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@cibermonfi

¿Qué busca Sánchez: setas o Rolex?

¿Ha ido Pedro Sánchez al monte de esta sesión de investidura a recoger setas o a buscar relojes Rolex? La pregunta la formuló este martes Aitor Esteban en el Congreso de los Diputados ante lo que calificó de “desconcertante” actitud del candidato socialista a la Presidencia del Gobierno. El portavoz parlamentario del PNV, un tipo tranquilo, razonable y bien humorado, resumió con esta broma de su tierra lo que sentimos millones de españoles: más parece que Sánchez esté buscando el Rolex de unas nuevas elecciones el próximo otoño que las setas de los votos y las abstenciones necesarias para que este mismo jueves el Parlamento le firme un nuevo contrato de alquiler de La Moncloa, en principio por cuatro años.

¿Cómo se explica si no que, en vez de cortejar a Unidas Podemos, su única pareja de baile posible, Sánchez se empecine en pedir la quimérica abstención de los partidos de la derecha, sobre todo la del PP? ¿A qué viene el ninguneo y hasta desprecio hacia Pablo Iglesias que expresan sus palabras y sus silencios, sus miradas y sus no miradas, su lenguaje verbal y su lenguaje corporal? ¿Cómo es posible que manifieste semejante desgana ante un Gobierno de coalición del PSOE con la principal fuerza a su izquierda? ¿Por qué subraya una y otra vez sus diferencias en la cuestión catalana y casi nunca habla con ilusión de lo que les une?

Diríase que, pese a que Iglesias renunció el pasado viernes a formar parte personalmente de un Gobierno de coalición, Sánchez sigue manteniendo su posición de los últimos tres meses: Unidas Podemos tiene que apoyarle gratis o casi gratis. Y si no lo hace, si ahora no vota a favor de su investidura, tanto mejor para el PSOE. El argumentario socialista para unos próximos comicios parece estar listo: la culpa es de la “ambición” de Iglesias y de la “falta de sentido de Estado” del PP y Ciudadanos. Quizá sea cierto que algún gurú le ha profetizado que el PSOE arrasaría en esos nuevos comicios, que Unidas Podemos seguiría desangrándose (más aún si a ellos acude Íñigo Errejón con su propio partido) y que los que mandan de verdad ya se las apañarían entonces para arrancarle la abstención al PP y/o Ciudadanos como se la arrancaron al oficialismo del PSOE en la investidura de Rajoy de octubre de 2016.

Los mentideros madrileños se maliciaban esto desde hacía tiempo, pero el lunes resultó hasta obsceno el modo en que Sánchez pareció confirmarlo. Corroborando que se ha puesto la venda antes que la herida, el candidato socialista incluso anticipó una de las frasecitas que machacarán sus voceros si Unidas Podemos vota negativamente este jueves: lo ha hecho a la par que Vox. (Por cierto, si yo fuera de Unidas Podemos, no votaría negativamente este jueves bajo ninguna circunstancia; en el peor de los casos, de no haberse producido el casi milagro de un acuerdo para un Gobierno de coalición en las próximas horas, me abstendría, como ya han hecho este martes).

“¿Busca usted la investidura?”, le preguntó explícitamente el vasco Esteban a Sánchez. La pregunta era pertinente en vista de lo ocurrido el día anterior y las semanas precedentes. Porque, según informó el portavoz del PNV, Sánchez no solo llegó a la sesión del lunes sin haber cerrado un acuerdo con Unidas Podemos, es que tampoco se había esforzado mucho en conseguir el apoyo del PNV. No obstante, Esteban, haciendo como que se creía que Sánchez la busca de veras, le recordó que con 123 diputados no la va a obtener en solitario. “Para sumar hay que ceder”, le dijo. Y también: “Tiene usted que poner de su parte”. Esteban anunció que el PNV se abstendría por la tarde, pero mantuvo abierta la puerta a un voto afirmativo el jueves si Sánchez se lo curra de veras, esto es, si negocia, hace concesiones, pacta con Unidas Podemos y las otras fuerzas que le pueden facilitar los votos o las abstenciones necesarias para que cuadren las cuentas.

Otra voz de la periferia, la de un Gabriel Rufián de un renovado estilo calmoso y constructivo, se expresó ayer en el Congreso con esta fórmula: “Hagan ustedes el favor de ponerse de acuerdo”. Se dirigía tanto al PSOE como a Unidas Podemos, sugiriendo que, de producirse ese acuerdo, su grupo, el de ERC, lo apoyaría este jueves, pese a sus diferencias en la cuestión catalana con unos y con otros. Antes, Rufián también había observado que Sánchez daba la impresión de no desear ese acuerdo y había instado a Pablo Iglesias a no darle pretextos, a mantener su espíritu de generosidad del viernes.

Pinta muy mal. Es muy difícil que haya acuerdo de última hora entre PSOE y Unidas Podemos. Todo apunta a que sigamos en agosto sin Gobierno y a la espera de una posible nueva sesión de investidura en septiembre y hasta de unas nuevas elecciones en noviembre. Incluso en el caso de que se produjera el milagro, el nuevo Gobierno nacería con sus componentes luciendo los moratones de los muchos puñetazos que se dieron unos a otros el lunes.

Pero, bueno, en un momento dado de El cónsul honorario, la novela de Graham Greene, el doctor Plarr, uno de sus personajes, dice: “Nada es ineluctable. La vida tiene sorpresas. La vida es absurda. Y como es absurda, siempre existe la esperanza”. Mantengamos la esperanza hasta el último minuto. En su réplica a Esteban, Sánchez dejó caer que quiere un Gobierno “progresista, ecologista, feminista y europeísta”. Puede tenerlo desde este mismo jueves siempre y cuando le conceda a Unidos Podemos unas cuantas medidas comunes en materia social y de libertades y una presencia mínimamente digna en el Consejo de Ministros. Si no lo hace, Sánchez regresará del monte de esta sesión de investidura con el cesto vacío. Y está por ver que en el otoño encuentre allí un Rolex.

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