Desde la tramoya

El PP no tiene quien le escriba

Cuando Pablo Casado, líder de la oposición y presidente del PP, o su portavoz parlamentaria, Dolors Montserrat, tienen que fijar su agenda diaria, una de las variables fundamentales es qué van a decir, dónde y cómo. El elemento fundamental de la configuración de una acción política en ese nivel es lo que se va a publicar en los medios de comunicación. Los diez segundos de reporte en televisión o en radio. El titular en la prensa. El tuit o el meme previsibles.

Por eso a mí, que llevo toda media vida dedicado a pensar –también– en titulares, me causa verdadero asombro que el PP esté en las últimas semanas generando tamaña efervescencia de noticias anodinas, actuaciones ridículas y frases incomprensibles, haciendo las delicias del Gobierno y generando decepción entre los suyos. No refiero aquí la decena larga de frases del nuevo líder popular, y también de su portavoz parlamentaria, antes de su llegada al sillón principal de Génova, o al segundo escaño de la derecha, respectivamente, porque tales deslices pueden ser justificables cuando aún no eran los mandamases del PP. Me refiero sólo a las tres últimas astracanadas de quienes ya deberían ser conscientes de su nueva responsabilidad.

La última perla ha sido lo de la España milenaria, justo antes del fin de semana pasado:

“El hito más importante de la Humanidad, en mi opinión solo comparable a la romanización. La Hispanidad es probablemente la etapa más brillante no de España sino del Hombre (sic), junto, insisto, el Imperio Romano. ¿Por qué? Porque nunca antes el Hombre (sic) había conseguido trasladar la cultura,  la historia, la religión, la historia de una nación, a tantos sitios a la vez. (…) Ninguna nación centenaria ha hecho tanto por toda la humanidad ¿Qué otro país, si pensáis, puede decir que un nuevo mundo fue descubierto por ellos, que tres embarcaciones que salieron precisamente de Huelva, con capital no sólo castellano, sino privado, también de estas tierras, consiguieron cambiar la historia del mundo para siempre? Y, sobre todo, ¿qué otra nación como la española puede seguir teniendo esos vínculos lingüísticos, históricos, culturales, con prácticamente un tercio de otro mundo?”

Los historiadores tardaron cero coma en desmentirle. Ya no cabía identificar el discurso con un novato, porque hablaba dos días antes del 12 de octubre, Día de Fiesta Nacional, antiguo día de la Hispanidad, y Pablo Casado estaba en Andalucía. Su discurso no fue improvisado ni casual.

Luego vino la visita de urgencia a Bruselas para pedir a las autoridades de la Unión que no aprobaran las líneas presupuestarias enviadas por el Gobierno y acordadas con Podemos. No es una cuestión menor: alguien pensó que el relato era verosímil. Un patriota que denuncia a su propio Gobierno ante las autoridades del club al que pertenece, pensando que éstas le van a dar la razón. Esas mismas autoridades le dicen al “chivato” que no procede su queja. Que es un asunto de Estado, interno, y que, además, las cuentas que se han presentado no son una locura. El fiasco entonces ya no es sólo una cagadita en forma de aberración histórica, como lo de “mayor hito de la humanidad”, sino que se convierte en una patochada política de alto coste. Hasta tus colegas conservadores europeos te toman a broma.

Y finalmente vuelve la excentricidad, esta vez al Congreso de los Diputados. Dolors Montserrat, segunda del PP en el Parlamento, lanza una incomprensible ristra de reproches hacia la vicepresidenta del Gobierno, mencionando en dos minutos y medio la formación de un sindicato de prostitutas, las conversaciones de la ministra de Justicia con Villarejo, la casa de Pablo Iglesias e Irene Montero, la residencia de Puigdemont en Waterloo, la dimisión de Màxim Huerta, la sociedad patrimonial del ministro Duque, la relación de Borrell con Abengoa, no sé qué de una Herriko Taberna, la tesis de Montón…

No habría pasado nada si todo hubiera quedado en la anécdota de una mala mañana, pero cuando se encadenan excentricidades como las relatadas, una detrás de otra, sin solución de continuidad, surgen las siguientes dudas.

¿Será que el PP de Casado no entiende nada, no encuentra su sitio o no se encuentra a sí mismo? Sería extraño, porque el PP no nació ayer.

O más bien, ¿será que Casado y su equipo más directo no están ni por lo más remoto preparados para liderar a la derecha española, con independencia de lo lejos o cerca que estemos unos y otros de sus posiciones ideológicas? Me decanto por esta última hipótesis, porque lo primero que se define al llegar a posiciones de poder como la de Casado es qué vas a decir y cómo. Te encargas luego de que alguien te ayude a formularlo. Un escritor de discursos, un equipo que supervise tus frases, que oriente tu puesta en escena. Casado no ha sido capaz aún de encontrar ese soporte, y eso constata que no merece de momento estar donde está. Quizá se lo gane con el tiempo; pero de no hacerlo pronto, Ciudadanos y Vox se van a comer su merienda más pronto que tarde.

____________________Este texto ha sido corregido por el autor tras advertir que había adjudicado a Casado la frase: "Solo veo españoles", que en su día pronunció Albert Rivera. 

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