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En Transición

Lo que pierden si ganan

Durante todo el mes de agosto, al hilo de los temas que la actualidad iba dictando, he intentado reflexionar en esta columna sobre la necesidad de un acuerdo de gobierno estable y progresista capaz de asumir y gestionar la compleja situación política tanto en el ámbito español como en el plano internacional. La necesidad de enfrentar de forma coherente y sin titubear el drama de la violencia machista a raíz de la polémica suscitada por la campaña de la Junta de Andalucía (aquí); el abordaje, de forma estructural y con políticas públicas de los fenómenos migratorios que nos ha recordado la crisis del Open Arms (aquí); la imprescindible recuperación de la fiscalidad como herramienta de lucha contra la desigualdad que ha puesto de manifiesto la subasta de rebajas fiscales por parte del nuevo gobierno de la Comunidad de Madrid (aquí); o una compleja realidad global que necesita de la recuperación de la política como palanca para una nueva gobernanza (aquí), son algunos de los temas al calor de los cuales he intentado poner sobre la mesa la responsabilidad de los partidos progresistas para formar un gobierno, o dicho de otro modo, la irresponsabilidad que supondría no hacerlo.

A falta de conocer el documento de 300 propuestas que el PSOE entregará a Unidas Podemos esta semana, parece fácil intuir que el grado de coincidencia entre éste y la propuesta elaborada por UP será sustancial. Seguro que hay diferencias de matiz o de énfasis entre ambos, pero nada que no pudiera ser pactado. La mayor dificultad, como es bien conocido, radica en dos posiciones sobre la forma de gobierno que han acabado por ser irreconciliables. El problema de lo que pides es que en ocasiones puedes conseguirlo. ¿Se han planteado bien cada uno de los partidos lo que perderían si su posición resultara ganadora?

Si la opción de Unidas Podemos fuera aceptada por el PSOE, como lo fue en julio, la formación morada entraría en un Consejo de Ministros en el que tendría que tomar decisiones sobre asuntos en los que entraría en manifiesta contradicción con su ideario: una eventual intervención de la OTAN, una decisión delicada de la política exterior española o europea, o la posición de España en cuestiones relativas a los acuerdos comerciales entre la UE y Canadá, América Latina, u otras partes del planeta, sin olvidar las derivadas políticas de la sentencia del procés. Estas decisiones, en el día a día de un gobierno, no permiten un cambio de paradigma como el que UP plantea, sino que entran en el marco de la realpolitik. Hace apenas unos días se comprobó la dificultad que tendría compatibilizar la participación en el Consejo de Ministros con la presencia en la contracumbre del G7. Esta y otras situaciones le llevarían a renunciar a posiciones propias que son las que le diferencian del PSOE, le dan coherencia como partido, le enriquecen y le mantienen en un rol de mayor exigencia de las políticas progresistas. El famoso "abrazo del oso" es bien conocido en esa izquierda que se hace llamar "a la izquierda del PSOE". Y si en Comunidades Autónomas como Castilla La Mancha donde han gobernado juntos han tenido consecuencias, en el ámbito nacional estas se multiplicarían.

Por su parte, si el PSOE consigue hacer valer su posición, tendría salvada la investidura, pero poca o ninguna garantía de estabilidad. La precariedad le llevaría a tener que articular una política de negociación permanente a izquierda y derecha que hoy no parece viable ni a un lado ni al otro del hemiciclo. Como se vio la semana pasada en la sesión del Congreso convocada a raíz de la crisis del Open Arms, un apoyo puntual para la investidura sin mayor compromiso de estabilidad es un infierno para el gobierno y un escenario de inestabilidad permanente. Algo que podría llevar a una nueva convocatoria de elecciones en apenas unos meses donde el PSOE, esta vez sí, aparecería como el protagonista evidente de un fracaso.

Test de estrés al multipartidismo

Así las cosas, y volviendo a esa frase de Sánchez del fatídico 25 de julio que aún resuena en muchas cabezas, esa "izquierda que pierde hasta cuando gana" podría verse abocada a lo mismo, pero no ya solo por el fracaso de no formar gobierno, sino porque cada cual podría perder mucho si su posición sale adelante. Sería entonces el momento de eso que tan bien describe Enzo Traverso en Melancolía de izquierda (Gutenberg). "La melancolía de la izquierda es lo que queda después del naufragio; su espíritu da forma a los escritos de muchos de sus "sobrevivientes", garrapateados desde sus botes salvavidas al cabo de la tormenta".

Cualquier acuerdo posible, para ser viable, debe minimizar estos riesgos, lo que significa que hay que buscar la solución en otros sitios distintos a los que estamos poniendo el foco. No es fácil, pero tampoco imposible. Podría empezarse por acordar criterios para el nombramiento de los principales responsables políticos que incluyeran, por ejemplo, la solvencia técnica y la capacidad para llegar a acuerdos en función de un programa compartido.

Está por ver qué ofrece Sánchez a Unidas Podemos que, según afirma en esta entrevista, irá más allá de lo previsto. Pero si se confirma que la coincidencia programática es la que se intuye, ambas formaciones deberán valorar muy bien su responsabilidad y, sobre todo, pensar muy bien qué es lo que desean, no vaya a ser que se cumpla.

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