¡A la escucha!

Un error que se repite demasiado a menudo

Intentamos desayunar en familia: deprisa, corriendo, contándonos un poco el día, organizando si podemos ir a buscarlos o no, recordando reuniones, citas con el médico, dentista. Es el ratito antes de ponernos en marcha, antes de que yo salga corriendo por la puerta y ellos todavía se queden en pijama, quitándose las legañas y alargando el momento de activarse y, de verdad, empezar el día. Un desayuno que inevitablemente lo hacemos con los informativos de fondo, la radio en el baño y la tele en la cocina.

Es lo que tiene que tus padres se dediquen a esto: te guste o no, te apetezca o no, te interese o no, estás informado. Y mis hijos lo están por pura obligación. Así que frente al tazón del desayuno van sucediéndose las noticias del día. Confieso que cuando llegan los deportes suelo perder el interés pero en cambio son las que más le engancha y gustan a mi hijo. No se pierde un gol, ni una declaración. Y a veces me gusta preguntarle que quién es el que está hablando porque los conoce a todos. Pero el martes no hubo goles sino una escena que dio mucha vergüenza. La noticia hablaba de la designación del Balón de Oro a Lucca Modrić(mi enhorabuena), cuando a renglón seguido detallaba la bochornosa escena que tuvo que vivir Ada Hegerberg. La primera mujer premiada con el Balón de Oro.

Ada empezó a jugar al fútbol con su hermana. Era tal su conexión que parecía que tenían una especie de código cuando saltaban al campo, que podían comunicarse con sólo mirarse. Pero muy pronto Ada empezó a destacar con el balón y terminó fichando por el OIympique de Lyon, con quien ha logrado tres ligas francesas y varios títulos más. Ada, antes de la Gala del Balón de Oro, habló con varios medios de esos inicios y de las situaciones machistas que había tenido que vivir a lo largo de su carrera.

Ella defendía que siempre se había sentido como sus compañeros deportistas, ella simplemente se veía como una deportista que había luchado por conseguir sus sueños, como sus compañeros. Y esa noche era un sueño hecho realidad y todo un ejemplo para tantas y tantas deportistas. Hasta que llegó el comentario que ha dado la vuelta al mundo y que demuestra que a muchos hombres les cuesta ver a la mujer más allá de su género.

El animador de la Gala, el DJ Martin Solveig, le preguntó a la delantera Noruega si sabía perrear. Ni una pregunta sobre su carrera, sus goles, sus logros, sus títulos. No. Le preguntó si sabía mover el culo de una forma sugerente. Antes había pasado Modrić y a él no se le ocurrió preguntarle por sus dotes con el baile. El momento lo han visto ya, han visto también las disculpas que él pidió al finalizar la gala. Se grabó un vídeo excusándose en su mal inglés (la broma la hizo en francés, pero en fin), en que fue una broma desafortunada y que se arrepentía. Tarde, caballero, muy tarde. Porque su comentario logró lo peor, su broma machista montó tanto ruido que muy pocos han hablado de lo importante.

Nadie se cuestiona por qué en 2018, después de muchas galas de Balón de Oro, era la primera vez que la organización decidió dar este premio a una mujer. 62 años entregando este galardón, desde 1956, y el lunes era la primera vez que se daba este premio a una mujer. Pero nadie habló de esto, nadie recogió las palabras de Ada animando a tantas chicas a perseguir su sueño, a creer en ellas mismas. Nadie porque el comentario del DJ lo eclipsó todo. Lo mejor sería que no hubiera un premio para ellas y un premio para ellos. Pero eso es, en 2018, todavía una quimera. Me reconcilia que para nuestros hijos, todo esto suena un tanto marciano. Juegan y se relacionan de igual a igual entre ellos y ellas.

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