Qué ven mis ojos

A este país le falta un verano

"Hay gente que de tanto barrer para casa la transforma en vertedero"

A este país le falta un verano, uno de aquellos en los que parecía que acababa un curso político y empezaba el siguiente, con lo que eso significa: los cargos públicos también son personas a veces y por lo tanto, como cualquier hijo de vecino, mientras nadan en el mar, miran la nieve de una montaña o pasean por un bosque, deberían hacer propósito de enmienda y planes de cara al otoño, lo mismo que tanta gente se propone aprender por fin un idioma, leer lo que no pudieron o quisieron en su momento o recuperar amistades dejadas de lado sin que ninguna de las dos partes sepa muy bien por qué. Eso es lo que debería pasar y no pasa en absoluto, porque aquí se termina agosto y cuando regresas a la ciudad y a tu vida el uno de septiembre todo sigue exactamente igual: sin Gobierno, sin pactos, sin ganas de entenderse, abocados a unas nuevas elecciones en las que volverá a ocurrir previsiblemente lo mismo que en las últimas, podrán cambiar de bandera algunos votos, pero los bloques seguirán inamovibles, a izquierda y derecha. ¿O alguien se imagina, por poner un ejemplo, a un votante del PSOE votando a Ciudadanos? Va a ser que no.

Y si los hechos son los que son y las posiciones siguen inamovibles, lo mismo que si en lugar de seres humanos los negociadores fueran maniquíes o estatuas de mármol, las razones inventadas con las que se quiere justificar lo injustificable, tampoco han cambiado. Albert Rivera, cada vez más a la derecha y cada vez con menos disimulo, regresa de su descanso afirmando que blanco y en botella, zumo de naranja. Es decir, que por un lado proclama que no piensa ir a las urnas en coalición con el PP, porque “España suma, pero la corrupción resta”, y por otro sigue paseando de la mano y sobre un cable de equilibrista con la formación de la calle Génova. Y uno no sabe si a quien trata de engañar es a sí mismo o al resto de la humanidad.

Lo cierto es que para lo único que ha servido en definitiva su partido es para salvarle los muebles a Pablo Casado y los suyos y para entregarles en bandeja el poder que habían perdido en lugares tan emblemáticos como Madrid, el epicentro del saqueo que han llevado a cabo con sus cómplices de la Gürtel, la Púnica y el resto de tramas delictivas con las que nos asolaron. Que hayan propiciado la llegada a la presidencia de Isabel Díaz Ayuso, una presidenta de la Comunidad que no paga el IBI y sobre la que recaen sospechas de haber incurrido en un delito de alzamiento de bienes que, desde luego, habrá que probar, lo explica todo. Por supuesto, de la tercera pata del banco del centroultraderecha, no dice una palabra, porque cree que una verdad mil veces no dicha se convierte en mentira. Es un genio dándole la vuelta a las cosas, pero me temo que, si las encuestas tienen razón, se le va a quemar la tortilla.

Y lo demás, también sigue en el mismo punto. Los socialistas apuestan claramente por abrir una vez más los colegios electorales y Podemos se niega a cambiar sus escaños por una palmada en la espalda. Nadie se mueve pero porque nadie quiere salir en la foto, no en esta, que es la de mujeres y hombres incapaces de dar su brazo a torcer ni para bailar un rap. Y claro, luego vas por ahí y escuchas a la ciudadanía que lo que tendría que pasar es que no cobraran, o al menos no el sueldo entero, “y ya verás como se entendían en diez minutos.”

Queda poco tiempo para que se confirme el fracaso, que será colectivo pero con unos siendo un poco más culpables que otros, y comprobemos si la nueva vuelta de tuerca es capaz de reparar la avería. ¿Y si no? ¿Y si la fuga continúa? Parece claro que una de las cosas que más repiten y en las que menos creen es en eso de que un voto es un mandato, que el resultado es una orden, un camino trazado en el suelo y con señales que indican a las claras por dónde hay que ir para llegar a buen puerto, o al menos a tierra firme. El problema es que en este barco cada uno rema en una dirección, hacia sí mismo, y así no hay manera. Que tengan cuidado, porque de tanto barrer para casa van a convertirla en un vertedero.

A este país le falta un verano, uno en el que estos líderes se queden en la casa de la playa y dejen el puesto a otros que sean capaces no ya de hacerlo bien, sino simplemente de hacer algo.

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