Muros sin Fronteras

¿Están las izquierdas? Que se pongan

No es fácil ser de izquierdas en un mundo cada vez más de derechas. La derecha de toda la vida se ha dejado engatusar por el trumpismo (Steve Bannon) y juega sin complejos en la extrema derecha, o lo hace comprando algunos de sus preceptos anti-migrantes bajo la excusa de frenar su ascenso. Los socialdemócratas, que se volvieron liberales, apenas tienen fuerzas para defender el Estado del bienestar y las conquistas sociales de la postguerra. Los ex comunistas buscan un espacio político sin saber si deben renunciar a su pasado o silenciarlo. Me refiero al pasado de los partidos comunistas de Europa del Este y la URSS. Los occidentales lucharon por la libertad; los otros dirigieron dictaduras. La sombra del gulag es alargada.

No hay noticias de que a la derecha ultraliberal y a sus empresas multiextractoras les pese el gulag del hambre, el que padecen millones de personas cada día. O el de las enfermedades para las que no existen cura ni medicinas porque los pobres que no pueden pagarlas no son un buen negocio. Vivimos sobre un polvorín. Escuchen a Oliver Stone.

Surgieron nuevos partidos a la izquierda de la socialdemocracia, que recogieron gran parte de sus ideas e ilusiones enterradas. Luchan contra la explotación laboral y contra el fraude masivo en los impuestos por parte de las empresas y sociedades que forman lo que llamamos los mercados, que son los que hoy mandan en las democracias. Siempre lo hicieron, pero perdieron la obligación del disimulo, y más desde la crisis de 2008. Ahora, barra libre mientras dure.

Esta intervención del historiador Rutger Bregman, en Davos, centró el problema de la economía global: no necesitamos filántropos que se desgravan su generosidad, necesitamos millonarios honestos que pagan sus impuestos. Todo es una gran impostura en la que hasta a los impostores se les olvida que están mintiendo. Lo dice Bregman al inicio de su intervención: 1.500 aviones privados para escuchar en directo una charla de David Attenborough sobre el cambio climático.

Han cambiado las reglas y han cambiado a peor. Ni siquiera necesitaron modificar la letra, bastó con la música. Defender hoy la libertad de expresión suena como un acto revolucionario, antisistema. Trump quiere perseguir judicialmente el humor de Saturday Night Live que le ridiculizó, a través de la parodia del actor Alec Baldwin, en su decisión de declarar el estado de emergencia para construir su muro, una decisión que puentea al poder Legislativo. Ya hay 16 Estados que lo han demandado por abuso de poder. Al final de cualquier vía judicial espera su Tribunal Supremo con Kavanaugh, entre otros. ¿Nadie ve la degradación galopante de las democracias?

The New York Times ha publicado una página con las frases relacionadas con la idea central de Trump: “El muro lo pagará México”. Se repite tantas veces como la pronunció el presidente, antes y después de la elección. La mentira casi llena una página entera. El muro no lo pagará México, lo van a pagar todos los ciudadanos estadounidenses. La urgencia del muro es presidencial, una cortina de humo para distraer la atención de los avances del fiscal especial Robert Mueller sobre la pista rusa. Es una estafa.

 

Página de The New York Times con las frases relacionadas con la idea central de Trump: “El muro lo pagará México

En EEUU ha nacido una corriente que los medios de comunicación llaman los “demócratas insurgentes”. Quizá no tenga recorrido para alcanzar la presidencia en 2020 ni en los años siguientes, algo que está por ver, pero sí está teniendo un gran impacto en el debate nacional. Una de sus jóvenes estrellas es la congresista Alexandria Ocasio-Cortés, que surge del entorno de la campaña de Bernie Sanders en 2016. Entre sus 'locas' propuestas está que los ricos paguen más impuestos, una idea que parece gustar a los estadounidenses. Algo se mueve en el fondo del mar. ¿Será suficiente para desalojar a Trump?

Jeremy Corbyn, acorralado por el segundo referéndum

Ya tenemos a Sanders de aspirante a candidato a la presidencia en 2020. El día de las elecciones tendrá 79 años, lo que puede ser un problema. Su oportunidad pasó en las primarias perdidas con Hilary Clinton, aunque le han servido para dejar una huella profunda en un sector del partido y entre los jóvenes . Que su voz esté en circulación durante meses es positivo. Su mayor reto es conseguir que sus seguidores voten esta vez al candidato/a ganador/a de las primarias. Su rechazo a Hillary y la abstención ayudó a Trump.

Mientras que en EEUU hay señales de la llegada de una nueva izquierda, o de unos demócratas menos conservadores, Europa es un erial. Uno de los partidos que mejor han resistido la mudanza ideológica es el Laborista británico, sumido en una profunda crisis interna. Ocho diputados han dejado el partido por diferencias insalvables con Jeremy Corbyn. Le acusan de alentar y consentir mensajes antisemitas, algo que a su entender es incompatible con el partido. Corbyn niega la mayor, les considera unos traidores. Esta crisis cubre otra más importante que tiene que ver con el Brexit. Una parte importante del laborismo quiere que el partido apoye la celebración de un segundo referéndum. Corbyn se resiste por tres motivos: él es un euroescéptico de izquierda, cree que, si cae Theresa May, ganará las elecciones y será primer ministro, y porque teme la reacción de sus votantes. Es un Catch 22, haga lo que haga enfadará a una parte de sus fieles.

Vamos a elecciones múltiples y consecutivas en España. Por un lado, la derecha trifálica (a ver quién grita más fuerte 155) y por otro un PSOE agujereado por barones-termitas, y un Podemos en grave crisis de identidad. ¿Qué puede salir mal? Confiemos en los votantes y en la sensatez.

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