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Qué ven mis ojos

La doble moral ya es no tener ninguna

  "El problema de venderle tu alma al diablo es que en el infierno no se admiten devoluciones". 

Tener doble moral es no tener ninguna. Es decir, que una gran parte de la política española de estos momentos carece de ella. Y, de hecho, sus líderes han llegado a unos niveles de cinismo tan desproporcionados que, en ese sentido, hay que pensar sin remedio que la supuesta regeneración que iba a traer el fin del bipartidismo ha quedado reducida a la nada, a un latigazo demagógico, un simple brindis al sol. En cuanto huelen el poder, se convierten en el mismo perro con distinto collar, en más de lo mismo con una salsa nueva.

Si hablamos, por no salirnos de la actualidad, de los pactos que hacen falta para que se forme el próximo Gobierno, del que sabemos casi al cien por cien que será presidido por Pedro Sánchez, pero no con qué apoyos ni a cambio de qué, nos encontramos con que esto último, lo de los precios que hay que pagar, resulta de una hipocresía interestelar cuando el que pone el grito en el cielo es Albert Rivera, que se rasga las vestiduras ante la posible entrada de Podemos en el Consejo de Ministros, ya sea por la puerta delantera o por la lateral, mientras se reúne triunfalmente con la ultraderecha para hacer sus pactos municipales y autonómicos, tan escandalosos que en su jardín crece ya la flor venenosa de la disidencia y hasta su fichaje estrella y candidato a la Alcaldía de Barcelona, Manuel Valls, afirma con otras palabras sentir vergüenza ajena por esa negociación, en un mensaje difundido por él en las redes: “Pactos anunciados entre PP y Vox en muchas ciudades... reuniones de líderes de partidos constitucionalistas con Vox... ¿normalidad democrática? o ¿normalización de un partido de extrema derecha? No es lo mismo... Y no puedo esconder mi gran preocupación”.

Lo que sí oculta son las siglas de Ciudadanos, pero no hace falta ir a un oftalmólogo para ser capaz de leerlas entre líneas. A su jefe, sin embargo, le dará igual, no responde a esas provocaciones, lo mismo que no lo ha hecho a las noticias de su doble sueldo, por un lado 41.000 euros como parlamentario y, por otro, 48.000 más de su partido. La doble moral, en este caso, proviene de la rotundidad con que él mismo se opuso a la subida del sueldo mínimo al resto de los españoles, para que fuera de 900 euros mensuales, con el argumento de que eso volvería “insostenible” nuestro sistema.

Rivera, eso sí, está en perfecta sintonía con el Banco de España, ese organismo regulador que ni organiza ni regulariza, ni se entera casi nunca de casi nada, pero que en esta materia, la del sueldo mínimo, sí que se moja, avisando de que provoca “un elevado grado de incertidumbre” y “tendrá un impacto negativo en el empleo”. Hoy no vamos a recordar a su gobernador pidiendo aceptar los recortes del PP “por patriotismo” mientras él se subía el sueldo, pero sí que su recomendación a las entidades financieras del país es que sigan despidiendo empleados y cerrando sucursales, se ve que en ese caso el paro no le preocupa. “Las entidades españolas continúan presentando unos niveles claramente superiores de oficinas bancarias en relación a la Eurozona y a otras economías.

Por consiguiente, "existiría todavía un cierto potencial de reducción de costes por esta vía”, explica la subgobernadora. Desde el comienzo de la crisis que se inventaron en 2008 el FMI, sus patronos y sus secuaces para robarle gran parte de sus derechos a la ciudadanía, ha habido en ese sector cerca, muy cerca ya, de cien mil bajas y se han cerrado veinte mil sucursales. El número de entidades pasó en nuestro país de cuarenta y cinco a una docena, y ya se han anunciado nuevos ERE en CaixaBank (2.023) y Santander, que reducirán sus plantillas en 2.023 y 3.464 asalariados, respectivamente. La primera cerró el último ejercicio con unos beneficios netos de 1.985 millones, y el segundo de 7. 810. Eso es practicar una doble moral y un doble rasero, cuyo principio nos lo sabemos de memoria: las ganancias nos las quedamos, las pérdidas las pagan los trabajadores.

El otro socio de Vox, en Andalucía y donde haga falta, es el Partido Popular, que saqueó el país mientras enarbolaba la bandera del patriotismo y del que ahora sabemos que aparte de espiar a Pablo Iglesias y criar cocodrilos en las cloacas del Estado, utilizó en otras ocasiones a la policía para tratar de irse de rositas de sus delitos, envió agentes a robar ordenadores de su antiguo tesorero y pagó los gastos con dinero público, usó fondos reservados para borrar las huellas del juego del escondite en el que Bárcenas apandaba por él y sus compañeros. Cuando pasó de recaudador a preso y de camarada a enemigo, empezaron los martillazos, la quema de documentación, los espías, lo sobornos… Una película de gánsters.

Ante este panorama, hay que recordar un viejo chiste de representantes, en el que el mánager acusa a sus estrellas de quedarse con el ochenta y cinco por ciento de sus ganancias, porque eso es lo que deben estar pensando ahora mismo en el partido de Abascal y compañía: esta derechita cobarde se queda con nuestros votos, le va bien, dentro de lo que cabe, porque aunque piense lo mismo, finge mejor. Puede que no esté tan equivocado. Ya lo decía Pedro Salinas: “(…) ¡Qué confusión / sin par! ¡Cuántos errores! / Besar rostros en vez / de máscaras amadas.” Aunque, la verdad, no sé bien si esa gente leerá mucha poesía.

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