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¡A la escucha!

Un dato para sus señorías

Seguir la actividad en el Congreso es todo un arte. Cuando llegas la primera vez con tu grabadora, siendo todavía becaria de radio, imponen sus moquetas, el timbre llamando a sus señorías al hemiciclo, las puertas batientes que dejan entrever los escaños. Sientes que eres un elefante en cacharrería, que todos esos señores tan trajeados, con carpetas siempre con el logo de su partido bien visible que van y que vienen por los pasillos unas veces con mucha prisa y otras con ganas de pararse, saben mucho y tú apenas nada. Repito: eres una becaria que lleva unos meses en Madrid y que entrar en el Congreso de los Diputados es la cobertura que todos deseamos hacer.

Pero pasan los años, has cambiado la grabadora de la radio por el micro y la cámara, y aquellos mismos pasillos y aquellos mismos señores trajeados han dejado de imponerte. No es que les pierdas el respeto, pero aprendes a saber leer gestos y declaraciones. Sí, porque es todo un arte leerles a los políticos. Sus sesiones de control, sus plenos monográficos, sus réplicas y contra réplicas. Al principio vas haciendo un máster sobre el proyecto de ley que van a debatir o sobre la moción que van a votar. Te aprendes lo que dice el texto, pides asesoramiento, acudes a la Constitución para saber qué párrafo es el que van a citar seguramente de forma machacona, o eso crees. Pero cuando llega el debate, el resumen son tres frases ingeniosas, dos contestaciones rápidas y tres chascarrillos de corrillos con los periodistas. No hay grandes referencias legales, ni grandes aportaciones en el turno de palabra. Y la decepción empieza a hacerse hueco entre esa sensación que tenías hace unos años de respeto.

Hace un tiempo nos reunieron a un grupo de mujeres que habíamos nacido con la democracia. Artistas, modelos, diseñadoras, empresarias, periodistas y políticas. Una mesa de debate amplia en el que hablamos durante un par de horas de casi todo. En esa mesa estaba una mujer que hasta hace no mucho ha concentrado mucho poder y lo ha ejercicio en la vida política de este país. Recuerdo que antes de sentarnos, pudimos saludarnos unas y otras, hablar de forma más privada y distendida y comentar cómo íbamos, qué tal compaginábamos trabajo y familia, horarios de sueño, etc, etc y mi decepción se hizo máxima cuando esa persona, a la que miércoles tras miércoles veíamos en su escaño decir frases muy convincentes, me confesó que había días que sentía que necesitaba un descanso porque no encontraba un “frase ingeniosa” (y la cita es textual) con la que contestar al rival de turno político. Frase ingeniosa. Mi cerebro al escuchar aquello cortocircuitó: me temblaron las piernas al pensar que los políticos sólo iban al Congreso a buscar el total de turno que luego pusieran en los informativos de la noche. Nada más: intentar ser el más gracioso del grupo no el más efectivo. Lograr que tu frase quede como el hit del día. ¿Se acuerdan de lo del tractor de Rajoy al portavoz del PNV? Pues por ahí van los tiros.

Los periodistas estamos acostumbrados a consumir y ver las largas sesiones parlamentarias. Las de los miércoles, los plenos extraordinarios, los ordinarios, sesiones de investidura y también los debates sobre el Estado de la Nación. Y en los últimos meses, insólitamente, también alguna que otra moción de censura. Los vemos todos. Y quizás nos hemos inmunizado y ya no nos escandalizamos tanto cuando presenciamos rifirrafes absurdos que no aportan mucho o nada. Por eso entendí perfectamente el comentario que me hizo el otro día un amigo: me contó que por horarios de trabajo, ese día, miércoles, había salido más tarde de casa y por curiosidad se puso el Canal 24 horas para ver en directo la sesión de control. Y literalmente, me dijo, aluciné. “Han estado más de 20 minutos hablando sin decir nada. Era frase vacía tras frase vacía cuando no era un ‘y tú más’”. Sonreí. Porque anestesiados como estamos de ver todos los días lo mismo hemos perdido esa capacidad de sorprendernos que mi amigo mantenía. Entendí que, visto por primera vez, sin cortes ni voces de periodistas por debajo, efectivamente sus señorías perdían mucho: sin contexto lo que dicen no aportan nada.

En el último CIS sólo un 14% de los españoles creía que en el Congreso se debatía sobre problemas que le afectaban directamente: ¡sólo un 14%! El resto piensa que en esa cámara de representación popular, es lo que significa o debería de ser el Congreso, se habla y se debate sobre problemas y asuntos que en nada les afectan ni les preocupan. El dato deberían de imprimirlo y ponerlo en letras bien grandes sus señorías para verlo cada día en sus despachos y sobre todo, los días que tienen pleno. Para que no se les olvide de que quienes les van a ver luego por la noche en un corte en el informativo, digan lo que digan, no creerán que hablan de ellos ni sobre ellos.

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