@cibermonfi

Quo Vadis, PSOE?

“¿Cuántos diputados de Ciudadanos tienen que dimitir para que sean lo que se esperaba de ellos?”, dijo el ministro socialista José Luis Ábalos el lunes en referencia a la catarata de dimisiones que se estaba produciendo en el partido que acaudilla Alberto Carlos Rivera. Pues bien, puede que yo sea raro,  pero jamás he esperado de Ciudadanos otra cosa que el servicio a los intereses del Ibex 35 y el nacionalismo españolista;  jamás me he creído sus milongas sobre liberalismo, socialdemocracia, centrismo, progresismo, reformismo o regeneracionismo. Siempre he pensado lo que acaba de escribir Gerardo Tecé en CTXT:  “Los principios políticos de Ciudadanos se llaman Nacional-Oportunismo, una extraña variante de nacionalismo español que muta según las necesidades de los grandes poderes económicos”.

¿Es que Ábalos –el de “lo que se esperaba de ellos”– y Pedro Sánchez siguen tragándose las milongas de Rivera, aunque sea con menos fe que en 2016, cuando firmaron con él un acuerdo de investidura y gobierno que presentaron como una maravilla? Tal posibilidad me parece tan sorprendente como que un chaval de 16 años siga creyendo en los Reyes Magos. Puedo entender que los socialistas aprovechen esta coyuntura para sacar a la luz la verdadera naturaleza derechista, muy derechista, de Rivera y sus mariachis. Aunque tengo que añadir que, al igual que Jesús Maraña, empiezo a estar harto del tacticismo que practican desde hace ya dos meses,  ese guiño a Unidas Podemos por las mañanas y a Ciudadanos por las tardes. “No debería perder el PSOE un minuto más en sondear la posibilidad de que PP o Ciudadanos o ambos se planteen una abstención que permita la investidura de Sánchez”, escribió Maraña, y no puedo estar más de acuerdo.

Sánchez tiene baraka, pero esta no es inagotable; hasta el mismo Napoleón, de tanto confiar en su suerte, terminó en Santa Elena. Barrunto que de prolongar su tacticismo –ya no digamos llevarlo al extremo de convocar nuevas elecciones–, Sánchez puede provocar una grave desmovilización de ese electorado progresista que con tanta claridad se pronunció el 28M. El tiqui taca, la retahíla de pases y regates en la frontal del área, se está prolongando demasiado. Alguien debería disparar a puerta de una puñetera vez.

Y sí, me inquieta que Ábalos, que ya en la campaña electoral sugirió que sus preferencias iban por el entendimiento con Ciudadanos, siga diciendo que espera algo de esa gente. Que lo esperen sus mecenas –el banco de Sabadell, el Ibex 35, el Grupo Prisa y compañía– es de recibo, pero no lo es tanto que lo hagan unos socialistas que conquistaron el poder en su partido y luego en España proclamándose de izquierdas y prometiendo políticas sociales y progresistas. Unos socialistas que escucharon alto y claro en la noche del 28A cómo su militancia más fiel, la que les había llevado a la victoria frente a Susana Díaz en las primarias, clamaba: “¡Con Rivera no!” ¿O es que quieren darles la razón a tantos españoles de izquierdas que piensan que, a la hora de la verdad, el PSOE siempre les traiciona?

Ciudadanos ha entrado en crisis; pues qué bien, con su pan se lo coman. Fundadores y compañeros de viaje de Rivera se sienten ahora defraudados porque este haya mostrado su faz reaccionaria al aliarse con el PP de la corrupción y el autoritarismo y el Vox del machismo y el patrioterismo. Quiero suponer que Toni Roldán, Javier Nart, Juan Vázquez, Manuel Valls, Francesc de Carreras y demás actuaron de buena fe al creerse las patrañas de Rivera, el político español más embustero del siglo XXI. Si hubieran sido menos duros de mollera o lentos de reflejos, podrían haberse caído antes del guindo, como hizo su compañera Carolina Punset en 2018, cuando descubrió que Ciudadanos ni era centrista, ni feminista, ni ecologista, y que no tenía ningún interés en apaciguar los ánimos en Cataluña.

Pero, bueno, más vale tarde que nunca: bienvenidos sean a las luces. Ciudadanos es un partido nacional-populista –también puede calificársele de “auténtica banda de tahúres”  como hizo ayer Benjamín Prado–. Fue inventado por el establishment para contrarrestar a Podemos, impedir cualquier reforma y apuntalar lo existente. Este medio, por su parte, jamás engañó a sus lectores. “Viaje al centro del oportunismo”, tituló tintaLibre su portada sobre Rivera de noviembre de 2015.

Que el centroderecha de Macron, la eurocracia de Bruselas, el Ibex 35 y los medios de comunicación de su propiedad prefieran un acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos a uno entre el PSOE y Unidas Podemos es normal, está en la naturaleza de sus intereses. Ya señalé que Sánchez recibiría grandes presiones en esa dirección. Y tampoco me extraña demasiado que Rivera discrepe ahora de algunos de sus padrinos, se niegue a acostarse de nuevo con Sánchez y se empecine en ser el líder del TrifachitoTrifachito;  tantos halagos durante tanto tiempo le han llevado a creerse Superman. ¡Pero que el PSOE se sorprenda por la fea desnudez que exhibe Ciudadanos! En fin, prefiero pensar que se hace el tonto por puro tacticismo.

Soy transparente: reconozco que escribo desde mi ideología (progresista) y mis intereses sociales, económicos y culturales (de clase media baja, cada vez más baja). Me incluyo entre los que, tras la victoria de Sánchez frente a Díaz y su moción de censura a Rajoy, decidieron darle una nueva oportunidad al PSOE para que se entienda con Unidas Podemos en la aplicación urgente de unas cuantas medidas: actualización de las pensiones con el IPC, mejora de las condiciones salariales y laborales de los jóvenes, lucha contra las subidas de los alquileres y los recibos de la electricidad, freno al deterioro de la sanidad y educación públicas, combate contra el plástico y el petróleo, abolición de la Ley Mordaza… Me dolería descubrir que, una vez más, me he equivocado con los socialistas, me he dejado engañar por sus cantos de sirena.

 

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