúpulos. Por encima de todo, Trump es el jefe de una tribu. Porque nada une más a la tribu que sentirse parte de ella. Trump es el líder de la tribu de los americanos de verdad, los duros, los machotes, los que anteponen la autoridad a la solidaridad y el cuidado de los demás.

No sabemos hasta dónde llegará Donald Trump. El funcionario escritor anónimo del Times alude a la Enmienda XXV de la Constitución de Estados Unidos, que establece que si la mayoría del Gobierno así lo decidiera por incapacidad del presidente, éste sería sustituido por el vicepresidente de manera inmediata. Pero no parece que haya esa intención por el momento. Desde que llegó a la Casa Blanca, se ha hablado repetidamente del Impeachment, una suerte de moción de censura, pero, para echarle, los demócratas tendrían que ganar la mayoría en el Congreso y el Senado en las elecciones de noviembre.

El hecho hoy innegable de que el cargo más importante del mundo esté ocupado por un estúpido pone en cuestión una vez más el virtuoso funcionamiento de la democracia. En un libro de incorrección política rotunda, titulado Contra la democracia, Jason Brennan hace un diagnóstico aterrador sobre lo que sucede. Sí, afirma, las democracias producen los sistemas más estables, prósperos y pacíficos del mundo, pero también tienen disfunciones que producen desastres como la elección de Hitler o el Brexit. El problema, dice el filósofo americano, no es la democracia, sino los votantes, que en su mayoría no saben casi nada de los asuntos públicos cuando tienen que votar o pronunciarse sobre ellos. A la vista del espectáculo que Trump está dando, no parece que el pueblo americano tomara la mejor decisión hace ya dos años.

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