En Transición

La derecha y los erizos

A las derechas en España hay que llamarlas en plural, por primera vez en mucho tiempo. Tanto, que tienen que ver cómo gestionan esa convivencia entre varias organizaciones que compiten entre sí aprendiendo de la Fábula del Erizo de Schopenhauer.

Dice básicamente así: en un día muy frío, un grupo de erizos buscaban cómo calentarse. Se les ocurrió que podían acercarse unos a otros, para darse abrigo mutuamente. Lo que no tenían en cuenta es que, cuanto más se arrimaran, más dolor les causarían las púas del erizo vecino, pero si se alejaban demasiado, volverían a quedarse ateridos. Es decir, los erizos debían buscar la distancia justa para que esa relación fuera óptima.

Si la traducimos al campo de los humanos y de la política, lo que Schopenhauer quería explicar es que cuanto más cercana es la relación entre dos seres, más fácil será que se puedan hacer daño el uno al otro, pero si se alejan demasiado, más probable será que sientan frío y soledad.

Creo que esta es una buena metáfora para describir lo que está pasando en el campo de las derechas. En primer lugar, esa derecha que se sitúa dentro del sistema, debe definir su relación con los movimientos de nuevo populismo xenófobo que atraviesan el globo. Salvo a Vox, que no le duelen prendas en identificarse claramente con ellos y en hacer públicos sus contactos con Bannon, al resto le resultan incómodos, pero no pueden permitirse distanciarse demasiado. Lo comprobamos en la abstención y los tres votos en contra de los eurodiputados españoles del Partido Popular cuando se inició la apertura del procedimiento sancionador al húngaro Viktor Orbán.

Ya en España, los tres partidos de la derecha tienen elementos clave de su discurso que, sin ser exactamente iguales, se parecen cada vez más. La conflictiva concentración en defensa de los guardias civiles de Alsasua, celebrada ayer y convocada por España Ciudadana, contó con discursos de Albert Rivera y la asistencia de la presidenta del PP en Navarra, Ana Beltrán, el portavoz del PP en el Senado, Ignacio Cosidio, y el presidente de Vox, Santiago Abascal. Ninguna de las tres formaciones va a dejar que la bandera de España la patrimonialicen en exclusiva los demás. Pero tendrán que ver cómo se la reparten. Similares fenómenos se dan respecto al conflicto en y con Cataluña, la forma en que se aborda la inmigración o la manera como se entiende el discurso feminista. Saben que estos temas son sensibles en su electorado y no quieren renunciar a ellos. Sin embargo, al aproximarse, corren el riesgo de plantear un juego de suma cero, es decir, que lo que gana uno lo pierde otro.

La obligación de todo gobierno

Como además Vox ha entrado en escena ocupando la posición más a la derecha, han decidido emprender una carrera hacia el extremo derecho, en el que tan sólo se encuentra un 2% del electorado, absolutamente irracional. Este artículo de Casado el pasado sábado al respecto de la posición de la Abogacía del Estado en el juicio contra los independentistas catalanes muestra hasta dónde puede llegar: "Pedro Sánchez es rehén del independentismo más radical, el que reivindica la historia criminal de Terra Lliure, el que escrachea a los jueces, ridiculiza a los hijos de la policía en el colegio o envía balas en sobres a las casas de los políticos opositores".

Ciudadanos tampoco se está quedando atrás en la carrera. Según los datos de la última encuesta del CIS, al analizar la percepción que la ciudadanía tiene de la ubicación ideológica de cada partido se puede comprobar cómo la formación naranja ha pasado de situarse en el 5,5 en mayo de 2014, al 7 en la escala izquierda-derecha en la actualidad —siendo el 10 la posición más a la derecha— y a tan sólo 1 punto del Partido Popular. De esta forma deja un hueco entre sí mismo y su otro flanco, el PSOE, situado en el 4,5, que haría las delicias de cualquier estratega electoral. Con estos datos no es de extrañar la reaparición de José María Aznar queriendo reinventarse como el patriarca reunificador de las derechas.

De lo anterior podemos sacar dos conclusiones: en primer lugar, que la aparición de Vox, como ha sucedido en otros países europeos con fenómenos similares, no sólo es preocupante desde un punto de vista democrático por lo que plantea, sino que tiene el efecto de contaminar al conjunto de las fuerzas de la derecha. Y en segundo lugar, que las derechas tendrán que encontrar la distancia justa para no pincharse entre ellas. Quizá la factoría Villarejo se lo ponga más fácil.

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