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Qué ven mis ojos

Han perdido todos, incluso el ganador

"Que todo arda es el mejor negocio que puede hacer un vendedor de humo".

   

Imagínense cuál será el nivel de la política en España cuando se celebran unas elecciones y el resultado es que las pierden todos, incluso el ganador. Porque eso es justo lo que ocurrió el domingo, algo que dejan muy claro por una parte la alegría en la calle Génova, donde se volvió a bailar en las alturas, no se sabe si de alegría, de alivio o las dos cosas; y por otra, los rostros de decepción mal disimulada del gran triunfador, que sin duda es un PSOE que venía de donde venía por culpa de su aparato y está donde está gracias al secretario general que se cargó ese mismo aparato, y porque, con los números en la mano, ha sido el partido que ha obtenido la victoria general y algunas específicas, muy relevantes. Sin embargo, ha perdido dos a cero en Madrid, en la Comunidad porque en la izquierda hay partido y medio, dada la catástrofe de momento imparable de Unidas Podemos, que no suma, pero resta, y en la derecha hay un tres en uno que va a abrir muchas puertas: la de siempre, sus ultras y la salsa naranja, que vale para todos los guisos. Ya veremos si amenazas como la de Valls, un comodín incómodo, de romper con Ciudadanos si se alía a Vox en Madrid, primero se cumple y luego tiene algún efecto sobre Albert Rivera, que a estas alturas se ha quitado el antifaz, cabalga con la espada en la mano hacia el trono conservador y le da lo mismo si es sobre caballos blancos que negros, con tal de llegar.

El PP sigue dejándose votos y va a gobernar en lugares donde no gana, olvidándose, naturalmente, de lo que siempre decían al respecto, que era que la lista que recibía más número de papeletas tenía el derecho al bastón de mando, algo que niega la raíz de la democracia y su supuesto respeto por la Transición y la capacidad de pactar de sus protagonistas. Pero Casado se apunta el tanto de no haber sido superado por Ciudadanos, una formación a la medida de su líder y a la cual, por lo tanto, le sobra ambición y le falta músculo territorial. El delfín de Aznar sabía que caminaba sobre el alambre y, por supuesto, que una caída paralela a la que tuvo en las generales habría dado con sus huesos en tierra. Ha salvado los muebles, así que puede estar contento, aunque sea más por él y su equipo que por el propio Partido Popular, que cada vez está más debilitado. El escaparate de la capital, sin embargo, le va a añadir luz al momento sombrío que están viviendo.

Unidas Podemos se ha desdibujado completamente, y además sus malas notas en ciudades grandes y pequeñas reducirá en gran medida la presión que pensara hacerle a los socialistas a la hora de formar su Ejecutivo, o exigir bancos azules, y es obvio que, guste o no, esa también ha sido una buena estrategia de Pedro Sánchez y su equipo: se van a llevar el gato al agua porque las dos cosas son suyas, el agua y el gato, y Pablo Iglesias tendrá muy poco margen de maniobra a la hora de vender su apoyo para la investidura. Los que han saltado de su barco, porque querían ser capitanes en otro, también son parte del naufragio.

Y Ciudadanos, cuyos resultados tampoco es que sean para tirar cohetes, no da la impresión de que vaya a cortar el famoso cordón sanitario que le ha puesto al PSOE, ni que a estas alturas tenga problema alguno en ir de la mano con un PP que le supera pero al que mira por encima del hombro, ni con Vox, porque a Rivera y los suyos les importa el fin, no los medios, quieren llegar al poder por cualquier camino y ni corrupciones ni extremismos le van a detener. Por no hablar de la famosa estabilidad que antes tanto parecía importarle. La militancia socialista, por otra parte, tampoco lo quiere ver ni en pintura.

En Madrid, ha sido triste la derrota de Manuela Carmena, que deja muchas cosas a medias en la ciudad y una Gran Vía que la recordará siempre, árbol a árbol. Es un buen legado, como lo fueron los túneles de la M-30 para Alberto Ruiz-Gallardón. Y además de triste, es un síntoma de lo que ha ocurrido, que es que gran parte de los que han vencido van a ser derrotados y no podrán gobernar. La democracia es eso, consiste en sumar, y también en tener principios, pero esa parte se la saltan formaciones como Ciudadanos, que había venido a regenerar la política y está aliada al PP que dijo querer derribar y a la inquietante ultraderecha sin la que ninguno de los dos partidos podría llegar a ninguna parte. Se avecinan tiempos complicados pero divertidos.

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