Desde la tramoya

Astracanada

Dice la segunda acepción de la palabra que astracanada es “Acción o comportamiento públicos disparatados y ridículos”.

No recuerdo una deriva más disparatada en partido político español alguno que la que ha tomado el PP desde que lo dirige Pablo Casado.

Pablo Casado dice que los socialistas "prefieren manos manchadas de sangre a manos pintadas de blanco. Prefieren manos pintadas de amarillo que manos abiertas a todos los españoles. Pedro Sánchez lo que ha hecho es cruzar la verdadera línea roja, la que nunca se había cruzado en la política española, la que nunca se había visto en ninguna democracia occidental. Se está convalidando la violencia y la deslealtad como mérito político y como requisito electoral". Pablo Casado llama golpista a Pedro Sánchez. O, para ser más preciso, hace al presidente “partícipe y responsable de un golpe de Estado que se está perpetrando ahora mismo en España”. Pedro Sánchez es un traidor: “el mayor traidor que tiene ahora mismo nuestra propia legalidad”.

Pedro Sánchez es un presidente “ilegítimo”, un “mentiroso compulsivo” y, por supuesto, un “felón”, que “ha intentado, incluso, vender la nación a los que quieren destruirla”. Afirma que Sánchez aplica la política migratoria del “papeles para todos”. Sugiere, misterioso pero ladino, que hay cosas ocultas del atentado del 11 de marzo de 2004, y pide que “se llegue a la verdad si alguien la oculta o intenta mercadear con ella”. Ingresando en el club de los sociólogos tabernarios, el joven Pablo Casado afirma que “los movimientos sociales y de calle (sic) alienan y tienen un problema de base, que es la manipulación y la propaganda”. Pablo Casado es feminista, cómo no, pero –siempre hay en esto un pero– “tengo una hija y me parecería cínico hacer un discurso de mi hija contra mi hijo”.

El mentiroso en su habitat natural

Casado tiene una política de lucha contra la violencia de género (en realidad no se atreve a proponer cambio alguno en la ley española), pero “no creemos en esa política colectivista por la cual hay que prevenir la violencia de género por el mero hecho de ser mujer”. Casado, que parece que tiene un máster, no entiende que en el planeta entero se da por hecho que el problema es la violencia de género, es decir, la que ejercen los hombres contra las mujeres. Casado tiene también una propuesta para la interrupción voluntaria del embarazo: volver a la ley de hace 34 años, contra la que su partido, por cierto, se movilizó. La ley de los tres supuestos. Porque ahora hay “barra libre” para abortar y propone la pintoresca idea de que una mujer inmigrante sin documentación que entregue a su hijo al Estado, no sea expulsada. Como Pablo Casado es padre, nieto y hermano de médicos, dice que sabe que las leyes de muerte digna son una puerta a la eugenesia, sugiriendo que los que estamos a favor, vamos a favorecer la muerte de “los niños con síndrome de Down” como los que participan en la película Campeones.

El Partido Popular se ha equivocado de líder. El domingo volveremos a constatarlo, cuando el PP renueve el fracaso que ya cosechó en las elecciones generales. Podrá decirse, como yo mismo he dicho, que a Pablo Casado le quedan aún tres vidas en la partida. Sí, hay algunas cosas ciertas. Es aún joven (38 años), pero mayor que Felipe González o Aznar cuando llegaron al liderazgo de sus respectivos partidos. Ha pasado por unas primarias, por lo que cuenta con mayor legitimidad de origen que el propio Aznar, elegido a dedo por Fraga, o Rajoy, señalado en un cuaderno azul por Aznar. Pero ser elegido en unas primarias, por supuesto, no es garantía de éxito en la elección. Y en su caso, además, conviene recordar que fue la segunda opción tras la de Soraya Sáenz de Santamaría, y que sólo el apoyo de los seguidores despechados de Cospedal logró arrebatar el liderazgo a la exvicepresidenta en segunda vuelta. No hay pandillas organizadas en el PP en este momento, ni corrientes ideológicas, y tardarían en organizarse, por lo que tampoco cabe esperar una revuelta tras el previsible desastre del domingo. Y sí, es cierto también, si todos los presidentes excepto Zapatero (por el atentado, seguirán pensando en el PP), ganaron después de varios intentos, también Pablo Casado tiene derecho a intentarlo.

Es improbable, en fin, que Pablo Casado dimita o sea desbancado a corto plazo. Pero hay un problema grave en su liderazgo, que no tiene que ver ni con su supuesta juventud, ni con su legitimidad, ni con el estado del partido cuando él pasa a presidirlo, ni con las oportunidades que se le dan para que llegue a Moncloa. El problema grave es que Pablo Casado contradice de manera evidente la narrativa que siempre –y digo siempre– ha comunicado el Partido Popular. La narrativa de la solvencia y la seguridad. El PP, desde sus inicios, ha representado la seguridad: seguridad económica, seguridad en la defensa de la única nación, seguridad en la imposición del orden… Seguridad es el estandarte implícito en el PP a lo largo de toda su historia. Y Pablo Casado, incrementando aún más la perplejidad con esa su sonrisa permanente de buen cuñado que exhibe, alimenta la sensación de improvisación, ridiculez y disparate. Pura astracanada.

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