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Muros sin Fronteras

La vivienda, de derecho humano a negocio infame

El vídeo de arranque es un tráiler del documental Push de Fredrik Gertten, de visión obligada. Su hilo argumental es la lucha de Leilani Farha, relatora especial de la ONU sobre el Derecho a la Vivienda. Está repleto de claves de lo que está pasando en las ciudades y de la inacción de los poderes públicos para intentar frenar el ataque del capitalismo más salvaje.

Disfrutar de una vivienda digna es un derecho recogido como tal en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En su artículo 25, apartado 1, reza: "Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios…". Esta declaración fue proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948. Es de obligado cumplimiento.

La Constitución Española lo incluye en su artículo 47: "Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos".

Esta base legal lleva a Farha, y a otros activistas, a exigir a los Estados políticas en defensa de este derecho fundamental. De momento, solo una red creciente de ayuntamientos en todo el mundo –entre los que no va a estar el de Madrid— se ha movilizado para compartir políticas y aunar fuerzas porque el enemigo es formidable y carece de ética.

Pueden consultar la web Housing Rights Watch que trata del movimiento The ShiftThe Shift, cuyo objetivo es concienciarnos de la necesidad de un cambio radical en el enfoque para recuperar un derecho convertido en mera mercancía. 

Airbnb y el negocio de los pisos turísticos está cambiando nuestras ciudades. Se aprovechan de la demanda de un turismo low costlow cost que se mueve en aviones con el asiento delantero pegado en la nariz. Un transporte barato sumado a una estancia asequible que ha desplazado a los hoteles se ha convertido en un fenómeno de masas. Los turistas han comprado el mantra de la economía colaborativa, cuando es capitalismo salvaje, y de ese modo pueden vivir unos días como si fueran habitantes de la ciudad visitada.

La primera consecuencia de este supuesto exotismo urbano es que la nueva demanda ha desatado una fiebre del oro entre los propietarios de pisos y apartamentos céntricos, que ansían duplicar o triplicar sus ganancias con Airbnb, desplazando al inquilino de larga duración. Se ha producido un fuerte aumento de los precios de alquiler que expulsa de los barrios a sus moradores originales llevándose con ellos el supuesto exotismo. El alza de los precios también afecta a los comercios de toda la vida, que son sustituidos por franquicias de multinacionales. El viajante que buscaba un choque vital termina por encontrarse con una ciudad fotocopiada.

La socióloga holandesa Saskia Sassen, autora de libros esenciales sobre este asunto, como La ciudad global, sostiene en el documental que detrás de la gentrificación se mueve una fuerza más poderosa e invisible que controla al poder político. Y habla en un lenguaje codificado que la mayoría no puede entender. Tampoco el poder político que ha contratado a expertos que casualmente pertenecen a este sector. El mercado ha transformado un derecho humano en un activo financiero con el que especular y ganar dinero.

Dice Sassen en Push: "Los bancos no son lo mismo que el mercado financiero. El banco te presta dinero y lo recupera con sus intereses. El mercado financiero vende lo que no tiene a través de instrumentos ingeniosos que le permiten invadir otros sectores. Son como la minería: una vez extraída la riqueza les da igual lo que suceda. (…) Una casa la puedes comprar o vender. Un activo financiero lo puedes vender en un segundo, o 35 veces en una hora".

Farha, añade: "El problema no es el capitalismo en sí; el problema es el capitalismo salvaje en un área que es un derecho humano. La casa no es una mercancía como el oro, no se puede especular con ella".

Se repite el juego de las hipotecas subprime que provocó la crisis financiera y económica de 2008. Piensen en una caja con nombre rimbombante en la que meten activos sobrevalorados que pasan de una mano a otra sin dejar de subir de precio. Todo se estropea cuando a alguien se le ocurre preguntar qué hay dentro de la caja. La mejor explicación de lo ocurrido en 2007 es la de los humoristas británicos John Bird y John Fortune.

En el documental de Gertten se habla mucho de Blackstone, uno de los fondos buitres más importantes del mundo. Su sistema operativo consiste en comprar bloques de viviendas unifamiliares humildes (desde la crisis de 2008 se han hecho una cartera global que supera las 50.000). Suben los precios del alquiler de manera abusiva, fuerzan la salida de los inquilinos –o su desahucio— arreglan el piso y lo alquilan de nuevo por el doble o el triple. De esto debe saber mucho el Ayuntamiento que presidió Ana Botella (PP).

El nobel de Economía Joseph Stiglietz, que participa en el documental Push, sostiene que empresas como Blackstone son las grandes vencedoras de las crisis. "Es como si el Gobierno de EEUU hubiera tomado partido por los bancos en vez de ayudar a la gente para que no perdiera su casa. Animó a los bancos a limpiar sus cuentas y a ejecutar las hipotecas, y dio dinero a los fondos buitres que se hicieron con los activos para poder especular con ellos".

Para Sassen vivimos en un periodo en el que las élites se sienten libres de violar las leyes fundamentales. "Hay amargura en la clase trabajadora que ha perdido mucho en la crisis. Seguir la pista del dinero nos ayuda a saber por qué la gente está tan enfadada. Aunque no entiendan todo lo que está pasando, porque no tienen toda la información y el conocimiento, saben que algo está pasando".

Stiglitz habla en Push de la asimetría de la información. "Hay gente que sabe cosas que otra no sabe, y eso otorga una enorme ventaja a ciertos tipos para aprovecharse de la gente. No ganan dinero porque fabrican un mejor producto o porque abaratan los costes de producción, que sería el análisis económico estándar, sino porque se están aprovechando de la gente. No crean riqueza, se la llevan".

Blackstone y Airbnb, entre otros, rechazan los controles en aras de la libertad de empresa. Es obvio: sin controles el negocio no tiene límites, el beneficio tampoco. ¿Impuestos? Tampoco. Para eso están los paraísos fiscales, un espacio en el que, según Roberto Saviano, se mezclan el capitalismo legal y el ilegal, el dinero de la cocaína y el que procede de evadir impuestos.

Saviano centra su participación en Push en el dinero del narcotráfico y de la trata de personas, y en los procesos de lavado de dinero a través de sociedades creadas en paraísos fiscales. Ese dinero blanqueado se vuelve a invertir sin problemas.

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El documental no lo afirma de manera nítida, pero insinúa que parte de ese dinero es el que después ingresa en el sistema financiero que compra viviendas. El objeto del dinero sucio es pagar más para blanquear más. Otros, los especuladores, adquieren manzanas enteras en Londres que no llegan a habitar porque el fin no es vivir en ellas, sino esperar a que suba el precio.

Y nosotros con el trifachito rampante y el trilerismo en el lenguaje: de gobierno de coalición a gobierno de cooperación. Aquí estamos todos, esperando el aterrizaje en la realidad.

No dejen de ver Push. Esa es la batalla.

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