Qué ven mis ojos

Dos más dos es igual a 3,90 para mí y el resto para los demás

"El mejor gobernante es aquel con quien más personas comen todos los días y tienen donde dormir cada noche"

El precio de que la banca siempre gane es que siempre pierdan los mismos

Para qué sirve el dinero. Para qué sirve la política. Esas dos preguntas deberían poder sumarse, pero no recurriendo a las matemáticas, sino a la moral. Y no a una moral religiosa, sino civil. Y entonces el resultado no podría ser otro: la política debe ser el arte de repartir lo que hay, de propiciar la igualdad y extender la justicia. El mejor gobernante es el que consigue que más personas coman todos los días y tengan una casa en la que dormir cada noche. Es así de fácil, y todo lo que no sea eso es algo peor, si hay pobreza en el mismo sitio donde otros viven rodeados de lujos, es que no hay democracia o la que hay no funciona como debiese. Y lo mismo si hay desahucios, sueldos miserables, contratos dignos de una sociedad esclavista, expedientes de regulación de empleo en negocios que marchan bien, pero quieren hacerlo aún mejor; o entran en quiebra porque algunos linces ven en ellos la posibilidad de llenar sus cajas fuertes a cambio de vaciar las neveras ajenas. Lo que para muchos es una ratonera, para unos cuantos es una mina de oro. Miren el ejemplo de Iberia, que prescindirá de otros mil trabajadores a lo largo de este 2019, tras haber liquidado ya ni más ni menos que a 5.741 en dos ERE previos. En ese mismo tiempo, su consejero delegado, Willie Walsh, se subió el sueldo un 300%, hasta cobrar por diferentes conceptos casi ocho millones de euros; y su director general financiero, Enrique Dupuy, se llevó algo más de tres. La remuneración total de la alta dirección del grupo IAG, asciende a 16 millones de euros.

¿Para qué se hicieron y se van a seguir haciendo esos despidos en masa? Porque eso es lo que son, por mucho que a una parte de ellos les pongan el cartel de voluntarios. A la fuerza ahorcan, y algo raro tendrán esas bajas cuando los gobiernos intentan atrasar la edad de jubilación y las empresas adelantarla, con lo cual, o unos o las otras van por el mal camino. ¿Se llevaron a cabo porque Iberia no era rentable o, más bien, para que los jefes de los despachos más altos se enriquecieran en un abrir y cerrar de ojos? La pregunta se responde sola: la compañía llevaba setenta años dando beneficios, cómo no iba a ser así en un país con ochenta y dos millones de turistas, que pronto serán cien. Así que decidieron lo de siempre, al grito de divide y vencerás: la fueron repartiendo en diferentes marcas, Air Nostrum, Vueling, Iberia Express..., es decir, los mismos aviones con diferentes rótulos en el fuselaje; después se llevó a cabo la fusión con British Airways, y con esa artimaña se le quitaron a la firma aerolínea original gran parte de sus destinos, se informó de que el negocio ya no daba dividendos y se sacaron las tijeras porque su plantilla era insostenible. Lo de siempre y jaleado por los de siempre. Los liquidadores se llevaron cientos de miles de euros a cambio de sus servicios funerarios y desaparecieron del mapa, sin hacer mucho ruido y sin que nadie los persiguiera, a disfrutar de sus ganancias. Y luego vinieron los salvadores, a ordenar lo que quedaba y, como ellos dicen, a sanear las cuentas, por el proceso habitual: dos más dos, igual a 3,90 para mí y el resto para los demás. Es sólo una empresa más, en otras muchas se ha calcado esa misma fórmula. Se debate mucho sobre el sueldo mínimo, pero debería también haber un tope salarial para los altos cargos de toda naturaleza. La ley del embudo y la democracia son incompatibles, o al menos lo deberían ser.

Los Presupuestos que trata de sacar adelante el Gobierno tienen un gasto social inédito desde la época del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, y como es lógico, sus adversarios en el Congreso y el Senado y numerosos analistas de corte conservador se han lanzado sobre ellos con predicciones catastróficas. La Moncloa tiene complicado que le aprueben las cuentas, entre otras razones –y esto no es ni de ahora ni de este Ejecutivo y esta oposición– porque las cuentas les importan muy poco a sus rivales, no son un problema sino un arma, y sobre todo son una moneda de cambio. Pero ¿y de qué sirvan no importa? ¿No es evidente para cualquiera que lo quiera comprobar que en España sigue habiendo mucha gente que no se las puede arreglar para vivir dignamente? ¿No es nuestra tasa de riesgo de pobreza terrible, por ejemplo? ¿Y el paro que aún soportamos? ¿Y los salarios medios de tantas personas que no alcanzan para llegar a fin de mes? ¿Y las pensiones? Demasiados ciudadanos que se las ven y se las desean para salir adelante, como para creer que no hay que intentar, sea como sea y cueste lo que cueste, echarles un cable. ¿No hay fondos? Si no los hubiese, no se evadiría y robaría lo que se roba y evade en nuestro país. España pierde más de 90.000 millones de euros al año por la corrupción; el fraude a Hacienda se calcula en 79.000 millones y hay cerca de 140.000 millones de presuntos contribuyentes españoles en cuentas de diversos paraísos fiscales. ¿No hay o hay de sobra para todos y se lo llevan unos cuantos? Lo repito: la pregunta se responde sola, aunque haya tantos que prefieran hablar de otras cosas y hacerle brindis al sol. Naturalmente, al sol que más calienta.

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