Qué ven mis ojos

Si estos pusieran una funeraria, la gente dejaría de morirse

"Quien te ha decepcionado, no volverá a ser él"

En España hay una izquierda que cuando gana también pierde, dijo Pedro Sánchez en la sesión de investidura a la que él y todos fueron a desvestirse, a quitarse el disfraz. A lo mejor tiene razón y a lo mejor si eso ocurre es porque tenemos una izquierda que de tanto querer ser de centro se ha hecho conservadora y su función es que no se pueda, que todo siga igual y no cambie de dueño, que no se enfaden los poderes en la sombra, quienes dan las órdenes a los que mandan. O quizá es que aquí todo el mundo quiere ser un estadista, que si lo miramos desde otro ángulo es quien pone el Estado por encima de la ciudadanía y lo que conviene por encima de lo que hace falta. Mala cosa, visto de esa manera, porque en nuestro país juega a estadista hasta el alcalde del pueblo más perdido en el mapa.

El PSOE ha perdido después de ganar las elecciones, quizá porque se ha dedicado a suplicar a sus rivales y a despreciar a sus aliados, sin darse cuenta de que era él quien se debilitaba con cada cesión de Unidas Podemos, la formación a quien el presidente en funciones culpa de todo porque no se acuerda o confía en que no nos acordemos los demás de lo que él mismo le decía a Mariano Rajoy durante la investidura fallida del entonces jefe del PP, en agosto de 2016: “Si no cuenta con los 176 diputados y diputadas a favor para sacar adelante su candidatura, será responsabilidad única y exclusivamente suya”. Cuanto más vacías están las palabras, más las carga el diablo, de modo que estén huecas y a la vez llenas de mentiras, no digan lo que dicen sino lo que ocultan. El problema para quienes cambian el discurso como una bandera cambia de dirección según de qué lado sople el viento, es que en esta divina comedia por lo civil que es nuestra política el papel de infierno lo hacen las hemerotecas. Y ahí se queman.

En el fondo, eso a lo que se van a dedicar de aquí a que haya unas nuevas elecciones en las que previsiblemente volverá a ocurrir lo mismo, que es echarse la culpa unos a otros, en realidad no tiene ninguna importancia, porque en esta mala novela el mayordomo son todos, la responsabilidad es conjunta y la decepción de los votantes de ambos partidos es calcada. Y su torpeza, continental: en Europa los gobiernos de coalición son el pan nuestro de cada día, pero aquí los cargos públicos no son tan listos o tal vez no tienen la cultura democrática que se necesita para entender que es un juego en el que valen todas las fichas y cada uno avanza lo que haya salido en el dado. Al PSOE no le impone ministerios y sillas UP, se los imponen los resultados, el número de escaños que ha conseguido cada uno.

Por supuesto, cada uno es libre de aceptar o no al adversario como socio, eso nadie lo cuestiona. Y tendrá sus razones para fiarse o desconfiar de él. Pero es una lástima que quienes soñaban con una transformación real, es decir, con un cambio de argumentos, no de maquillaje, vayan a tener que darle la razón al secretario general de los socialistas y aceptar que esta vez que han ganado tan brillantemente, también han perdido. La frase es bonita, pero su significado es feo, es de esas que, cuando la oye, asusta hasta a quien la haya dicho. Ganan como perdedores, y eso suena muy desalentador, deja una sensación de pesimismo y mala suerte, de que avalarlos es un mal negocio: si estos pusieran una funeraria, la gente dejaría de morirse.

En la otra mitad, el centro-ultraderecha de PP, Cs y Vox ha perdido y sin embargo está de fiesta, porque ve que suma y el enemigo se contrarresta a sí mismo, se dispara a los pies, encesta en su propia canasta y por lo general ni eso, porque no domina más deporte que el de pasarse la pelota, que de tanto cambiar de tejado ha hecho que los dos tengan goteras. Aunque comparten escenario, unos están en una película épica, que si el Cid que si la patria, y los otros en una comedia televisiva del domingo por la tarde. Una auténtica calamidad, de arriba abajo y de izquierda a izquierda.

Alguien debería hacerles saber que no sólo son responsables de todo lo que no han hecho, sino también de lo que no hagamos los demás cuando vuelvan a ponerse las urnas en los colegios. La abstención no se produce porque no se vaya, sino porque no te llevan. Con las bombas que tiraban los franceses se hacían las gaditanas tirabuzones, y estos se hacen con nuestras papeletas barquitos pirata destinados a naufragar en una bañera. Qué bien lo resumió Pedro Sánchez, con dos palabras, en un debate de la última campaña: qué decepción, qué decepción.

Más sobre este tema
stats