Qué ven mis ojos

Algunas cosas parecen increíbles y otras no hay quien se las crea

Que las cosas sean lo que parecen es sólo cuestión de tiempo”.

Algunas cosas nos parecen mentira porque son increíbles y otras porque no hay quien se las crea. Ves dormir a un niño, por ejemplo, y te parece increíble contemplar algo tan dulce, tan bello, tan inocente... Oyes las explicaciones de la ministra de Sanidad sobre su presunto máster a la medida y te quedan muchas dudas y una certeza: las primeras, que esto se parece demasiado a los casos de Cristina Cifuentes y Pablo Casado como para ser otra cosa; la segunda, que en el fondo es la que más importa, es que de nuevo queda claro que aquí no hay ya dos varas de medir, sino tres, una para juzgar lo que hacen los rivales, otra los correligionarios y la última para tener un rasero para los políticos en general y otro para el resto de la gente, a la que no le regalan ni sus títulos ni ninguna otra cosa, sino que tiene que ganárselo todo a pulso.

La ministra, forzada a comparecer ante los medios de comunicación por las informaciones difundidas por eldiario.es, dice que los estudios por los que le dieron el máster no los hizo de forma presencial, sino a distancia; y que no fue ella quien llevó a cabo los trámites necesarios para convalidar determinadas asignaturas, como es obligatorio, sino que lo hizo la Universidad; y que tiene correos electrónicos que demuestran que no miente, aunque por ahora no los haya enseñado, como tampoco ha puesto sobre la mesa, de momento, los trabajos con los que asegura haber recuperado las asignaturas que suspendió al no asistir a clase durante gran parte del curso; y también sostiene que ella no tiene copias de esos trabajos, que debían ser doce como mínimo, uno por materia, pero al parecer tampoco hay ni rastro de sus trabajos académicos en la plataforma del campus virtual que tiene el centro. Demasiados agujeros para que el barco se mantenga a flote.

Igual que en los casos de Cifuentes y Casado, el resto del alumnado no la recuerda, o jura que la ha visto en las aulas, en el mejor de los casos, un par de veces. Y hay profesoras que confiesan que no la llegaron a evaluar ni pudieron someterla a control alguno porque en su expediente ya aparecía la asignatura en cuestión como convalidada. Y lo peor de todo es que su adversario Pablo Casado ha salido a exigir que se respete su presunción de inocencia, obviamente para igualar el caso de la ministra Carmen Montón al suyo. Mal defensor y peor comparación, dado que hablamos de alguien que sólo cursó cuatro asignaturas de las veintidós que tenía su máster, y las dieciocho restantes se las convalidaron con la licenciatura de Derecho. Aquí hay demasiadas puertas giratorias, traseras y falsas, y los que pasan por ellas no suelen ir a ningún sitio por el camino más recto, sino por un atajo prohibido al resto de los mortales. La maleta del poder tiene doble fondo.

Tiene razón Casado, en una democracia nadie es culpable hasta que un juez demuestre lo contrario. Pero también es verdad que la experiencia nos demuestra que nueve de cada diez veces las cosas terminan por ser lo que parecen a primera vista. Sobre todo, cuando quien resulta sospechoso se defiende con el argumento de que lo que hizo no es ilegal. Pero ¿es moralmente aceptable? Aquí hay gato encerrado, y si sigue mucho tiempo ahí, se convertirá en un tigre y se comerá a quien esté con él en la misma jaula.

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