Qué ven mis ojos

O les dan la llave de la Moncloa o la abren con una ganzúa

  "Bajo la piel de cordero también se esconde el asesino del lobo"  

El principio de acción y reacción es la tercera ley de Newton, analiza los mecanismos de la inercia y dice que “todo cuerpo A que ejerce una fuerza sobre un cuerpo B experimenta una fuerza de igual intensidad en la misma dirección, pero en sentido opuesto.” En la política española la acción dio lugar a lo reaccionario y el empuje del 15M acabó con el bipartidismo, pero el golpe de vuelta ha sido brutal, las paredes se han movido hacia dentro, como en esas películas de espías en las que los muros se cierran para aplastar a un rehén, y todo ha ido a peor: antes, luchaban por ser o al menos parecer de centro, ahora lo hacen por ser más de ultraderecha que el socio de al lado. Ciudadanos, que en manos de Albert Rivera es como un pulpo enredado en sus propios tentáculos, puede dedicarse a reponer nombres de calles que jalean una dictadura; y el Partido Popular llega a tales extremos de insidia que su líder, Pablo Casado, puede escribir y publicar un tuit como éste: “Hace 22 años la Guardia Civil rescató al funcionario de prisiones, Ortega Lara, tras 532 días secuestrado por ETA. Con los herederos de los terroristas negocia el PSOE, al asesino sanguinario Ternera le tratan de héroe, quieren blanquear a ETA y calla Sánchez. No olvidamos.” Claro que no, esto no es mala memoria, sino puro cinismo; no es falta de información, sino de vergüenza. Todo les sirve de arma, incluso los huesos de los muertos, como en la prehistoria. Y todo les vale como tarima, incluidas las sepulturas.

Lo mismo que no es no, todo es todo, y de ahí que a los socios de Vox cualquier proceso les sirva, si les vale para salirse con la suya: pueden venderle el alma al diablo del neofascismo, envuelto en una bandera; pueden hacer un ataque indecente al mundo LGTBI y creer que podrán disfrazarse de víctimas sin que nos demos cuenta y vender como un atentado a la libertad –aunque ellas y ellos lo único que quieren libre sea el mercado– dos pintadas hechas en un autobús que mandaron a la manifestación del día del orgullo para cubrir el expediente. A estas alturas, no cuela, sin embargo. Llevar una piel de cordero te hace sospechoso de la muerte del lobo.

El pozo de la hipocresía no tiene fondo, así que esta gente puede criar cocodrilos en las cloacas del Estado, utilizar a las fuerzas del orden y el dinero público para someter a vigilancia a los adversarios, como han hecho con Pablo Iglesias, o reclutar un juez que fabrique pruebas falsas contra una compañera que se presentaba a las elecciones por Unidas Podemos. Ese magistrado de Las Palmas que, según la acusación de la fiscalía, llegó a “un acuerdo corrupto” con un empresario al que investigaba, para perjudicar la carrera de su colega Victoria Rosell, se enfrenta a penas de hasta trece años y medio de cárcel y cuarenta y dos de inhabilitación, y esos números dan una idea de la categoría de sus presuntos delitos.

Esos que Inés Arrimadas, gastando sus últimos botes de pintura blanca, dice que “no son ultraderecha, sino ultraconservadores”, ya estaban ahí, pero ahora se han quitado la media de la cara, como quien dice; los otros dos volúmenes de la trilogía de Colón se suponía que estaban en otra parte, en el terreno de la derecha moderada, democrática; pero como están convencidos de que para llegar a los bancos azules cualquier atajo sirve y si no se ganan la llave de la Moncloa la abren con una ganzúa, se han radicalizado y un día sí y al otro también tratan de empatarles a sus compañeros de viaje, diciendo  un disparate mayor que el último que hayan soltado los otros dos. Ese tuit de Casado lo explica todo. Y él no tiene disculpa, porque Ortega Lara, a quien ahora trata de utilizar de remo, también está con Vox, pero a él lo tuvieron los canallas de ETA más de quinientos días en un zulo.

No todo vale, ya se lo habían dicho las urnas, pero por lo que se ve, no lo ha entendido. Ni su socio Rivera, claro, al que la última encuesta le avisa de que casi el veinticinco por ciento de quienes confiaron en su partido la última vez, se arrepienten de su voto y no lo repetirán. Claro que, justo él, precisamente él, tiene derecho a no confiar en los sondeos, por algo le dieron presidente más de una vez y quedó cuarto. Qué hemos hecho nosotros para merecernos esto.

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