Desde la casa roja

¿Tiene género la violencia?

A Javier Ortega Smith, entre otras cosas portavoz del partido de ultraderecha Vox en el Ayuntamiento de Madrid, y a mí, sin cargos, lo único que nos une es precisamente aquello que vertebra su ideología: somos españoles. Y sin embargo, esa identidad común que nos atraviesa a los dos, lengua y tradición (qué casi todo), en absoluto podría ayudarnos a dar un paso hacia algún entendimiento. Por eso, los nacionalismos identitarios y esa exaltación ciega por las patrias siempre me ha parecido que velan más por señalar las diferencias que la posibilidad del abrazo. El último paso en dirección contraria a nuestro ficticio entendimiento lo dieron la semana pasada. Me acerco al tema por aquí porque me resulta imposible comprender desde ningún ángulo algunas posturas, no solo la ideología y el destape de la raíz de este grupo de ¿compatriotas?, sino la falta de solidaridad, el daño que se puede llegar a hacer si decides provocar en mal momento. ¿Qué buscan?

No es vergüenza ajena lo que produjo el diálogo que Ortega Smith mantuvo con la tibia réplica del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, a las puertas del Ayuntamiento. “Sabes perfectamente que yo tampoco comparto la ideología de género ni el feminismo del 8 de marzo”, le susurró el corregidor súper conciliador pancarta en mano. Porque, sobre todo, haya paz entre los hombres. Más bien fue la evidente representación de que existen ideologías con posiciones ya tomadas que amenazan con derribar lo conseguido. Y que ya están aquí. Ortega Smith y un grupo de ediles del partido de extrema derecha se presentaron en el minuto de silencio convocado por el ¿último? asesinato de una mujer a manos de su pareja con una pancarta propia donde se leía: “La violencia no tiene género”.

No hay palabra inocente y los que trabajamos con ellas lo sabemos muy bien. Llamar a la violencia del hombre hacia la mujer “violencia machista” o “violencia de género” nos ha permitido señalar lo que antes parecía no existir (la perversidad de todo lo que guardaban las puertas para adentro) y emprender el camino de la concienciación y la prevención en varias generaciones en torno a la desigualdad.

Por supuesto y no es casualidad que esta toma de conciencia sobre la violencia contra la mujer haya coincidido con la transversalidad y explosión del reconocimiento de la discriminación histórica que la mujer ha vivido: doméstica, laboral y social. El feminismo nos quiere libres y, para ser libres, nos quiere, lo primero, vivas. El feminismo mueve las posiciones del hombre y la mujer hacia un espacio común donde no hay un dominador. Y eso dinamita en su mismo centro el modelo de familia y relaciones entre hombres y mujeres que, si pudieran, muchos nos impondrían a todos.

Según un comunicado emitido por Vox y publicado en su página web, la lucha contra la Violencia de Género en España, entre otras cosas, criminaliza la masculinidad y persigue las relaciones entre hombres y mujeres. Una de las bases del pacto frente a la Violencia de Género es que el Estado debe protegernos a todos. Pero es la violencia contra la mujer la que tiene una singularidad que la diferencia de las demás, no sólo numérica y estadística, sino fruto de una desigualdad estructural que se llama patriarcado y en la que, trágicamente, además de contra las mujeres adultas se ejerce esa violencia también contra las niñas por el hecho de ser mujeres. Y por eso necesita tratarse de forma específica y ser una prioridad.

Además, afirman que las estadísticas de hombres asesinados por sus parejas se ocultan. ¿Quién sabe con qué fin creen que podría ocultarse este dato? Pero el Consejo General del Poder Judicial incluye a los hombres asesinados por sus parejas, no siempre mujeres, en sus informes. El último refiere que las sentencias por violencia de género y violencia doméstica de 2016 fueron 38 sentencias condenatorias por homicidio y/o asesinato de una mujer en el ámbito de la pareja (79% del total) y 10 de hombres (21% del total). Dentro de esos 10 casos, 3 de ellos fueron atribuidos a un varón pareja o ex pareja de la víctima.

Todo lo demás son los estertores de un sistema patriarcal doméstico que no puede mantenerse en pie: la imposición de lo que hasta ahora fue normativo, pesadilla de una larga y oscura noche a la que, sintiéndolo mucho, no se le puede permitir su regreso.

Nunca.

 

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