¡A la escucha!

Revolucionemos las aulas desde el cerebro

Estamos obsesionados con que las nuevas tecnologías invadan las aulas: que desaparezcan los libros, que lleguen las tabletas, que las pizarras de tiza de toda la vida pasen a mejor vida y que sean sustituidas por pantallas táctiles... Los centros cada vez plantean más trabajos que los alumnos no plasman en papel sino que suben a la nube y ahí gestionan los contenidos con otros compañeros. Sí, hemos entrado en una especie de locura por modernizar el método sin prestar atención al contenido. Enseñar con nuevos soportes, pero ¿enseñar qué? Y lo más importante ¿quién?

Es urgente colocar al profesor como el elemento más poderoso de toda esta ecuación. Ayudarle a formarse, apoyarle en sus métodos, no cuestionar su autoridad y lograr motivarle. Lograr que quien entre en el aula sea como una bombilla de 2.000 kilovatios que ilumine a sus alumnos, que logre encender el interruptor de su curiosidad, de su mente, de su intelecto y capte su atención. Y sobre todo tener especial esmero en elegir a esas potentes bombillas en cada uno de los centros. No todos valen, lo siento, para subirse a una tarima y enseñar. Y aquí tienen que estar los mejores: está en juego nuestro futuro.

Pero también es prioritario que la sociedad aprenda a mirarlos y a respetarlos con la misma admiración con la que hablamos de astronautas, científicos o médicos. Debemos aprender a mirarlos de otra forma. A no cuestionarlos delante de nuestros hijos. Hace unos días, el consejero de Educación de La Rioja hacía una comparación que me parece acertada. Se hablaba sobre empleos del futuro en el ámbito de la educación y, según los últimos estudios, los neuroeducadores serán los más demandados. ¿Por qué? Porque educar en la inteligencia emocional será clave para lograr avances en la asimilación de contenidos y en evitar el fracaso y el abandono escolar. Si sabemos detectar en qué materias cada alumno es más potente, en qué asignaturas demuestra más destrezas o habilidades, evitaremos que ese alumno se frustre cuando tenga que enfrentarse a contenidos menos atractivos para él. Pero ahora mismo, con los métodos que tenemos, los profesores no tienen ni tiempo ni preparación para poder hacerlo. Los estudios de universidades y expertos apuntan a que la figura del neuroeducador deberá entrar sí o sí en todo este proceso para poder avanzar en este camino. El consejero de educación riojano lo comparaba con los neurocirujanos: si ellos acceden físicamente al cerebro, decía, los neuroeducadores deberán acceder también a ese cerebro desde la educación, motivándoles, inspirándoles, encendiendo su imaginación.

Pero también hay que pedirles a ellos, a los profesores, que lleguen a las aulas con una vocación real. Demasiadas veces nos encontramos a docentes asqueados por tener que rodearse de niños pequeños o de adolescentes, incapaces de empatizar con ellos y resumiendo todo su método en una palabra: autoridad. En más de una tutoría me he preguntado por qué esa persona eligió magisterio si es evidente que no le gusta enseñar, que no se lo pasa bien explicando tal o cual materia, y lo peor, que no sabe contarlo de otra forma si no es gritando o imponiendo castigos. Encontrar un profesor que te inspira es un regalo de la vida, porque esa persona logrará encender en ti ese interruptor que te convertirá en una persona curiosa con el mundo que te rodea, crítica con ideas o argumentos preestablecidos y respetuosa con quienes no piensan u opinan igual que tú. Todas esas carencias que luego en la edad adulta y en el mundo laboral echamos tanto de menos de algunos compañeros o compañeras o jefes o jefas. Pero efectivamente, esos profesores que iluminan como 100 bombillas, no abundan, así que apoyemos al resto con lo que ya sabe la ciencia. Si sabemos cómo funciona el cerebro apliquémoslo a la forma de enseñar.

En esto queda camino por recorrer, es evidente, pero es necesario acortar los plazos e insertarlo cuanto antes en los métodos de aprendizaje. Sigue siendo muy absurdo que nuestros hijos memoricen fechas y nombres que olvidarán dentro de tres semanas. Seamos ambiciosos en esto porque, insisto, se trata de nuestro futuro. Si queremos evitar que se repitan los mismos errores generación tras generación, habrá que cambiar algunas cosas, y cómo enseñamos en las aulas es una de ellas. Como decía alguien estos días en un programa de televisión, busquemos más referentes y menos influencers.

Más sobre este tema
stats