¡A la escucha!

No les robemos su futuro

Si somos optimistas a mi hija no le tocará votar hasta dentro de cuatro años (y traduzco lo de ser optimista porque a estas alturas ya casi, casi podría llamarse ingenuidad). Optimista es creer que efectivamente los partidos sabrán ponerse de acuerdo, sabrán sentarse y hablar y lograrán alcanzar un acuerdo estable. Si fuera así, que no las tengo todas conmigo, no será hasta dentro de cuatro años cuando le toque ejercer por primera vez su derecho al voto. Esta cita electoral, las generales, municipales, autonómicas y europeas le pillan con casi 17 años pero eso no ha impedido que haya seguido la campaña con mucho interés. Ha estado pegada al televisor durante los dos debates. Y ha estado leyendo acerca de los partidos. Se descargó varios programas y estuvo haciendo preguntas “¿Qué es la prisión permanente revisable? ¿Qué significa revalorizar las pensiones?”. Es verdad que esto último, lo de descargarse los programas electorales y leerlos, le animamos a que lo hiciera su padre y yo cuando llegó a casa afirmando cosas que “le habían contado por ahí”. Le dijimos que lo mejor era que ella sola se formara su propia opinión y que se informara sobre qué propone cada partido para saber qué opciones son la que más le convencen.

En casa siempre he procurado no hablar de política, de preferencias políticas. Soy más partidaria de hablar de valores personales. Siempre hemos creído que no podíamos condicionar su opinión por lo que nos escucharan a nosotros y que no se trataba de hablar de tal o cual político sino de hablar de qué tipo de sociedad es la que queremos construir. Todos, los políticos, los que deciden, los que son líderes de opinión, los que educan, todos tienen una responsabilidad, y nosotros, quienes les elegimos, seguimos, votamos, también. Y para exigir responsabilidades hay primero que asumirlas. Y saber qué propone cada partido, al margen de las piruetas, shows, frases ingeniosas o zascas que podamos escuchar en los medios es nuestra responsabilidad: es importante apartarse del ruido y saber bien qué nos jugamos este domingo. Ser conscientes de en qué se traduce esa papeleta que depositaremos en la urna.

Para un adolescente todo es nuevo, todo es pasión, todo es o blanco o negro, todos son juicios rápidos, sin matices. Y las pasiones, lo sabemos muy bien y lo saben muy bien los políticos, mueven mucho. Me llama la atención que entre ellos comenten qué está pasando, hablen sobre lo que propone tal o cual formación porque sinceramente a mi edad, la mayoría de los jóvenes pasaba olímpicamente de la política. No en Navarra o en País Vasco. Allí, por desgracia, la política lo impregnaba todo, condicionaba nuestros fines de semana. Había que saber si había o no manifestación porque eso suponía que se armaría jaleo y los antidisturbios acabarían entrando en la parte vieja de Pamplona. Y eso suponía dos cosas: o que se acababa la fiesta enseguida o que según dónde te pillara te podías pasar toda la noche encerrado en un local, con la persiana bajada, sin música y sin poder salir hasta que pasara el follón.

Pero de Pamplona para abajo, seamos sinceros, hubo una generación que durante unos años sintió que la política era ajena a sus vidas. Vivían bien, se lo pasaban bien, viajaban y eso era suficiente. Hasta que llegó la crisis y hasta que se dieron cuenta de que quienes gobernaban tomaban decisiones que sí les afectaban y que eso se traducía en que no podían independizarse, o conseguir una beca universitaria o que les subían el alquiler.

Cadena de despropósitos

Pero la generación de ahora, o al menos lo que veo yo de cerca, habla de política entre ellos. Comentan situaciones, propuestas. Y me sorprende, en positivo. Me gustaría creer que eso supone que estamos mejorando, que si a ellos les importa lo que pueda pasar el domingo es que de verdad podemos esperar que esto puede mejorar. Y no estoy hablando de que gane tal o cual partido, aquí no hablo de MIS preferencias, sino de saber bien lo que de verdad lleva en su programa cada político. Que al margen de discursos mejor o peor construidos hay una ideología, una forma de hacer país, que puede cambiar muchas cosas. Y que esas propuestas tienen consecuencias.

En las colas de correos que veíamos estos días de gente paciente esperando a poder votar, si se fijaron, la gran mayoría era gente joven. Tiene su lógica, son los que más movilidad laboral tienen. Pero ahí estaban, algunos hasta casi 5 horas esperando en la calle, con lluvia, con frío, para poder votar. Convencidos de que a pesar de todos los problemas y del caos, el domingo no podía faltar su papeleta.

A mi hija le faltan 4 años para votar pero ya quiere ser parte de su futuro. Un futuro que en Reino Unido les han robado a los de su generación. La gran mayoría de los que votaron a favor de quedarse en Europa tenían entre 18 y 24 años y los que dijeron sí al Brexit fueron los mayores de 65. El domingo, ¿estaremos a la altura de no robarles de nuevo su futuro?

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