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El comensal Villarejo

Si en la semana que estamos a punto de cerrar, usted se ha aburrido siguiendo la actualidad, consulte a su farmacéutico. Puede que sufra de astenia otoñal, síndrome posvacacional o pérdidas de asombro. Pero hágaselo mirar, porque la semana ha sido de traca. Por cierto, uno de sus grandes protagonistas, el comisario Villarejo, ha anunciado una traca final si no sale de prisión antes de Navidad. Muy fan.

Allá por el mes de julio escribía yo sobre el comensal Villarejo, santo varón, como “perejil de todas las salsas oscuras”. En aquel momento, las conversaciones que estaban sobre el mantel informativo eran aquellas en las que Corinna hablaba del rey emérito y unas presuntas comisiones, un plato fuerte que se ve que ya hemos digerido y evacuado, porque no quedan ni los restos…

Dos meses han pasado desde que oímos la voz de la amiga "real" y tres años desde que escuchamos la de Ignacio González y un café con leche en la Mallorquina. Ahora estamos en el serial de la sobremesa más prolongada de los últimos tiempos, aquella que ha metido a la ministra Delgado en un lío gordo. Y las que nos quedan…

Esta cadencia de protagonismo mediático de Villarejo recuerda a la de Victoria Beckham y esposo, cuando estaban en primera división de la celebridad. Cada cierto tiempo, aparecía una noticia que los situaba en las portadas, no fallaba, cuando corríamos el peligro de olvidar a la pareja, zas, nuevo titular: “David compra los calzoncillos de diez en diez y los ordena por colores.” Pues con el hombregrabadora, sucede lo mismo, solo que con Vicky Beckham España olía a ajo y con Villarejo España huele a cloaca.

Aunque en el caso del comisario más famoso, con perdón de Tito Valverde, España también huele a puchero, a horno y a sartén, porque, ¡hay que ver lo que come este hombre! El día que encuentren dónde esconde Villarejo su arsenal de cintas de casete, que busquen también la caja fuerte en la que tiene los fajos de tickets restaurante.

¡Cómo será la cosa, que cuando saltó la noticia –en pleno culebrón por la comida con la ministra Delgado– de que también había comido con Pablo Casado, me confundí y, en vez de llamarle comisario, le llamé “comidista”! Que me perdone Mikel López Iturriaga. El otro día me comentaba un seguidor en Twitter “Yo creo que es un infiltrado de la Guía Michelín”.

 

Villarejo ha comido con mucha gente relevante –algunos han sido relevados y otras quién sabe si lo acabarán siendo– y hay a quien le extraña esta capacidad del comisario-comidista para sentar personas influyentes e importantes en su mesa.

Pero, vamos a ver, ¿quién en su sano juicio… iba a rechazar la posibilidad de compartir el ritual social más arraigado en nuestro país, con un héroe doblemente condecorado –por el gobierno de Zapatero y por el de Rajoy–? ¿Quién iba a renunciar a unas sobremesas tan entretenidas con un tipo que ha vivido tanto? ¿Quién iba a perderse una sobremesa tan enriquecedora, interesante y cultureta como la que puede proporcionar el poeta creador de conceptos como la “información vaginal”?

A Villarejo todos le querían, ahora ya no. Parece uno de esos personajes que, cuando cometen una fechoría, sus vecinos dicen asombrados: “Siempre saludaba”. Villarejo siempre saludaba, pero ha pasado de héroe a villano en cero coma, solo Clark Kent, que se repeinaba el ricito, se ponía las gafas y pasaba de superhéroe a plumilla pringao’ en un pispás, puede superar tal velocidad en la transformación.

Claro, lo de Superman nos lo creíamos porque éramos niños, pero lo de tragarse la transmutación exprés del comisario-grabadora, parece más un ejercicio voluntario de jugar a que no hemos perdido la inocencia. Es enternecedor contemplar el rechazo a un personaje que fue premiado por su labor y asistir al desprecio envuelto en asombro y perplejidad, como si nadie hubiera sabido, nunca jamás, que bajo nuestras calles hay un alcantarillado con un callejero idéntico al que pisamos y que, si las ratas subsisten ahí abajo, es porque se alimentan de lo que cae desde arriba…

No hace falta ser vidente para saber que continuaremos desayunándonos con grabaciones de las comidas de Villarejo, porque ha estado en más restaurantes que Chicote. Aunque, en su caso, la pesadilla no está en la cocina, sino en las grabaciones…

Villarejo debería recibir la condecoración al hombre que ha comido con más gente en España y debería presentar la nueva edición del programa de Imanol Arias y Juan Echanove, porque hasta el título le sienta como un guante: “Un país para comérselo”. Está en ello.

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